La nueva iniciativa presidencial reaviva un debate complejo: ¿Cómo combatir al crimen organizado en un país marcado por la corrupción de sus aparatos de seguridad? Y por ende ¿Quién debe hacerlo? En entrevista, el periodista Jorge Luis Sierra disecciona algunos puntos para pensar en ello
Texto: Alejandro Ruiz
Foto: Presidencia
CIUDAD DE MÉXICO. -El presidente volvió a mandar una iniciativa para que la Secretaría de la Defensa Nacional tome el control operativo y administrativo de la Guardia Nacional.
La propuesta, que ya había sido rechazada en el Congreso y en el Poder Judicial, reaviva un debate que demuestra las heridas de un país marcado por décadas de violencia y graves violaciones a los derechos humanos.
Sin embargo, mientras los políticos se ponen de acuerdo, la sociedad civil sigue enfrentando el control de territorios enteros por parte del crimen organizado, y atiende el fortalecimiento del ejército en la vida pública.
El actor principal en esta trama es la Guardia Nacional, la fuerza intermedia creada por órdenes del presidente López Obrador para desplegar en el territorio su estrategia de seguridad resumida en el lema “abrazos, no balazos”.
Pero, las intenciones de hacer definitivo su pase como una corporación al mando de las Fuerzas Armadas parecen contradecir su slogan, y el esfuerzo de esta administración por apostar a una estrategia de prevención social de la violencia.
¿Cómo combatir al crimen organizado en un país marcado por la corrupción de sus aparatos de seguridad? ¿Con más militares o fuerzas bajo su control? ¿Cómo coexistir con eso en medio de una divisón de los Poderes de la Unión?
Para despejar algunas incógnitas, en Pie de Página dialogamos con Jorge Luis Sierra, periodista especializado en el estudio de las Fuerzas Armadas.
La idea de una fuerza intermedia entre la policía y el ejército para combatir la criminalidad no es nueva. Al menos, desde Zedillo hasta López Obrador, el eje central de las políticas de seguridad ha caminado al unísono con esto.
¿Pero por qué? Jorge Luis explica las razones:
“La Guardia Nacional es una fuerza intermedia de seguridad, una fuerza que interviene cuando se requiere un nivel intermedio de fuerza. Hay guardias nacionales o entidades intermedias en muchos países: en Europa, en América Central, en América del Sur, en Estados Unidos.
“Hay una necesidad de aplicar una fuerza intermedia cuando el gobierno enfrenta a una fuerza que requiere un nivel de uso de baja intensidad de la fuerza, y normalmente se emplean las capacidades de policía. Pero, para contener a las organizaciones criminales en México, por el tipo de armamento que tienen y la forma en la que se han estado desplegando en el territorio, no basta con aplicar la fuerza policial. Sobre todo, una fuerza policial que históricamente en México ha estado debilitada por muchas razones: por falta de entrenamiento, de moral, falta de equipamiento y corrupción.
«Para el caso de las organizaciones criminales como las que operan en México, normalmente es suficiente una fuerza intermedia para combatirlas, porque el otro extremo es cuando se aplica la fuerza máxima que puede tener un Estado, o sea: cuando se usan a las Fuerzas Armadas, las que normalmente se usan cuando hay conflictos armados que pueden ser internos o externos».
«En el mundo hay estructuras intermedias que están adscritas a la Secretaría de la Defensa, y otras que están adscritas a las entidades policiales, porque son algo híbrido. Entonces, realmente los puntos que habría que analizar para decir si es necesario que la Guardia Nacional siga perteneciendo a la Secretaría de la Defensa Nacional son: ¿Cuál es el estado de la fuerza policial, y cuál es el estado de la fuerza militar? Ese debería ser el primer análisis que se tiene que hacer”.
La historia de ambas instituciones está marcada por la oscuridad.
Por un lado, los vínculos de las policías (estatales, municipales y federal) con los grupos criminales hizo que en 2007, la Guerra contra el Narco fuera en realidad una operación de estado a favor de un cártel en particular.
Por el otro, la historia del ejército mexicano, y su participación en las estrategias de contra insurgencia durante la Guerra Sucia, y las graves violaciones a los derechos humanos que eso conllevó, siguen latentes en la memoria histórica de nuestro país. Y casos como Ayotzinapa, nos demuestran que no son cosas del pasado.
