Estas personas han decidido no quedarse a mirar cómo las niñas, niños, adolescentes y jóvenes abandonan sus estudios y se les agotan las posibilidades de futuro. Son historias que hablan del derecho a la educación y de que la educación importa
Por Sonia del Valle* / Tw: @lamalaeducación
“Mamá estoy cansada de que nadie me entienda; de que en esta casa no me tomen en cuenta, y además no pueda tomar mis propias decisiones. Me voy con Javier, él sí me entiende y me ama. No me busquen”. Fabiana tiene grabadas cada una de las letras escritas en el pequeño pedazo de papel que su hija de 15 años le dejó cuando decidió irse con el novio, quien vivía 4 cuadras adelante, de la misma edad, pero que a ella “nunca le dio buena espina”.
Primero montó en cólera. Estaba sola. Su marido había salido de la ciudad por cuestiones de trabajo y lo único que se le ocurrió fue llamar a Locatel donde le recomendaron ir a la entonces delegación más cercana a su domicilio a poner una denuncia porque se trataba de una menor de edad. Llegó a la delegación cerca de las 3 de la tarde. Puso la denuncia y le explicaron el procedimiento que comenzó con la búsqueda de su hija.
Relata que llegaron a casa del novio en el coche de uno de los agentes que “resultó muy bueno y que, si no fuera por él, mi hija quién sabe dónde andaría”. Esperaron horas hasta que llegó la mamá del joven. El agente le preguntó por su hijo. La señora negaba saber dónde estaba, pero “como que le metió miedo, porque le dijo que su hijo tenía a una menor de edad que yo estaba denunciando como desaparecida y le dijo, eso no va a terminar bien para él, pero tampoco para usted”.
La señora accedió a darles varias direcciones de familiares donde el novio y la hija de Fabiana pudieran estar escondidos. Fueron a todos los lugares y nada. Regresaron cerca de las 8 de la noche a casa de la mamá del novio y el agente le advirtió que tenía hasta las 11 de la noche para que apareciera la niña, de lo contrario procederían en su contra.
“Al 5 para las 11 llegó la chamaca a mi casa, muy enojada, pero yo estaba más furiosa que ella, así que le dije que no se acomodara y que me acompañara a la delegación porque había una denuncia puesta por su desaparición y secuestro en contra de su novio”. Fabiana reconoce que “exageró” lo que le dijo a su hija, pero no le importaba, lo que más le preocupaba era que se embarazara y que dejara la escuela. “Eso no. Yo solo tengo secundaria y dejé la escuela porque me embaracé. Me prometí que mis hijas no”.
Al llegar a la delegación para decirles que ya había aparecido, Fabiana se aseguró que le hicieran todas las pruebas a su hija, de embarazo, lesiones, drogas, todas. “La niña por supuesto no quería, pero yo dije a todo que sí, y ella estaba más furiosa”. Y la cosa no paró ahí. Fabiana habló con la trabajadora social y le contó la historia de su hija: no le hacía caso, era rebelde, se iba con el novio, el novio consumía drogas y ella tenía que trabajar (es trabajadora doméstica) todo el día.
Reconoce que estaba desesperada, pero también estaba dispuesta a hacer todo lo que fuera necesario para “rescatar” a su hija. Había sido un día complejo, lleno de angustia, estrés, pensando que su hija estaría deambulando sola por las calles de Ciudad de México, que el novio la había drogado o que le había pasado lo peor.
Eran cerca de las 2 de la mañana en la delegación. “La trabajadora social salió de la oficina y le explicó cómo estaba su situación jurídica. Le dijo que ella era menor de edad y como su mamá había levantado una denuncia, pues tenía solo dos opciones, regresar a su casa y se olvidaba la denuncia o irse a un albergue y procedía la denuncia, y que tenía 5 minutos para pensarlo. Hasta le enseñó unos papeles donde tenía que firmar si quería irse al albergue para menores de edad”. La niña decidió irse a su casa. Durante un mes la trabajadora social y la mamá de Fabiana acordaron que la niña fuera a la delegación “a firmar cada semana” que se estaba portando bien y así evitar que la trasladaran al albergue. Esa experiencia fue clave. La niña ahora tiene 27 años, es maestra de preescolar, está casada y tiene una hija de 2 años.
