13 diciembre, 2020
Sergio Rivera Hernández, defensor del territorio en la sierra Negra, fue desaparecido en 2018. Él y sus compañeros se han opuesto a la construcción de una hidroeléctrica de Minera Autlán en esa zona; las irregularidades en el proceso de justicia incluyen la liberación de los imputados por la desaparición
Texto: Aranzazú Ayala Martínez / @aranhera / Lado B
Fotos: Olga Valeria Hernández
PUEBLA.- Héctor, Amador y Salvador se quedan callados abruptamente dentro de la camioneta, en medio del convoy encabezado por el Ejército. Nunca se imaginaron estar juntos en esto, defendiendo el territorio y de pronto se dan cuenta que ya van a ser cinco años, el peso de la lucha, por un momento, convierte la risa en un muro de silencio.
Cinco años de oponerse al proyecto hidroeléctrico Coyolapa-Atzala, impulsado por Minera Autlán, que pretende construir una presa en el río Tonto, o río Coyolapa, que afectaría a los municipios de Zoquitlán, Coyomeapan y Tlacotepec de Díaz, en la Sierra Negra de Puebla.
A lo largo de este tiempo, han sido amenazados de muerte, han tenido que irse de sus pueblos, han perdido relaciones con familia, con amigos, y ahora también han perdido a Sergio, su compañero en la lucha, desaparecido desde agosto de 2018.
Es lunes, y la camioneta en la que van los defensores del territorio, que pareciera más bien una antiquísima lancha de motor, ruge al subir lentamente las curvas serranas, batallando por seguir el paso de los veloces vehículos de la Comisión Estatal de Búsqueda, la Comisión Nacional de Búsqueda, la Comisión para el Diálogo de los Pueblos Indígenas y las fuerzas armadas que las escoltan. Todos están en una acción de búsqueda.
Ahora recorren el trayecto de un punto de búsqueda a otro, después de haber realizado una asamblea en la comunidad de Coyolapa, en el municipio de Zoquitlán. Después de meses de no reunirse, la comunidad volvió a salir, demostrando su apoyo para buscar a Sergio. Y no sólo eso, sino que la reunión en el centro del pueblo fue también para recordar que siguen organizados y resistiendo contra la hidroeléctrica.
El silencio acompaña el camino que se contonea como una serpiente, torciéndose entre la montaña, enterrándose en el verde oscuro y tupido de los bosques de la sierra Negra. El lodo y el asfalto que se resbalan en el barranco irrumpen entre los montes asaltados por la neblina. Sólo el ruido de la camioneta se escucha mientras llegan las nubes, y los amigos recuerdan cómo empezaron la lucha contra la hidroeléctrica, que es, a la vez, la defensa de su territorio, del río y de la vida como se conoce ahí.
Recuerdan la primera vez que se enteraron del proyecto y terminaron uniéndose para organizarse contra la hidroeléctrica. Muchos, como Héctor, se sumaron después de fundar Radio Tlacuache, la radio comunitaria de Zoquitlán, desde la cual han acompañado, denunciado e informado todo lo que ha sucedido. Uno de sus fundadores, Salvador, fue también amenazado de muerte en mayo de 2019.
Pero ahora no sólo defienden el río: también buscan a su amigo. Y ya no sólo lo buscan vivo. Después de dos años, también han empezado a buscarlo entre la húmeda tierra. Desde que Sergio desapareció recorrieron todos los terrenos y caminos que pudieron, una y otra vez. Ahora, desde hace un par de meses, las autoridades finalmente se involucraron en la búsqueda del activista con jornadas en campo.
En una ocasión anterior estuvo a cargo de la Comisión Estatal de Búsqueda de Personas del estado de Puebla, sin resultados concretos. Por eso, para la segunda semana de diciembre participaron también autoridades federales, incluido un representante de la Comisión para el Diálogo de los Pueblos Indígenas.
El camino es silencio, porque entre la imponente calma de los árboles y la neblina, que se vuelve más espesa cada minuto, saben que ahí están y viven los que desaparecieron a su compañero de lucha Sergio Rivera Hernández hace dos años.
Los tres hombres detenidos por haber sido autores materiales de la desaparición del defensor del territorio salieron en libertad, pese a los testigos y las pruebas en su contra. Regresaron caminando a sus comunidades, campantes.
El mismo lunes, después de visitar uno de los puntos de búsqueda y al dirigirse hacia el lugar exacto donde Sergio fue desaparecido, un perro blanco, lleno de lodo, corre despacio frente a la camioneta que encabeza el convoy. Primero piensan que el animal era de alguna de las personas que fueron a la asamblea en Coyolapa, desde Tepexilotla, pero resulta que no tiene dueño.
