6 mayo, 2019
El clima que rodea al CCH Oriente es de inseguridad, coinciden estudiantes, vecinos y trabajadores de la zona; sin embargo, les resulta poco creíble la versión difundida por la Procuraduría General de Justicia en torno a la muerte de la alumna Aideé Mendoza dentro de las instalaciones del plantel presuntamente a causa de una bala perdida
Texto: Arturo Contreras Camero
Fotografías: Ximena Natera y Lucía Vergara
Cerca del CCH Oriente el asalto es cosa de todos los días. Lo saben los alumnos, los vendedores de alrededor, los vecinos y los policías. “Hay muchos asaltos, y sí, es normal que traigan pistolas”, dice un policía que patrulla el área; sin embargo, eso no es razón suficiente para convencer a los alumnos del CCH Oriente de que la bala que hace una semana mató a Aideé, una de sus compañeras, mientras tomaba clase, viniera de fuera de su escuela.
Hasta el momento, las investigaciones de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México han dado a conocer, entre declaraciones escuetas y filtraciones a la prensa, que la bala que impactó a Aideé Mendoza provino fuera del salón de clases, de una distancia de entre 150 y 300 metros. Que probablemente era una bala perdida que pudo venir de la pistola de un narcomenudista que forcejeaba con otro estudiante en una de las áreas verdes de la escuela, o de afuera de las instalaciones, supuestamente de un terreno baldío, según la información de la Procuraduría.
Ninguna de las versiones satisface a los estudiantes ni a los vecinos del lugar.
El viernes pasado, faltaba el ajetreo de entrada al CCH. Sin clases, no había el movimiento matutino que suele llenar de vida el lugar. Un alumno despistado se acercó a la escuela que permaneció cerrada desde el lunes pasado. No se había enterado.
“La verdad es que problemas de armas en la escuela yo no me he enterado. Dealers sí, alcohol también, pero realmente un ambiente de violencia no hay. Yo creo que es por la inseguridad de la zona. En las paradas de los camiones a cada rato los atracan. Incluso pusieron el CCH Bus, que sale de aquí de adentro de la escuela y cuesta 28 pesos. Antes de que hayan salido todos de la puerta, ya los están esperando para asaltarlos”, asegura Alejandro.
El Colegio de Ciencias y Humanidades de Oriente colinda con el municipio de Nezahualcóyotl, en el Estado de México, lo que hace que se encuentre en una situación de mayor vulnerabilidad para sus estudiantes.
El motivo: si alguien comete un delito en una de las dos entidades, es perseguido por la policía de esa demarcación, pero al cruzar el límite político entre ambas demarcaciones ya no se le persigue.
Además, el CCH no es el único plantel educativo en la zona. Cerca está el Colegio de Bachilleres 7, el Centro de Estudios Industriales y de Servicios, Cetis, 57, una secundaria y otra primaria. Lo que crea una población altamente susceptible a la venta de drogas y a los asaltos.
“Estas escuelas, como están en la periferia, tienen muchos más problemas. Por ejemplo, muchos vienen de allá de Chalco, dicen que los asaltan mucho, sobre todo para los de la tarde es como más problemático”, asegura Damaris Hoyos, exalumna del CCH y estudiante en la Facultad de Estudios Superiores Zaragoza, plantel universitario que también se encuentra en la zona.
“Siempre tiene que ser así en la periferia”, lamenta, “a pesar de que seamos muy buenos estudiantes”. Tiene razón. La competencia para entrar a éste CCH es la más dura. Este plantel es el segundo que pide mayor cantidad de aciertos en el examen de ingreso al bachillerato (91), sólo después del CCH Sur (92), pero la demanda es el doble. Aquí, por cada lugar disponible, hay 4.5 aplicantes en promedio, mientras que en el plantel Sur, por cada lugar hay 2.5 aspirantes.
