Francia: los hilos de Le Pen y el primer ministro

5 septiembre, 2024

Foto: Wikipedia / AG Gymnasium Melle

Michel Barnier, político conservador, será el nuevo primer ministro de Francia. Llega con fuertes críticas de las izquierdas de ese país agrupadas en el Nuevo Frente Popular

Texto: Iván Cadin @ivankdin

Foto: Wikipedia / AG Gymnasium Melle

FRANCIA. – Tras casi dos meses de espera, el presidente francés Emmanuel Macron anunció oficialmente al político conservador Michel Barnier como primer ministro de Francia, con el visto bueno de las derechas francesas y la fuerte crítica de las izquierdas, reagrupadas en el Nuevo Frente Popular.

El nombramiento y traspaso de poderes se desarrolló la tarde de este jueves en el Palacio de Matignon, sede del puesto, con la salida de Gabriel Attal. En un comunicado emitido por presidencia, se detalló que el nuevo primer ministro tiene la tarea de formar “un gobierno unificador al servicio del país”.

Barnier, en su primera alocución al cargo, consideró “grave” la situación política actual del país, indicando que toma el puesto con “gran humildad y determinación”. Habló de “cambios y rupturas” con los gobiernos anteriores, adelantando que su programa de política general, que deberá presentar en breve ante la Asamblea Nacional, «será cuestión de responder lo mejor que podamos a los desafíos, a la ira, al sentimiento de abandono de los franceses”. La educación, dijo, seguirá siendo “prioridad del gobierno”, así como “el control de la inmigración y la seguridad diaria”.

Un veterano de la derecha francesa

¿Quién es Michel Barnier?

De 73 años (es el primer ministro de más edad en la Quinta República), es un militante veterano del partido de derecha Los Republicanos (LR). Por este partido ha sido diputado y senador. En los ochentas del siglo pasado, votó contra despenalizar la homosexualidad y contra el gasto público en materia de abortos. Fue ministro del Exterior con Jacques Chirac y de Agricultura, Medio Ambiente y Asuntos Europeos con Nicolas Sarkozy. Apoyó subir la edad de jubilación a los 65 años, bandera de su partido desde entonces.

Su carrera política también la hizo en la Unión Europea, como eurodiputado y comisario. Su último cargo que le dio gran relevancia fue el de negociador europeo para el Brexit, después de haber sido comisario europeo de Mercado Interior y Política Regional.

Como innumerables personajes de la Unión Europea actual, es una figura proeuropea ultraliberal en lo económico, pero cerrado y duro en temas migratorios con aquellas poblaciones que están fuera del espacio Schengen (los países europeos con libre circulación de personas).

En el tema de la migración, Barnier comparte prácticamente la misma línea que Agrupación Nacional (AN), el partido de extrema derecha de Marine Le Pen. En 2022 intentó infructuosamente obtener la candidatura de su partido para la elección presidencial. En un debate partidista para buscar la nominación, se mostró duro en el tema, con posiciones que ha promovido AN, como el referéndum migratorio y la moratoria migratoria de 3 a 5 años (que contempla fin de regularizaciones, limitación de reagrupamientos familiares, supresión de la ayuda médica, reducción de estudiantes extranjeros, entre otros puntos), un debate donde señaló que estas reformas constitucionales no deberían ser “sumisas a las obligaciones de la Corte Europea de los Derechos Humanos”. Apenas hace unos meses afirmaba en televisión que “la extrema derecha no tiene el monopolio de los debates, de las ideas y, a veces, de algunas soluciones”.

El ganador: el partido con menos votos

En las elecciones legislativas pasadas, a las que Macron convocó tras disolver la Asamblea Nacional para tener una mayor “claridad” en la correlación de fuerzas legislativas, la alianza de izquierdas Nuevo Frente Popular (NFP) surgió como la primera fuerza con 193 diputados (de 577), por delante del bloque de Macron (Juntos por la República) que logró 166 y el partido de Le Pen 142. El partido de Barnier, LR, logró solamente 40 diputados, quedando en último sitio. De ahí la airada protesta del frente de izquierda, al no respetar la elección de la primera fuerza, a la que tradicionalmente se le confiere el gobierno francés (primer ministro).

