Poemas inéditos de Eduardo Sierra Romero
Por: Eduardo Sierra Romero
Imágenes: María Ruiz
Un suspiro homenaje al origen
del descubrimiento luminoso,
teatro eterno de lo ya,
donde desenvuelvo mis pantomimas en tu centro.
De pronto vi la luz y no era luz,
era el sonido, Cirlot, de tu nombre.
Creador en la superficie transparente
del brillo que acompaña los sutiles movimientos
de mis brazos cruzando tu umbral.
Cirlot, constelaciones pálidas esperan
en medio de otros cielos con tu luz.
Rodeado de corazón el murmullo
rosa cobra sentido en la página que
te persigue, mensajero de mi porvenir,
conjunción de los tiempos.
Cirlot, qué soledad bajo las nubes alejándose.
Tu figura establece una certeza donde nada es verdad.
Camina la distancia su
propio arrebato, y existen los
inmensos ruidos a la mitad,
donde sólo tú y yo los escuchamos
y embellecemos su estruendo.
Tú sabes que eres fuego donde nada fue, Cirlot.
Y tu mirada eterna me ilumina resucitándome.
Incendios para no desfallecer en el invierno,
me eres y te soy.
Cruzan cometas
desterrándonos los pies de las hendiduras sobre la piedra ardiente con sombra de cenizas.
Brotando raíces de los cielos que exprimen las lágrimas de los inmersos en el lodo.
Cruzan cometas
y todos los arqueros disparan al unísono contra su dios de telarañas.
Dando pistas de su destino mientras el hombre se desgarra la piel y la ofrece de alimento a
las bestias.
Cruzan cometas
santificando las estaciones por donde dejan rastro de lo cíclico.
Cuando los pequeños horizontes confrontan sus muros de referencia y las musas ríen sentadas en el borde.
Cruzan cometas
y las moscas siguen volando alrededor de las estatuas en cuyo centro nace la humedad.
Mientras yo cruzo el espejo y el palacio es ausencia de resplandores.
Cruzan cometas
para que la Tierra se envuelva a sí misma y en un fulgor vuelva a desplegarnos, en esa costa
desde la que me llamas.
Oculto de lo oculto
y manifiesto ante el abismo.
Nos reconocemos por el olor
de nuestras sombras
que arquean su esencia ante
lo muerto.
Pero yo me vivo cuando pienso
que no pienso.
El fulgor anida la pequeña
aniquilación que es la puerta
a la verdad esta noche.
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