Entonces, ¿cuál es la institución que pueda revertir lo que ellos mismos alimentaron? El gobierno dijo: la Guardia Nacional. Pero, ¿a quién debe responder esta corporación? Jorge Luis reflexiona:
“Un primer elemento que vemos es que existe una fuerza policial débil que sigue estando con una capacidad inferior a la que tienen las organizaciones criminales, y muchas veces trabajan en asociación con ellas. De ahí, es que esa condición genera una posibilidad para que las policías tengan un impacto en las organizaciones delictivas menores, pero no en donde hay un control de todas las actividades delictivas, o fuera de la ley, que ocurren en la entidad, la población, el municipio o en la región. Entonces, la fuerza policíal tiene cierto control de la delincuencia callejera, pero poco control de órdenes de criminalidad que se acercan mucho a la criminalidad organizada.
“Esa condición hace necesaria a una fuerza intermedia para combatir esa situación. El problema está en que si le vas a pasar el control de la fuerza intermedia a una entidad policial que no tiene capacidad, y que además está controlada por el narcotráfico, entonces simplemente estás poniendo a su servicio la única fuerza que tienes para enfrentar eso. Esto nos abre una pregunta: ¿Qué conviene más, que la Guardia Nacional siga dentro de la inserción militar, o que esté fuera de ella y que esté gobernada por una institución policial?»
“En el sexenio de Enrique Peña Nieto, por ejemplo, la fuerza intermedia, que era la Gendarmería Nacional, no tuvo éxito, y pasó a ser la Policía Federal, y a ser parte de la Secretaría de Gobernación, que fue un intento de un esquema diferente, pero que tampoco tuvo éxito.
“En los sexenios anteriores, desde Zedillo, Fox y Calderón,lo que pasó es que los preseidentes Zedillo y Fox organizaron la Policía Federal Preventiva, que era una fuerza intermedia que estaba adscrita a la Secretaría de la Defensa Nacional, y que terminó desmanteándose por ese afán que hay de cada gobierno en emplear un esquema nuevo y no generar una política transexenal para el tipo de respuesta que se le da al fenómeno de la criminalidad.
“Ahora, después de años de saber que la Policía Federal, adscrita a la Policía Nacional, estaban trabajando con el narcotráfico, hace muy difícil pensar en pasar a la Guardia Nacional bajo el control de una policía que ahorita ya ni siquiera existe, porque fue esa misma Policía Federal la que se integró a la Guardia Nacional».
“Entonces, por esa razón es que parece lógico pensar en que la Guardia Nacional sigua estando bajo el control de las fuerzas armadas”.
Bajo la lógica de Jorge Luis, el pase de la Guardia Nacional a la Sedena es resultado de las fallas y deficiencias que tienen las policías en México para enfrentar la criminalidad.
Sin embargo, militarizar por completo a la fuerza intermedia que durante este sexenio ha encabezado la esrategia de seguridad en el territorio también tiene sus riesgos, aunque en la iniciativa se planteé que la esencia de la Guardia Nacional seguirán siendo tareas de policía, y no bélicas.
¿De qué riesgos hablamos? Jorge Luis los enlista:
“Un elemento de análisis para ver las debilidades de esta iniciativa es, precisamente, el control democrático de la Guardia Nacional, porque al pertenecer a la Secretaría de la Defensa Nacional, se regirán bajo los controles institucionales de un sistema como el mexicano que han sido débiles para controlar a los militares.
“Hoy, prácticamente, la Secretaría de la Defensa sigue manifestando niveles de autonomía que le permiten operar en el país en rubros que tienen que ver con su profesión, y en rubros que ahora están fuera de su profesión, como la administración de líneas aéreas, o de ferrocarriles, o de otro tipo de empresas que escapan a la visión militar, pero que las han tomado. Ahí hay una debilidad, porque al momento de estar funcionando bajo un esquema militar, y entrar en un concepto de seguridad nacional, el sistema de transparencia no logra penetrar la conexión secreta de los documentos de seguridad nacional, y entonces la institución tiene un argumento con que negar la información.
“El peligro es que ahora, cuando la Guardia Nacional está manejando situaciones que son consideradas como de seguridad nacional, pues hay un obstáculo para acceder a la información, y ese obstáculo no es sólo para periodistas, sino que es un obstáculo para la sociedad civil, y en términos generales para el Estado mexicano”.
“También hay una debilidad legislativa, porque el Congreso está dividido por las faacciones políticas que están en disputa por el poder. No hay una unidad a nivel legislativo, y es difícil que el Poder Legislativo se ponga de acuerdo en las funciones fundamentales de la Guardia Nacional, porque está de por medio toda esta cuestión de enemistad política. Entonces, de alguna manera, hay un control deficiente que no alcanza a controlar a las Fuerzas Armadas, ni alcanza a controlar tampoco a la Guardia Nacional.
“El único elemento de control hasta el momento es el control presupuestal, pero no funciona como un control, digamos, pensado de manera estratégica, poniendo los fondos del gobierno en los puntos estratégicos, sino que ese proceso ha sido más bien controlado por la insuficiencia presupuestal.
