Michel Barnier presentó su dimisión como Primer Ministro de Francia, a tan solo tes meses de asumir el cargo. En puerta, llega un proceso electoral marcado por las divisiones de la izquierda y el macroniso que no cede posiciones
Texto: Luciana Oliver Barragán
Foto: Tomada de redes sociales de Michel Barnier
CIUDAD DE MÉXICO. – El 4 de diciembre, la Asamblea Nacional francesa aprobó una moción de censura contra el Primer Ministro Michel Barnier, quien, a los 73 años, terminó su mandato de manera abrupta tras solo tres meses en el cargo. La moción de censura fue impulsada por las crecientes tensiones políticas en el parlamento, derivadas de las disputas internas en la coalición que lo había nombrado. Como resultado de la votación, Barnier presentó su dimisión, lo que abre la puerta a un nuevo nombramiento en los próximos días.
El presidente Emmanuel Macron, en un mensaje televisado, anunció que designará a un nuevo primer ministro, subrayando que esta decisión no implica su renuncia como presidente de la República.
La moción de censura se produce en un contexto de crisis política y económica, en la que el gobierno de Macron ha tenido que enfrentar una profunda fragmentación dentro del parlamento y graves dificultades fiscales. La situación deja en el aire la estabilidad política del país, con varios nombres de posibles sucesores de Barnier, entre ellos el ultraderechista Bruno Retailleau, el ministro de Defensa Sébastien Lecornu y el centrista François Bayrou.
La coalición entre el partido conservador de Barnier, Los Republicanos y los aliados de Macron, representó para la derecha una opción frente al ascenso del partido ultraderechista de Marine Le Pen la Agrupación Nacional (RN en francés por Rassemblement National).
Aunque Barnier comparte una línea político-ideológica parecida a la RN, la moción de censura sumó los votos tanto de la extrema derecha como del frente de izquierda.
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El mandato de Barnier ha sido el más corto de la historia de la Quinta República. Nombrado Primer Ministro el 5 de septiembre de 2024, Barnier fue elegido como parte de una coalición entre su partido Los Republicanos y el macronismo, con el objetivo de resolver la crisis interna de la Asamblea Nacional. En ese momento, Francia vivía una profunda polarización política, acentuada por el ascenso de la izquierda.
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La izquierda francesa, agrupada en el Nouveau Front Populaire (NFP) –compuesta por los partidos Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, el Nouveau Parti Anticapitaliste, el micropartido Place Publique y el Parti Socialiste, autodenominados «reformistas», con una línea política de centroizquierda y con propuestas económicas neoliberales –, se consolidó como la fuerza más grande en la Asamblea Nacional tras las elecciones de verano, obteniendo 192 escaños frente a los 166 de los macronistas y 142 de los aliados de la ultraderechista Marine Le Pen, lo que dejó al parlamento dividido. Aunque la coalición NFP no obtuvo la mayoría absoluta, su victoria electoral marcó un hito, ya que reunió a las principales fuerzas de la izquierda y centroizquierda francesas.
Sin embargo, la unidad del NFP se ha visto amenazada por desacuerdos internos entre el Partido Socialista, que tiene una dirección de izquierda que debate con una facción interna de derecha que desea romper con el NFP, y La France Insoumise, férreo defensor de la unidad de las izquierdas. Esto, ha complicado la situación política en el país. La fragmentación dentro de la coalición de izquierda refleja las tensiones ideológicas y estratégicas que existen entre sus miembros, lo que, sumado a la crisis económica, ha dejado a Macron y su gobierno en una posición vulnerable.
La dimisión de Michel Barnier es un reflejo de la inestabilidad política que atraviesa Francia. La falta de cohesión dentro de la coalición que lo llevó al poder, junto con la creciente polarización y las tensiones dentro del parlamento, ha minado su capacidad para gobernar eficazmente. Los desacuerdos sobre las políticas fiscales y de defensa – recortes al Ministerio de Trabajo y los aumentos en el presupuesto de Defensa – fueron factores decisivos que impulsaron la moción de censura.
Además, la crisis económica del país, caracterizada por un bajo crecimiento del PIB (apenas el 1%) y un déficit público que superará el 6% este año, ha agravado la situación. La incapacidad del gobierno para implementar reformas eficaces en medio de la fragmentación política ha acelerado la caída de Barnier.
En este contexto, el próximo nombramiento de un nuevo Primer Ministro podría ser crucial para definir la dirección futura del país. A pesar de que Macron ha descartado la posibilidad de nombrar a un líder de izquierda, los pequeños partidos de izquierda siguen luchando por mantener su influencia en el parlamento. Como menciona Olly Haynes en entrevista con Jacobin:
“Las próximas elecciones presidenciales ofrecen la oportunidad perfecta para que los partidos más pequeños intenten mejorar su posición. Ya están luchando por sus lugares, preparados para cuando llegue ese día”.
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