“Yo la verdad no sé muchas cosas, lo único que sí sabía era que mis hijas tenían que estudiar”, relata Fabiana.
A raíz del lanzamiento de la Campaña #YoTambienMeQuedo en la Escuela comenzamos a conocer historias como las de Fabiana, y podrían entenderse, pues hablan de madres y padres de familia involucrados porque sus hijos e hijas vayan a la escuela y, para garantizarlo, hacen y han hecho cosas que no se hubieran imaginado antes.
Pero a raíz de la pandemia, también comienzan a multiplicarse otras historias como la Combiteca en Comitán, Chiapas, una combi que recorre los barrios de la localidad fronteriza con Guatemala para brindar el servicio de internet gratuito a estudiantes de todos los niveles y hacer posible que tomen las clases en línea o hagan las tareas.
Hay maestras como Deysi Raquel Chan Ku en el municipio de Felipe Carrillo Puerto, en Quintana Roo, quien acondicionó una parte de su casa para dar clases a niños y niñas que no cuentan con internet, luz eléctrica, ni televisión o Angie Cuevas Ceballos en Kanazin, Yucatán, quien acondicionó su casa para asesorar estudiantes y para brindar condiciones en las que puedan hacer sus trabajos escolares.
En Tamaulipas, el restaurante Mesón del Valle lanzó el proyecto #estudiantesininternet y dispuso un espacio en su terraza con horario de 8 de la mañana a las 2 de la tarde para apoyar estudiantes que requieran acceso a internet. En Sonora, el Banco de Ropa, dona televisiones para que las niñas y los niños puedan recibir la señal educativa y aprender en casa.
También hay maestras que lanzan acciones para conseguir televisiones para sus propios estudiantes, es el caso de Adriana Jarquín Fernández en Xonacatlán en el Estado de México o el colectivo docente de la Comunidad Educativa Tlacotenco en Milpa Alta, quienes recolectan televisiones usadas, las reparan e instalan en los mercados públicos para que los niños y las niñas sigan estudiando mientras sus padres trabajan.
Hay otras iniciativas como las de Proyecto Educativo y Grupo Yolixtli que han lanzado una convocatoria para que las personas donen su tiempo para apoyar los aprendizajes de niños y niñas de primaria y secundaria en riesgo de abandono escolar.
También en las redes sociales las personas se movilizan con acciones como #AbretuCochera para proporcionar una hora de internet gratuito a estudiantes que lo requieran o #Laptopsconcausa para donar computadoras a estudiantes de media superior y superior para que puedan seguir estudiando.
Todas estas iniciativas hablan de una realidad: para la mayoría de las personas la educación importa.
Vivimos un momento extraordinario que requiere que las personas hagamos cosas extraordinarias, sobre todo para hacer frente a lo que advirtió el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, al presentar el 6 de agosto el informe La educación en tiempos de Covid-19 y más allá, cuando señaló: la pandemia podría causar el trastorno más grave registrado en los sistemas educativos en toda la historia.
“Ahora nos enfrentamos a una catástrofe generacional que podría despilfarrar un potencial humano incalculable, socavar décadas de progreso y agravar las desigualdades más arraigadas”.
Por eso, desde la Campaña #YoTambienMeQuedo en la Escuela que impulsa la Red de Mujeres Unidas por la Educación (MUxED) reiteramos nuestro llamado a la sociedad para que cada uno, cada una, con nuestros recursos, ideas y talentos podamos apoyar desde nuestra trinchera que todas las niñas, las adolescentes y jóvenes se queden en la escuela para hacer efectivo su derecho a la educación. Contáctanos. Yotambienmequedo.enlaescuela@gmail.com
*La autora es maestra en periodismo político y comunicación educativa, integrante de la Red MUxED y una de las coordinadoras de la campaña #YoTambienMeQuedo en la Escuela.
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