“Entonces, tienes unas fuerzas armadas que no están equipadas como fuerzas armadas, que han sido transformadas en una fuerza semipolicial, o una fuerza semimilitar, y que han perdido capacidades para defender la seguridad nacional. Ese es un punto importante, porque el presupuesto sigue siendo el único control a las fuerzas armadas».
“Hace falta que realmente exista un proceso mucho más participativo de la sociedad, o sea: de la parte civil del gobierno y de la parte militar, para lograr un presupuesto que se ajuste realmente a las necesidades nacionales”.
Esta pregunta parece ser el centro de la iniciativa, y que sin embargo, en su redacción no está explícito.
La importancia deviene de qué pasará con la Guardia Nacional una vez que este sexenio concluya. ¿Será otra estrategia fallida? ¿Cómo evitar que así sea?
Jorge Luis tiene más dudas, que respuestas:
“Este punto me parece importante, porque la propia estructura de la Guardia Nacional, al momento de ser controlada por las Fuerzas Armadas, entra dentro de la cadena de mando militar, y por lo tanto funcionando bajo la cadena de mando. Por esa razón, la Guardia Nacional, al ser de un tipo de funcionamiento que es leal a la figura del Poder Ejecutivo, pero que no está encajada en una estructura más democrática que permita un control adecuado, realmente depende mucho del gobierno en turno, y no de una estructura propia.
“Pensar en que la Guardia Nacional va a seguir teniendo éxito frente al crimen organizado, puede ser algo que genere dudas, porque del otro lado, las organizaciones criminales están creciendo, están desarrollando capacidades que antes no veíamos. Siguen adquiriendo armamento, siguen obteniendo financiamiento, controlando partes de la otra criminalidad, robándose el presupuesto de los municipios, desarrollando capacidades sin que parezca haber un control suficiente por parte del Estado.
“En esa tesitura se encuentra esta iniciativa de ley, y el presidente necesitaría casi tener un segundo sexenio, es decir: del mismo partido, para poder ejecutar esa ley, y poder lograr una composición parlamentaria diferente que le permita gobernar, porque de otra forma va a ser complicado”.
“Pero mientras siguen operando y fortaleciéndose los grupos criminales, la fuerza intermedia sigue sin tener el éxito que se había propuesto, y realmente tiende a normalizar una situación que ya de por sí existe: que esté adscrita a la Secretaría de la Defensa Nacional mientras no existe un fundamento constitucional para que las fuerzas armadas participen en la Seguridad Pública.
“La iniciativa, en realidad, se trata de darle una investidura legal a la acción de las fuerzas armadas que no se ha logrado concretar”.
En síntesis, aunque los resultados de la Guardia Nacional presentados por el gobierno demuestran un freno al aumento porcentual de la tasa de homicidos en el país, México sigue siendo un territorio en disputa.
Los resultados de los programas sociales de prevención social de la violencia no se verán hasta años después, y si es que las siguientes administraciones continúan en esa línea.
Pero, a nivel de campo y combate frontal a la criminalidad ¿qué se puede mejorar y cómo podemos medir los resultados de una fuerza militar con formación policíal?
Jorge Luis aventura sus conclusiones:
“Las fuerzas intermedias se han distinguido por tener una capacidad de inteligencia muy grande, y creo que esa debe ser la apuesta, porque utilizar el músculo militar para reprimir una situación de violencia en una región, puede tener un problema de sostenibilidad, porque una vez que la fuerza militar se retira, la violencia vuelve.
«En esa estrategia está fallando un sistema de inteligencia que sea mucho más a largo plazo. Una combinación de inteligencia estratégica, con inteligencia táctica y operacional más efectiva, que implique más acciones de inteligencia, y menos uso de la fuerza militar».
«Por otra parte, me parece que de las cosas que efectivamente le duelen a una organización criminal es cuando tocas sus ingresos, pero si no hay una acción decidida y efectiva en contra del de los sistemas de ingreso y egresos que tienen las organizaciones criminales, pueden arrestar a un cabecilla, pero la organización pone a otro y la capacidad económica sigue igual.
«La Guardia Nacional, por sí sola, no creo que tenga o siga teniendo el poco éxito que tiene sino es acompañada por una inteligencia financiera más sólida, sin dejar de considerar que en algunas situaciones vas a ser necesario el uso de la fuerza militar».
«Y en ocasiones, si el único recurso contra las organizaciones criminales es el militar, hay que utilizarlo; pero hay que utilizarlo con una serie de controles democráticos.
«Sin embargo, en México eso todavía no termina de perfeccionarse, y todavía hace falta saber cómo han participado el Ejército, la Armada, o la Fuerza Aérea en acciones en contra de los derechos humanos de gran envergadura. Clarificar eso va a ser fundamental”.
Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.
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