El presidente Macron señaló que como ninguna fuerza logró la cómoda mayoría absoluta, cifrada en 289 diputados, y para evitar una moción de censura parlamentaria y su eventual remoción, el cargo debía tener la bendición de una mayoría. Y esa mayoría se le ha dado tácitamente Marine Le Pen.

La nueva Asamblea ya está conformada. Macron debía anunciar al primer ministro, pues tiene en puerta trámites inaplazables como el presupuesto para 2025. El presidente francés tardó casi dos meses en escoger titular, usando los Juegos Olímpicos y las vacaciones de verano para cabildear y hacer consultas con partidos, ex presidentes, ex ministros (“tregua política”, la llamó), situación no vista desde la Segunda Guerra Mundial, aunque constitucionalmente el presidente no tiene plazos fijos para nombrar primer ministro.

“Este nombramiento se produce tras un ciclo de consultas sin precedentes durante el cual, de acuerdo con su deber constitucional, el presidente se ha asegurado de que el primer ministro y el Gobierno venidero reúnan las condiciones para ser lo más estables posible y darse la oportunidad de reunir al mayor número de personas”, dijo la presidencia francesa en el comunicado del anuncio.

Le Pen, factor de la balanza

Para que su cartera de primer ministro no caiga en la Asamblea Nacional con una moción de censura, Macron nuevamente hizo migas con el campo conservador. Explícitamente, Barnier tiene asegurado el apoyo de su partido, Los Republicanos, y de manera indirecta, con el beneficio de la duda, el de Agrupación Nacional, quienes, como partido, cuentan con el mayor número de escaños en la Asamblea. La eventual moción de censura que planea articular el NFP contra Barnier no prosperará si las tres fuerzas políticas anteriores no la votan, cosa que así sucederá.

Nuevamente, el auto referido como socialdemócrata y centrista “ni de izquierda ni de derecha” Emmanuel Macron, encuentra su natural ambiente hacia la derecha y ultraderecha que hacia el campo de la izquierda, que en muchas ocasiones dice también representar. 

Tras conocerse el anuncio, Le Pen comentó que “Michel Barnier parece cumplir al menos el primer criterio que habíamos solicitado, es decir, alguien respetuoso con las diferentes fuerzas políticas y capaz de poder dirigirse a Agrupación Nacional, que es el primer grupo de la Asamblea Nacional”, dándole un respiro a su nombramiento: “estaremos atentos al proyecto que llevará a cabo y atentos a que las aspiraciones de nuestros votantes, que representan un tercio de los franceses, sean escuchadas y respetadas.”

El líder de AN, Jordan Bardella, dijo que el partido reconocía la decisión de Macron y que juzgaría el «discurso de política general de Barnier, sus decisiones presupuestarias y sus acciones por su propio mérito». Marion Maréchal, sobrina de Le Pen y ala dura de una corriente por sí extrema, publicó en la red social X “¡Vamos, señor primer ministro Michel Barnier, es hora de cumplir sus promesas!”, adjuntando un video donde el ahora funcionario exhibe su duro pensamiento anti migratorio en un debate televisivo por la candidatura presidencial de su partido en 2022.

Abiertamente Le Pen decía que su partido votaría sin titubear una moción de censura si las opciones para primer ministro recaían en Xavier Bertrand y Bernard Cazeneuve, republicano y socialista, respectivamente, y con más razón si la opción surgía directamente del NFP, representada en la figura de la economista Lucie Castets, opción consensuada y presentada semanas antes por el NFP y a la que Macron le hizo oídos sordos, aún siendo la fuerza y programa político que mayoritariamente votaron los franceses.

Una ultraderecha “soberana”… muy neoliberal

En los hechos y al menos en esta decisión, es un gobierno Macron-Agrupación Nacional-Los Republicanos. Constantemente, en el discurso, Macron dice rivalizar con Agrupación Nacional pero en el día a día y en diversos momentos de sus dos gestiones, no hace más que reforzar, ya sea en su programa político o en su narrativa ideológica, a esta agrupación partidista.

En las pasadas elecciones el llamado fue a hacer barrera republicana contra un partido de políticas rancias y racistas, partido que hoy es el factor de decisión para una elección del presidente Macron.

