Las lluvias en el gran desierto de Altar han disminuido en los últimos años, poniendo en riesgo a la fauna silvestre de la región. La razón, más allá del cambio climático, podrían ser los Estados Unidos y el yoduro de plata que desvía las nubes hacia el norte, sin que las autoridades mexicanas hagan algo al respecto
Texto: Alejandro Ruiz
Foto: Alejandro Ruiz y cortesía e Fundación Magool
SONORA. – Un día de 2020, mientras Federico Godínez acampaba en el desierto de Altar, en Sonora, miró que las nubes que amenazaban con lluvia se desplazaban hacia el lado norte del muro fronterizo, es decir, hacia los Estados Unidos.
Su presencia ahí no era casualidad, pues hasta 2017 Godinez había sido director de la reserva de la biosfera del Pinacate y el gran desierto de Altar. Ese año decidió jubilarse después de 13 años de trabajo y comenzó a actuar desde la sociedad civil con la fundación Magool, dedicada a la conservación y protección del berrendo sonorense y el borrego cimarrón, especies endémicas de la región.
«Hemos notado que la falta de lluvias se ha agravado en los últimos años, particularmente desde 2020», dice Federico preocupado, pues la falta de lluvias afecta directamente el abastecimiento de las fuentes de agua con las que la fauna silvestre sobrevive en medio del desierto.
«Esto podría estar siendo influenciado por las actividades humanas», advierte.
«Durante este tiempo hemos notado que, cuando se presentaban nubes sobre nuestra región, estas se desplazaban hacia el norte, hacia el lado estadounidense, y comenzaba a llover torrencialmente justo después de cruzar el muro. Al principio pensamos que era una coincidencia, pero luego observamos aviones –especialmente avionetas– sobrevolando la zona antes de que esto ocurriera».
Las avionetas que observó Federico volaban del lado de los Estados Unidos, y realizaban un proceso conocido como siembra de nubes, que no es otra cosa sino la esparción de yoduro de plata sobre el cielo para atraer las nubes hacia un lugar específico, y con esto, generar lluvias en un lugar estratégico.
Esto, afirma Federico, «está afectando la cantidad de lluvia que cae sobre el sur de la frontera y ha hecho más difícil la situación para la fauna local», la cual, de por sí, ya era difícil por la construcción del muro.
Tras la edificación del muro entre 2018 y 2019, el cual no contempló ningún paso de fauna, muchos animales quedaron al sur de la frontera, dentro de la reserva de la Biosfera del Pinacate y otras áreas cercanas, como ejidos y territorios abiertos que colindan directamente con las barras de acero de 9 metros que dividen a México de los Estados Unidos.
Esta condición ha puesto en riesgo a animales endémicos como el berrendo sonorense (actualmente en peligro de extinción) y el borrego cimarrón, quienes dependen directamente de la disponibilidad de agua para subsistir y que, más allá de las fronteras humanas, extienden su hábitat entre el desierto sonorense y Arizona.
«Sabemos que las principales fuentes de agua para la fauna se localizan al norte de la frontera, en áreas que antes pertenecían a México y que ahora están bloqueadas por el muro. En el sur del muro, las fuentes permanentes de agua para la fauna han quedado fuera de su alcance. Los animales, como los berrendos, borregos cimarrones y venados mula, ya no pueden acceder a estas fuentes de agua, lo que hace que se vean obligados a depender de los reservorios temporales de agua, como las «tinajas» que se llenan durante las lluvias», explica Federico.
Estos reservorios, a la vez, se encuentran amenazados por la crisis climática, la cual ha alterado el ciclo de lluvias, provocando que , en las épocas críticas, principalmente durante el verano, cuando las temperaturas pueden llegar hasta los 50 grados centígrados, la fauna silvestre de la región peligre.
En el desierto de Sonora la temporada de lluvias está dividida en dos: la temporada de monzones de verano –que comenzaba alrededor del 24 de junio y se extendía hasta septiembre–, y que es cuando ocurren lluvias torrenciales en cortos periodos de tiempo (de 15 a 30 minutos); y las lluvias de invierno, que son más suaves y duran más tiempo (a veces hasta dos o tres días) y permiten que el agua se infiltre en el suelo, lo que es más beneficioso para la fauna y la vegetación del desierto.
«Esto era un ciclo natural que ayudaba a recargar los acuíferos y los arroyos de la región, lo que favorecía la vegetación y la fauna. Sin embargo, en los últimos 20 años hemos notado un desajuste en los patrones de lluvia debido al cambio climático, y las lluvias ya no ocurren con la misma regularidad. En algunos años, no hemos recibido más que 50 milímetros de lluvia al año, y en otros hemos tenido precipitaciones mucho más altas, como 300 milímetros, pero siempre de manera irregular», lamenta Federico.
Ante esto, él y su familia se han dedicado a proteger, conservar y apoyar a la fauna silvestre que quedó al lado sur del muro. Lo hacen, muchas de las veces, con sus propios recursos y de la mano de ejidatarios locales.
«En nuestro trabajo de conservación, sobre todo en los meses más cálidos y secos, ayudamos a los mamíferos mayores, como el berrendo sonorense, una especie en peligro de extinción, y el borrego cimarrón. La población de estos animales se encuentra entre Sonoyta, San Luis Río Colorado y la Reserva de la Biosfera Pinacate, que colinda con Arizona».
Su trabajo consiste en transportar agua a estos lugares. Lo hacen con vehículos y remolques que cargan gasta 2 mil 500 litros. Manejan a lo largo de la frontera, entre Sonoyta y San Luis Río Colorado. También, instalan bebederos en lugares estratégicos, y monitorean a través de cámaras trampa a las especies que se benefician de esta labor, lo cual también sirve para evaluar la salud y tamaño de las poblaciones de fauna.
Una de sus últimas acciones la realizó en el Área Voluntariamente destinada a la conservación que el ejido El Bajío otorgó al gobierno mexicano para proteger a las especies endémicas de la región después de que expulsaran a una minera de Fresnillo PLC de su territorio.
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Pese a esto, y aunque Federico y su familia han insistido al gobierno en que tome acciones para abastecer el agua en la zona, sus acciones parecen solitarias.
Una de sus propuestas, por ejemplo, fue replicar la siembra de nubes que hacen del lado estadounidense. Sin embargo, tanto el gobierno local como el Federal no lo han escuchado, aunque en Sonora la Unión Ganadera ya hace un proceso similar en regiones de producción agrícola, y a nivel Federal el gobierno ha determinado usar esta acción en lugares que peligran por la sequía.
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«Lamentablemente, estas acciones no llegaron a las áreas de conservación, como la Reserva de la Biosfera Pinacate, que es la única área protegida en la región con restricciones específicas para la caza y el aprovechamiento de fauna», dice Federico.
Y concluye:
«La falta de recursos y apoyo institucional ha hecho que nuestra labor de conservación dependa principalmente de esfuerzos familiares y de organizaciones civiles. A pesar de las dificultades, seguimos luchando por la preservación de la fauna y el medio ambiente en esta región».
Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.
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