Este hospital ha funcionado los últimos 500 años y fue construido por órdenes de Hernán Cortés. La obra pía se hizo para pagar los agravios que se cometieron durante la Conquista de México
@ignaciodealba
Además de las masacres, sometimientos y saqueos, Hernán Cortés dejó en las tierras conquistadas un hospital. Cortés, siempre dicotómico, dispuso en su testamento que se construyera un hospital a unos pasos donde se encontró por primera vez con Moctezuma II.
El Hospital de Jesús abrió sus puertas en 1524, apenas tres años después de que Tenochtitlán fuera tomada por los conquistadores europeos. Pero la manutención del sitio quedó garantizada con la muerte de Cortés. El Marqués del Valle de Oaxaca requirió:
“Que se ha de hacer un hospital en reconocimiento de las gracias y mercedes que dios le ha hecho en descubrimiento y conquista de la Nueva España, e para descargo e satisfacción de cualquier culpa o cargo que pudiera agraviar su conciencia”.
Culminar su obra de conquista con la construcción de un hospital puso a Cortés ante las puertas del cielo. El primer nombre del nosocomio fue el de La Purísima Concepción de María (luego cambió al Hospital de Jesús) y el financiamiento del lugar se logró gracias a las rentas del marquesado, casas y locales comerciales establecidos en Tacuba y Plateros (hoy Calle Madero).
En el patronato del sanatorio hubo ininterrumpidamente un descendiente de Cortés, hasta 1932.
Realmente el primer hospital del contiene se estableció en la Hispaniola (República Dominicana), pero el hospital de San Nicolás de Bari quedó demolido en 1577, cuando el pirata Sir Francis Drake atacó la ciudad de Santo Domingo.
La construcción del hospital de la Purísima Concepción de María se inspiró en el sanatorio de las Cinco Llagas de Sevilla. En México el arquitecto Pedro Vázquez fue el encargado de la obra que estuvo en permanente construcción durante, casi, un siglo.
El inmueble se ubica en la calle 20 de Noviembre, en el Centro Histórico, de la Ciudad de México. Justo a unos pasos se encuentra el sitio donde se encontraron por primera vez el emperador Moctezuma II y Hernán Cortés.
Por fuera, lugar no llama a la vista. Está rodeado de locales con zapaterías y tiendas de ropa.
La fachada original del edificio quedó renovada –o mejor dicho destruida- en 1940 por el arquitecto José Villagrán. Pero después de recorrer un lúgubre corredor se llega al centro de la construcción colonial, un escondrijo bien guardado dentro del bullicioso centro.
Al principio, el hospital estuvo al servicio solamente de hombres “de cierta calidad”. Los indígenas no tenían cabida en el sanatorio. En todo caso, los caciques o los nobles.
Los indígenas pobres pudieron ser atendidos hasta que se hizo el Hospital Real de San José de los Naturales, en 1529, por los franciscanos. Esa construcción fue demolida cuando se amplió el Eje Central Lázaro Cárdenas.
El entendimiento de la medicina estaba lejos de ser lo que es hoy. En los inicios coloniales no importaban los remedios; si dios llamaba te ibas y nadie desoía su destino. La curación era muy parcial, no se aspiraba a interferir en los cuerpos hechos a la imagen y semejanza de Cristo. Un desacato de esa naturaleza hubiera provocado la intervención de la Santa Inquisición.
Los cuidados eran, sobre todo, acompañamientos; obras piadosas hechas para salvar, más que al paciente, las almas de los diligentes acompañantes del dolor. O de sus benefactores, como Cortés.
Después de algunos años, el Hospital de la Purísima Concepción de María se dedicó a atender a toda clase de enfermos y con el despertar renacentista se realizaron algunas de las primeras cirugías en el país, también la primera autopsia.
Destacados cirujanos y barberos afamados pasaron por ahí. Uno de ellos, Francisco de Soto, y el primer médico occidental en llegar a la Nueva España, Diego de Pedraza.
Entre las personas contratadas en el hospital se encontraba una atolera, dedicada a preparar brebajes y chocolates calientes para los desvalidos. Al personal médico, al procurador, escribano y a los capellanes se les pagaba con velas, cacao, casa, alimentos y algún dinero. Los servicios hospitalarios funcionaron gracias, también, a ocho esclavos.
El hospital de la Purísima Concepción de María era conocido popularmente como el Hospital del Marqués (en referencia a Hernán Cortés), aunque cambió de nombre cuando al sanatorio ganó en una rifa la imagen de un cristo milagroso, organizado por la adinerada india Petronila Jerónima. El lugar fue rebautizado por la gente como el Hospital de Jesús.
El hospital ha brindado servicios los últimos 500 años. Una de las razones para su supervivencia es la administración del lugar no dependió de la iglesia católica, porque no hubiera sobrevivido a los liberales del siglo XIX, ni tampoco al gobierno anticlerical de la posrevolución. Ahora se mantiene como una institución privada.
Uno de los únicos bustos que existen de Hernán Cortés en América se encuentra en el Hospital de Jesús. Pero el sitio se mantiene discreto ante los ojos del público.
En los años 80, se frustró el intento de una muchedumbre de indígenas que se propuso destruir la escultura. Porque ni aún la mejor obra de Cortés logra redimirlo de su pasado.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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