Su congruencia política excluyó a Enrique González Rojo de las élites literarias, que lo veían demasiado político. Mientras, los grupos políticos lo veían demasiado literato.
TEXTO Y FOTOS: Duilio Rodríguez
CIUDAD DE MÉXICO.- El 5 de marzo de 2021 murió el poeta y filósofo Enrique Gonzalez Rojo Arthur. A un año y medio de su muerte, la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura le rindieron un emotivo homenaje. Como parte del reconocimiento a su obra, el Instituto editó ROJO, una colección de siete libros con poemas y ensayos filosóficos del maestro.
En el Palacio de Bellas Artes, entre amigos y familiares se recordó al poeta y filósofo revolucionario, al hombre afable de risa franca y plena, apasionado de la música clásica.
En el escenario estuvieron presentes sus hijos, la investigadora Graciela González Phillips y el músico Guillermo González Philips; el poeta y ensayista Manolo Mugica; el profesor Jorge Aguilera y la directora del INBAL, Lucina Jiménez López.
González Rojo Arthur ganó en 1976 el Premio Xavier Villaurrutia; el cual donó a dos movimientos obreros. Su congruencia política en movimientos de Izquierda y sus críticas a las ideas políticas de Octavio Paz lo excluyeron de las élites literarias que lo veían demasiado político; mientras que los políticos que lo veían demasiado literato.
A pesar de verse excluido de los círculos, obtuvo múltiples distinciones como el Premio Nacional de Poesía Benemérito de América; el doctorado Honoris Causa que le otorgó la Universidad Autónoma Metropolitana; el Premio de Humanidades de la Feria Internacional del Libro del Instituto Politécnico Nacional.
Para comprender mejor su legado literario, Graciela González se refirió a su padre como un buscador de la lógica poética que, de acuerdo con el autor, señala cuatro etapas líricas que marcaron su obra:
Prepoeticista, Poeticista, Pospoeticista y una última donde propone y realiza dos nuevos géneros literarios que nombró cuentemas y novelemas, que proponían unir las dos pasiones fundamentales de su vida, la poesía y la filosofía, para crear el poemario Poema filosófico 1 y Poema filosófico 2.
Los pilares que dieron sustento a su vida fueron: “La poesía, La filosofía, El magisterio y la participación política de izquierda”, las mujeres a las que amó, mencionó Graciela.
En las butacas del recinto, estaba la profesora Alicia Torres, quien fue ovacionada por el público cuando la ponente la nombró por haber sido colaboradora, coautora, camarada y compañera amorosa del poeta hasta el día de su muerte.
Por su parte, Manolo Mugica le dedicó una extensa carta abierta a “Egra”, como le llamaba de cariño a Enrique, y de quien se refirió como un gran maestro de poesía «del que nos faltan textos que atestigüen las enseñanzas de sus conversaciones».
Mugica se refirió a la edición de la nueva colección Rojo como la que marca un precedente en la poesía mexicana, no solo por tratarse del trabajo en la última etapa de uno de los poetas mayores, sino porque presenta una victoria para la poesía que le da continuidad a los proyectos de poetas mexicanos, quienes a pesar de su enorme calidad son excluidos de las grandes editoriales y antologías.
“Ojalá (la colección) hubiera llegado antes, porque si alguien merece todos los reconocimientos del orbe de la poesía, ese eres tú”, lamentó el escritor y crítico.
Jorge Aguilera destacó que en las obras previas de Enrique González Rojo, existe la intención de tratar temas conocidos, obras probablemente de dominio público, pero vistas desde una nueva perspectiva, con un nuevo lenguaje.
Mencionó el novelema Peter el Rojo y su Informe para una academia, que se basa en un cuento de Franz Kafka.
El texto de Kafka es el informe de un mono capturado en la selva que se va a vivir a una ciudad, decide volverse humano y formar parte de una academia.
“Enrique, al retomar el cuento de Kafka, mantiene como planteamiento central el sustento filosófico sobre la salida y no de la libertad”, dijo Aguilera.
Nuestro chimpancé
con escrupuloso cuidado
trata de que por favor no se confundan
la salida con la libertad.
Salir es ir de un sitio al otro,
azuzar a los pies en ese viaje
que nos hace abrigar en la nuca
el hálito del adiós
cuando ya en la frente se reconoce el aliento
del saludo.
Pero salir puede ser,
válgame Dios, trasladarse de una cárcel a otra
o cambiar de una mazmorra
en que se da más agua que pan
a otra en que se brinda más pan que agua.
Y eso ¿tiene algo que ver con la liberación?
La libertad, en cambio,
es fugarse de las fugas
o el utópico salir de los salires.
(fragmento del novelema: Peter el Rojo y su Informe para una academia)
Aguilera, además, destaca un claro gesto irónico a propósito de la política cuando en el texto dice:
pero el simio no entendía
por lo común sus bromas.
A veces, por ejemplo, alguno de ellos
daba órdenes al otro,
y éste replicaba,
alzando los hombros para cargar su indiferencia:
“¿Y yo por qué?”,
a lo cual respondía un estallido de carcajadas
incomprensibles para el chango.
Otras, cuando los hombres
protestaban con furia
por algo fuera del entendimiento del simio,
la declaración de alguno de que:
“haiga sido como haiga sido”,
era también causa de celebración
por el coro de estentóreas carcajadas
con lo que el mono atento, reflexivo,
hundíase en la tierra movediza de la perplejidad.
(fragmento del novelema: Peter el Rojo y su Informe para una academia)
Para Aguilera, definitivamente la Obra de Enrique González Rojo es infinita, a la que hay que meterse una y otra vez durante muchos años, es una experiencia de lectura que nos va abriendo caminos, el entendimiento y si tenemos suerte nos va abriendo la capacidad de comprender el mundo, entender la vida desde otro lado.
La última en tomar la palabra fue la directora del INBAL, Lucina Jiménez, quien visiblemente emocionada dijo que se trataba de una noche muy especial en la que nos había reunido un poeta, filósofo, maestro, crítico, militante y actor fundamental del siglo XX.
Lo definió con una palabra: radical, en el sentido de ir a la raíz, de siempre estar buscando aquello que siembra perspectiva de congruencia, de alteridad, de espíritu igualitario, también de inconformidad con lo establecido, con aquello que amenaza en convertirse en una verdad única.
“Pienso que él fue un adelantado, porque miraba muchísimo más allá del tiempo específico, pensaba incluso que podría ser revolucionario; es decir, cuando se pensaba algo revolucionario, él ya estaba revolucionando aquello que había sido pensado como revolucionario, porque siempre estuvo yendo más allá”, compartió.
Jiménez habló del reconocimiento que significa editar la obra de González Rojo, asumir el compromiso institucional de darle luz a sus palabras, a las letras, a la reflexión literaria contemporánea que estaba ahí.
Relató cómo pensaban que los textos pendientes de editar serían pocos y al final se multiplicó su obra, con siete tomos de poemas y para su sorpresa aún hay más.
“Como siempre el maestro González Rojo yendo al final de los procesos, una vez que llega al final hay que seguir adelante y no conformarse con el lugar al que se ha llegado, por que ese lugar siempre será solo un espacio provisional para emprender otro vuelo, desarrollar otro proceso y quiero decir que eso es lo que tenemos que hacer”. Y desató el aplauso del público asistente.
Editor y fotógrafo documental, retrato, multimedia y vídeo. Dos veces ganador del Premio Nacional de Fotografía Rostros de la Discriminación.
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