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Justo en el lugar donde el activista fue privado de su libertad hay un cruce de caminos y una suerte de lápida, en memoria de un hombre que fue asesinado ahí hace algunos años. El perro, con la mitad baja del cuerpo llena de lodo, se para frente a la piedra, y voltea mientras el personal de la comisión saca un dron para inspeccionar el terreno.
Omar Esparza, dirigente del Movimiento Agrario Indígena Zapatista (MAIZ), organización que encabeza la resistencia contra el megaproyecto, se baja de la camioneta y camina entre el pesado lodo. Ve al perro y sonríe, dice que es el espíritu de Sergio que los guía y los acompaña.
Ese día la búsqueda se enfoca más en revisar posibles puntos que fueron identificados por un análisis de contexto previo, y el martes se hace la jornada de búsqueda en campo. Más adelante del punto donde Sergio fue desaparecido, cuesta abajo en el camino, a las orillas del río, en terrenos tupidos y fangosos, se hacen las inspecciones.
Mientras los integrantes de la Comisión Estatal y los dos representantes de la Nacional vuelan el dron y remueven tierra, y tres binomios caninos –perros entrenados para buscar restos humanos y cadáveres– dan vueltas por los terrenos, los compañeros de Sergio inspeccionan el suelo. Caminan cerca del río que es de un turquesa cristalino, brillante, se mueven bajo los árboles, cortan la maleza y se preguntan dónde podrá estar Sergio.
Antes de que oscurezca, la caravana se tiene que ir. El convoy sale más de una hora después del límite fijado inicialmente por los defensores, quienes recuerdan a las autoridades que es una zona peligrosa.
Varias personas vieron cuando Sergio fue desaparecido. El activista iba en su motocicleta cruzando los lodosos caminos de la parte baja de la sierra Negra, mientras una camioneta lo seguía. En un crucero, en medio del calor y la neblina, el vehículo le cerró el paso y un grupo de hombres armados se lo llevó.
El segundo día de la jornada de búsqueda, uno de sus compañeros de la resistencia señala un punto entre la maleza. “Ahí todavía está su moto”, dice. “Ni la movieron, nadie se la quiso llevar”.
Victorino, Antonio y Rogelio “N”, los tres imputados por el delito de desaparición de persona cometida por particulares y plenamente identificados por los testigos, fueron puestos en libertad en septiembre de este año, pese a que 12 personas que vieron lo ocurrido testificaron ante un juez, y los señalaron claramente.
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La defensa de Sergio, a cargo del Grupo de Acción por los Derechos Humanos y la Justicia Social A.C., ha denunciado constantemente atropellos y faltas durante todo el proceso, que van desde la discriminación lingüística, al no tener traductores de náhuatl, hasta las amenazas contra quienes testificaron. Varias de las personas que declararon y señalaron abiertamente a los tres presuntos responsables, ahora viven con miedo en sus propias casas y comunidades, sin seguridad ni seguimiento.
Pero todo eso fue pasado por alto por el juez Mario Cortés Aldama, porque Antonio, Victorino y Rogelio regresaron triunfantes a sus comunidades, comprobando que en México la justicia parece alejarse de las causas sociales.
Pero este no es el final, ni mucho menos. Tanto MAIZ como la defensa de Sergio han continuado el proceso. Apenas el 1 de octubre los asesores jurídicos del Grupo de Acción por los Derechos Humanos y la Justicia Social A.C. interpusieron un recurso de apelación contra la sentencia definitiva.
Y mientras la lucha sigue en el terreno jurídico, también continúa en el bosque, con un reagrupamiento de los defensores del territorio, aunque Sergio sigue sin regresar a casa. Y su ausencia es ahora un impulso más para los integrantes de MAIZ y las personas opositoras a la hidroeléctrica.
Sus amigos y familiares, parte de la resistencia, lo recuerdan a todo momento. Los dos días que bajan al fondo de la Sierra dentro de la caravana, a cada tanto hablan de él. La última vez que pasaron por tal lugar, estaba él, y ahora que él no está, saben que no pueden detenerse. Ahora menos que nunca van a parar.
Periodista en constante formación, interesada en cobertura de Derechos Humanos y movimientos sociales. Reportera de día, raver de noche. Segundo lugar en categoría Crónica. Premio Cuauhtémoc Moctezuma al Periodismo Puebla 2014. Tercer lugar en el concurso “Género y Justicia” de SCJN, ONU Mujeres y Periodistas de a Pie. Octubre 2014
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