La gran mayoría de los trabajadores en el mundo odia su trabajo. ¿Somos privilegiados por hacer lo que nos gusta? ¿Nos pagan bien por lo que hacemos?
Por Duilio Rodríguez
Me he convencido de que tengo el mejor trabajo del mundo y en muchas ocasiones he pensado lo afortunado que soy por dedicarme a la fotografía. Hace unos días, un amigo me dijo con cierto pesar que para él no es opción el fotoperiodismo, porque trabaja para ganar dinero.
En una entrevista que publicó la plataforma Mujeres que mueven a México, la fotoperiodista Sashenka Gutiérrez dijo: “Este trabajo es muy mal pagado, pero a mi me hace muy feliz, aunque me manden a trabajar muy temprano… Creo que soy muy privilegiada porque hago algo que a mi me gusta”.
Coincido con lo que Sashenka dijo, porque yo también soy feliz cuando hago mi trabajo. La pregunta es si realmente soy privilegiado aunque me paguen mal.
Según la encuestadora Gallup, más de 85 por ciento de los trabajadores en todo el mundo odia su trabajo. “Sólo 15 por ciento de mil millones de trabajadores de tiempo completo a nivel mundial están comprometidos con lo que hacen”, dice el estudio publicado en 2018, The World’s Broken Workplace.
Por otro lado, Expansión publicó que tres de cada cuatro trabajadores, es decir, 75 por ciento de la población ocupada (37.7 millones de personas), carece del ingreso suficiente para superar el umbral de pobreza, pues no le alcanza para adquirir dos canastas básicas, de acuerdo con cifras del INEGI.
Así que más allá de la felicidad por el placer de hacer, la carencia económica no puede ser un privilegio. No es suficiente el amor a la profesión mientras no se pueda cubrir lo básico.
Tampoco me cuestionaría la idea del privilegio si no hubiera profesionales que han hecho toda su vida el trabajo con amor y no les alcanza para pagar la renta de una vivienda, comer sanamente o cuidar su salud.
Hay, también, personas que tienen dos trabajos, uno para ganar dinero y el otro para hacer lo que realmente les gusta. Vivian Maier, por ejemplo, fotografió durante 50 años las calles de Chicago y Nueva York mientras su vida profesional era cuidar niños de otras familias.
La fotógrafa, nacida en 1926, fue desconocida toda su vida. Se hizo famosa poco después de su muerte, en 2008. Ahora, sus fotografías son expuestas con éxito en galerías y museos en muchas partes del mundo, siempre con llenos totales en las salas donde se presenta su obra.
Se sabe que su vida como niñera no fue fácil, cuando los niños crecían la corrían de las casas que habitaba porque las familias ya no la necesitaban. Aún así, ella nunca dejó su cámara.
John Maloof, un jóven interesado en la historia de Chicago, descubrió la obra fotográfica de Maier en una subasta donde compró parte del archivo fotográfico y se dio cuenta del valor que tenía la obra.
La adquisición y reconstrucción del archivo resultó ser un tesoro con más de 100 mil negativos producto del trabajo gráfico que Maier realizó en cinco décadas. Sin embargo, Vivian murió pobre, a los 83 años de edad, en un asilo para personas en situación de calle.
No existen testimonios o entrevistas que permitan saber si ella se sentía privilegiada, así que prefiero quedarme con la idea de fue una mujer trabajadora que amaba lo que hacía y que no debió morir en la miseria.
Aquí dejo algunos enlaces donde se puede conocer la vida y obra de Vivian Maier:
Página oficial:
Buscando a Vivian Maier:
https://www.youtube.com/watch?v=MGPYJ_EXRQ0
Editor y fotógrafo documental, retrato, multimedia y vídeo. Dos veces ganador del Premio Nacional de Fotografía Rostros de la Discriminación.
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