Contradicciones que, de la misma manera, se observan en el discurso “soberano” y pretendidamente anti elitista del partido de Le Pen: Barnier es una figura del ultraliberalismo francés y europeo, de la tecnocracia europea que, discursivamente, dice criticar este partido. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, felicitó a Barnier por su nominación: “Sé que tiene los intereses de Europa y Francia en su corazón, como lo demuestra su larga experiencia. Le deseo mucho éxito en su nueva misión”.

Izquierda: el “robo de una elección” y un “usurpador”

Tras el humo blanco de Barnier, el NFP emitió un comunicado donde señala que Macron “está llevando al país al callejón sin salida que él mismo ha creado”. Y que él sólo dos opciones tiene: “la primera es un gobierno del Nuevo Frente Popular, que salió vencedor en las urnas; la segunda es un gobierno de la coalición presidencial, que sólo puede mantenerse gracias a un acuerdo tácito con la extrema derecha”.

“Emmanuel Macron está sentando las bases para Agrupación Nacional”, señaló Lucie Castets, la candidata a ocupar el cargo propuesta por el NFP.

Jean-Luc Mélenchon, líder de La Francia Insumisa (LFI), el partido con más fuerza del NFP, emitió un discurso en redes donde dijo que “Macron robó la elección al pueblo francés” al nombrar a una figura que proviene del partido que quedó en último sitio en las elecciones y cuya decisión al final tuvo que llevar el visto bueno de Le Pen. Llamó “el usurpador de Matignon” a Barnier.

La líder de los Verdes, Marine Tondelier, contraatacó también: “Al final sabemos quién decide. Se llama Marine Le Pen. Es a ella a quien Macron ha decidido someterse”.

Si bien Macron en un inicio tuvo la idea de crear una alianza entre macronistas, republicanos, socialistas, verdes y comunistas (sin La Francia Insumisa), para de ahí nombrar a un primer ministro y, de paso, quebrar la alianza legislativa de izquierdas, con la elección de Barnier lo que logró fue reunificar al NFP en las fuertes y duras críticas a su decisión.

Vamos, hasta Hollande, ex jefe político de Macron, criticó el anuncio, no tanto por Barnier sino por el peso y relevancia que le da a Le Pen esa decisión.

La izquierda anunció que presentará una moción de censura al primer ministro, pero sabe que por sí sola no podrá lograr su avance. Por lo tanto, las rutas serán otras y se irán viendo a futuro. La Francia Insumisa ha convocado a una marcha el 7 de septiembre y busca ya, en esos términos, la destitución de Emmanuel Macron. 

¿Con qué programa se gobernará?

Con todo lo anterior y con las credenciales políticas propias, Barnier deberá construir un gobierno “unificador”, lo cual, a unas horas de su nombramiento, se ve difícil. Si bien es cierto que tras las elecciones no surgió una gran mayoría definida, el bloque tácito creado (Macron-Los Republicanos-Agrupación Nacional) no estuvo en la mente de los franceses a la hora de votar. Si Macron hubiera anunciado en elecciones que finalmente negociaría con quien decía combatir frontalmente, los resultados seguramente hubieran sido otros.

Lo que el presidente ha hecho nuevamente es formar, de facto, un bloque de derechas francés. La cosa es que este bloque no se transparentó tal cual en la campaña ni en las elecciones. ¿Qué programa de gobierno se presentará?

Para no ser derrocado, en el peor de los casos, o para que sus reformas no sean desechadas, Macron le debe lealtad a la extrema derecha. Es paradójico que la debilidad de Macron sean sus reformas políticas neoliberales. Y ante esa realidad llega un primer ministro que seguramente llegará a defenderlas y continuarlas, con algunos retoques aquí o allá. Y con el visto bueno de una extrema derecha que se presenta como reivindicativa de lo nacional ante los ultraliberales tentáculos de la Unión Europea, pero que en los hechos siempre termina apoyando al empresariado trasnacional.

Como hemos venido diciendo en esta corresponsalía, Francia vive un sobresaltado agotamiento de régimen, que se desarrolla en estos momentos de una manera agitada.

Iván Cadin