Es pertinente recordar que ¡la violencia feminicida institucional existe! O en otras palabras: la violencia feminicida ha sido institucionalizada. Toca hablar de las instituciones que no atienden oportunamente a las víctimas, una maquinaria burocrática un tanto inútil y muchas veces revictimizante
Twitter: @celiawarrior
Hablemos de violencia feminicida institucional. A propósito de la atención mediática recibida a las acciones de las mujeres que mantienen tomada una de las sedes de la CNDH, resulta prioritario intentar ver más allá de la evidente rabia y desesperación, y destacar desde una lectura feminista lo que ha llevado a las víctimas a realizar estas protestas, además de mencionar sus exigencias. Ya no solo el cómo, sino el por qué y el para qué.
Una lectura feminista tendría que mirar y señalar la magnitud de las violencias acumuladas —incluida la violencia institucional— y visualizar también las causas de fondo. Si obviamos lo anterior vamos a desperdiciar la potencia de las propias víctimas rebelándose contra quien hoy identifican como rector de esa violencia: el estado y sus instituciones feminicidas.
Comprendo el empeño en reafirmar el enojo y la furia en el llamado de atención que hacen las víctimas y las colectivas que las acompañan porque sé que parte de la empatía. Sin embargo, tendríamos que estar decodificando los múltiples mensajes detrás.
Ante los hecho, a mí me surgen inmediatamente interrogantes: ¿Cómo transcender del debate público enfrascado en cuestionar las formas? ¿Cómo esquivamos la narrativa que desde el poder buscan imponer: un “pueblo bueno y sabio” (quienes apoyan el gobierno de AMLO) contra “los conservadores” (todos los que no)? ¿Cómo redirigir la atención a lo que importa: las víctimas? ¿Cómo pueden las colectivas feministas protegerse y proteger a quienes acompañan cuando están en la vulnerabilidad más extrema?
Es destacable la creatividad de las mujeres que ocupan la hoy renombrada Casa Refugio Ni Una Menos: cómo usaron las filias y fobias de los machos en el poder para romper el bloqueo de realidad que estos mismos maquinan. Hablo del ingenio detrás de las “ofensas” a los cuadros de sus héroes patrios; una estrategia muy eficiente para hacer llegar un mensaje al cñor que le encanta dar clases de historia en lo que disfraza de conferencias matutinas, y a su séquito; al mismo tiempo que llama los reflectores de los medios que solo voltean a ver a las manifestantes cuando destruyen algo. Bien ahí.
Pero, más allá del llamado de atención, ahora toca hablar de las instituciones locales y federales que no atienden oportunamente a las víctimas —incluida la CNDH y comisiones locales— hasta que éstas literalmente se amarran a una silla en sus instalaciones.
Qué tal echar lupa a esa gran maquinaria burocrática, no solo un tanto inútil ante los ojos de sus usuarias, sino también muchas veces revictimizante. Toca recordar que estos organismos existen para auxiliar a las víctimas en la búsqueda de justicia, y eso es precisamente lo que no están haciendo. Si la revictimización y violencia institucional no fueran la regla, otra historia sería.
Mara Muñoz, la abogada que representó a una niña víctima de violación en Zacatecas, dio una conferencia virtual el viernes pasado, en la que hizo públicas intimidaciones en su contra por dar visibilidad a irregularidades en el proceso judicial, que también decidió abandonar. El caso es complejo y paradigmático, y si quieren saber más sobre él les recomiendo escuchar su exposición.
Mi punto al traer este caso al tema toma de CNDH es que en su exposición Mara insistió en nombrar las irregularidades en el proceso judicial de la niña que representó como un asunto de “violencia feminicida institucional”. De ahí que me pareció pertinente —sobre todo después del revuelo en el tema toma CNDH— recordar que ¡la violencia feminicida institucional existe! O, en otras palabras, la violencia feminicida ha sido institucionalizada.
Esa violencia puede no consistir en un acto feminicida en sí mismo, pero lo promueve, parafraseando a Mara. Y ni qué decir del mensaje que envía a las víctimas y a quienes las acompañan: “Es un contrasentido seguir exigiendo justicia a un sistema patriarcal… Las migajas de justicia que logramos arrancar siempre cuestan mucho”, dijo Mara, quien durante años ha acompañado como abogada procesos de mujeres y niñas víctimas de violencia.
Periodista
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