Para quienes integraban lo que hoy es identificada como la segunda ola feminista en México, el debate sobre las alianzas políticas partidistas era el pan de todos los días. La mayoría de ellas, mujeres universitarias, militantes de movimientos de izquierda en apogeo, se cuestionaban públicamente su participación en espacios que relegaban un día sí y al otro también su visión y circunstancia particular en el mundo
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En una vitrina del Archivo General de la Nación (AGN) se exhibió un volante con el título “Las mujeres deciden”. Es el instrumento de difusión con el que la Coalición de Mujeres Feministas y el Frente Nacional por la Liberación y Derechos de las Mujeres convocaron al mitin frente a la Cámara de Diputados y luego en el Monumento a la Madre el día 31 de marzo en 1979. Sus exigencias por “el derecho a la maternidad libre” englobaban: aborto libre y gratuito, desarrollo de la investigación sobre métodos anticonceptivos para hombres y mujeres, no a la esterilización forzada, no a la discriminación laboral en los centros de trabajo para las embarazadas.
El volante fue recuperado de los expedientes de la Dirección Federal de Seguridad, la agencia de la Secretaría de Gobernación que vigiló y recopiló información para reprimir a movimientos políticos disidentes, y en marzo de 2023 fue exhibido al público del AGN como un material histórico. Pero sus mensajes bien podrían ser los de alguna pancarta del más reciente 8 de marzo, o una de las tantas exigencias y denuncias pintadas con aerosol en la barda perimetral que el gobierno actual coloca al rededor de Palacio Nacional en cada manifestación de mujeres 44 años después.
La formación del Frente Nacional por la Liberación y Derechos de las Mujeres fue en 1979, una alianza inédita entre feministas, grupos de liberación lésbica y homosexual, los partidos de izquierda Comunista Mexicano y el Revolucionario de los Trabajadores, además de sindicatos independientes y universitarios. Podríamos considerarla la cúspide de la “buena relación” del feminismo con un sector de la izquierda, como escribimos en la anterior Igualada que escribió Marta Lamas.
Para quienes integraban lo que hoy es identificada como la segunda ola feminista en México, el debate sobre las alianzas políticas partidistas era el pan de todos los días. La mayoría de ellas, mujeres universitarias, militantes de movimientos de izquierda en apogeo, se cuestionaban públicamente su participación en espacios que relegaban un día sí y al otro también su visión y circunstancia particular en el mundo. De todas formas se empeñaron en ser aceptadas en esos círculos, aprobación masculina, que le llaman.
Aunque no faltó la crítica y el señalamiento a la animadversión que provocaba la defensa de sus ideas sobre los derechos de las mujeres en grupos políticos sin distinción. Sobre ello escribió Alaíde Foppa en el artículo El feminismo y la izquierda: “La principal contradicción [de la izquierda] deriva del hecho incuestionable de que las mujeres no constituimos una clase, mientras la condición de mujer hermana de alguna manera a las mujeres de todas las clases. Un movimiento feminista que no tome en cuenta esta contradicción de base está destinado a enfrentarse con las continuas objeciones de la izquierda.”
Por el lado contrario, el feminismo era catalogado como “demagogia barata” y sus demandas como “extremismos”, según lo recogido en la entrevista de Sara Lovera al dirigente panista Abel Vicencio Tovar y a su esposa, María Elena Alvarez de Vicencio, ex diputada por ese partido.
Desde entonces, las alianzas partidistas del feminismo han sido prácticas a la hora del cabildeo para el cambio legislativo y la creación de políticas públicas en favor de los derechos de las mujeres, sin duda. Tienen valor a nivel de lo que en lenguaje de oenegé se conoce como incidencia. ¿Qué sería de las generaciones de mujeres y niñas que vivimos en el México de las 11 mujeres asesinadas al día, si en décadas anteriores las feministas no se hubieran ocupado en modificar y crear leyes e instituciones para atender la violencia contra de las mujeres en este país? Son avances que resultaron y aún son trascendentales.
Un hito que rescata el podcast Archivo General de los Feminismos es el Foro de Consulta Popular sobre Delitos Sexuales convocado por la Comisión de Justicia de la Cámara de Diputados en 1989. Por esa ocasión, relatan, las legisladoras de distintos partidos políticos e ideologías se unieron para realizar modificaciones que recogían algunos aspectos del análisis feminista de la violencia contra las mujeres: el término “atentados contra el pudor” cambió a “delitos y abuso sexual”, ampliaron la definición del delito de violación, tipificaron el hostigamiento sexual… Dicho foro no hubiera sido posible sin el trabajo previo de la Coalición y del Frente que hemos repasado en esta y la anterior Igualada.
Pero ese repaso histórico también nos muestra que existe un espacio natural y necesario entre feminismo y partidos políticos, un legado de aciertos y errores de las generaciones de mujeres que antecedieron. Si analizamos con cuidado el desarrollo del feminismo mexicano —y en gran medida del latinoamericano— y cómo al igual que con otros movimientos sociales se ha fortalecido con la crisis de representatividad de los partidos políticos, podemos reconocer el apartidismo como una esencia a mantener.
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