Una muerte al interior del CCH no sorprendió a sus alumnos. Lo que sí, fue la bala. “Yo lo que esperaba es que a alguien le dieran un navajazo. Vamos, no pensaba que fuera imposible que una bala… pero nunca me imaginé que sí fuera a pasar de verdad”, dice un alumno que camina por fuera del CCH.
Éste no es el primer caso en la zona en que un arma de fuego hiere a un alumno adentro de una escuela de la zona.
“Así como este caso, hace poco en el Bachilleres de aquí cerca le dispararon a un chavo en la pierna. En el plantel no nos quisieron decir nada, y la verdad es que es muy normal que aquí nos estén molestando mucho, los asaltos son cosas de todos los días. Los disque protocolos no nos sirven de nada”, dice Mónica Velázquez, una estudiante del Bachilleres 7, que se acercó al CCH en los días inmediatos a la muerte de Aideé para ver cómo se organizaban sus asambleas estudiantiles. “Es que quiero aprender para ver si allá podemos hacer algo parecido”.
Hace unos meses, otras dos alumnas, Jennifer y Miranda, fueron secuestradas en la zona para después aparecer asesinadas. Aún hoy, los alumnos consideran que las autoridades, tanto escolares como policiales, no han tomado las acciones necesarias.
“Nosotros queremos saber, bien a bien qué pasó. Ya antes traíamos el caso de Miranda y de Jennifer, y aún no tenemos idea. La verdad es que la seguridad del CCH nos hace sentir inseguros, porque luego son ellos los que nos andan molestando. Yo no me trago las versiones que han ido dando, quiero que nos den una respuesta de verdad”, asegura Juan Diego Valente, estudiante de sexto semestre.
“Yo vivo por acá y no. Casi no he escuchado que haya balazos. Los que asaltan más no son de aquí, son de otras colonias que se ensañan con los estudiantes, porque hay un montón”, asegura Bárbara, una estudiante del colectivo feminista Rosas Violentas de Oriente, del CCH.
“Ésta no es la zona normal de balas perdidas en Iztapalapa”, explica uno de los dos policías que, como operativo de refuerzo, resguardan la esquina del CCH. “Eso sí es muy común, pero más allá, por la colonia de El Reloj, donde está la Plaza Oriente, donde hace unos años le cayó una bala perdida a un chavito adentro de un cine”.
La Procuraduría asegura que en el techo de uno de los edificios colindantes cercanos a donde se encontraba el salón de Aideé, se hallaron casquillos de balas del mismo calibre del arma que hirió de muerte a la joven. No obstante, en la zona nadie de los entrevistados que se encontraba cerca el 30 de abril, ni policías ni estudiantes ni vendedores ambulantes, escucharon alguna detonación.
Según las investigaciones, los únicos que percibieron un sonido fueron los otros 10 alumnos y el maestro que compartían el salón con la alumna en ese momento. Y, según sus declaraciones, fue más como el “pop” de una sidra al abrirse que un balazo.
“Yo no creo que sí haya sido lo de la bala perdida, porque dicen que salió del terreno baldío éste, y pues no hay manera que llegue. Ni modo que la bala haya ido en camino, se haya detenido y hubiera dicho ‘ah no mames, ahí está la puerta, aquí a la derecha doblo y me meto’, como de película”, cuestiona una vendedora de comida cerca del CCH.
“Aquí la policía no hace nada”, continúa, “se la pasan chismeando por allá, vienen, asaltan a los estudiantes y no hacen nada. Luego, ven que pasa algo y vienen de ‘babotas’ a preguntarnos ‘¿oigan, qué pasó?’”.
El domingo, a casi una semana de la muerte de Aideé, la procuradora de Justicia de la ciudad, Ernestina Godoy, solicitó la ayuda y la cooperación de la Fiscalía General de la República y de la propia UNAM para, según dijo “elaborar un dictamen que sea creíble y que llegue a la verdad”.
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