27 agosto, 2023
Gracias a un estudio en el que se recreó un ecosistema natural, un equipo de científicos logró comprender cómo es la interacción de especies de peces exóticas invasoras y ejemplares de la especie Zoogoneticus tequila, endémica del río Teuchitlán, Jalisco, y declarada durante varias décadas en Peligro de extinción de su ecosistema natural
Texto: Estefanía Cervantes / Mongabay Latam
Foto: Cortesía O. Domínguez y cortesía de Morelia Camacho Cervantes.
El río Teuchitlán, ubicado en el estado de Jalisco, en México, es hogar de un pez que mide menos de 10 centímetros de largo. La especie es endémica de esa región occidente del país, sin embargo, para 1998, cuando fue descrita científicamente, sus poblaciones ya habían desaparecido en 99.5 %. Si bien en ese entonces se descubrió una mínima comunidad de peces en el río, la especie se logró conservar en museos extranjeros, acuarios y laboratorios universitarios nacionales e internacionales.
Este pequeño pez de agua dulce pertenece a la familia Goodeidae. Tiene una coloración amarilla verdosa en su cuerpo y una cola anillada de colores naranja, verde y negro, en algunos ejemplares, pero combinada con rojo, en otros. La ciencia lo ha llamado Zoogoneticus tequila o picote tequila –conocido entre la comunidad científica como Zoogy– y está catalogado en la categoría de En Peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN por sus siglas en inglés).
Son varios los factores que llevaron a que este pez ya no se encontrara en su hábitat natural. Entre ellos está la creación de una presa en el río en la década de los cincuenta y la degradación del ecosistema por actividades humanas. Sin embargo, desde 2016, científicos y la comunidad del municipio de Teuchitlán trabajan para reintroducir a Zoogy en su ecosistema natural para que se incremente su población y salga de la Lista Roja de la IUCN.
Los científicos de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y de la Universidad de Oviedo que trabajan en incrementar la población del pez en su medio natural, hay un factor importante para que esta misión tenga éxito: eliminar del río Teuchitlán los peces exóticos invasores de la familia Poeciliidae que fueron introducidos para la pesca y el control de plagas de mosquitos.
Estos peces son conocidos coloquialmente como guatopotes manchados y contribuyeron a que el pez picote tequila perdiera su hábitat y estuviera a punto de desaparecer. Si esta amenaza no se elimina, Zoogy no tendrá cómo asegurar un futuro en el río, a pesar de todos los esfuerzos.
Gracias a un experimento de interacción entre especies, realizado entre 2015 y 2016, y publicado en febrero de 2023 en la revista Freshwater Biology, el equipo científico del proyecto de reintroducción pudo estudiar el comportamiento del pez picote tequila frente a otras especies. Los resultados obtenidos están ayudando a incrementar la población de Zoogy.
Este grupo de investigadores y quienes han apoyado su trabajo —como el Zoológico de Chester en Inglaterra (donde se encuentran ejemplares conservados del pez), el Fresh Water Conservation Committee o la organización internacional Shoal— buscan que la recientemente investigación sirva como una advertencia de lo que puede ocurrir si la introducción de especies invasoras no se atiende de manera urgente. Y más importante aún, que además de ayudar al pez picote tequila también permita rescatar a las más de 30 especies de la familia Goodeidae que están en peligro de extinción.
Salvar una especie en Peligro de extinción requiere de muchas manos, aunque haya una gran distancia que las separe. Esto lo sabe Morelia Camacho Cervantes, científica mexicana que ha dedicado su carrera a estudiar la ecología, el comportamiento y la biodiversidad de las especies invasoras. Actualmente es investigadora en el Invasive Species Ecology Lab, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM.
En 2016, Morelia Camacho inició el experimento que permitió comprender cómo las especies invasoras afectan a otras nativas y sumó sus resultados al proyecto “El Arca de los Peces”, que ha tenido éxito en reintroducir especies nativas de peces a su entorno natural en la zona del río Teuchitlán, hogar de tres especies endémicas de pez.
Los esfuerzos por evitar la extinción del Zoogoneticus tequila iniciaron desde 2003 con el biólogo Omar Domínguez Domínguez, de la Facultad de Biología de la UMSNH, cuando él empezó a estudiar peces de agua dulce. Morelia Camacho, quien ya conocía al biólogo por la afinidad de temas, decidió unir fuerzas con él a partir de lo que más le gusta comprender en la biología: cómo se comportan las especies exóticas invasoras.
En el caso del pez picote tequila esto era importante porque, de acuerdo con el reciente artículo publicado, el río Teuchitlán, de donde Zoogy es nativo, está poblado por más de un 80 % de especies exóticas, entre ellas el Pseudoxiphophorus bimaculatus o guatopote manchado, de la familia Poeciliidae, depredador del picote tequila.
El experimento inició en una casa de sombra en Michoacán y, en ella, se recreó el ecosistema natural del pez picote tequila en 20 mesocosmos (espacios que recrean y controlan las condiciones similares del hábitat natural del pez). Entre estos, existían cuatro distintos tipos de mesocosmos que permitían al Zoogoneticus tequila convivir con su misma especie y otros dos donde convivían con otras especies de la familia Goodeidae: peces Ameca splendens y Goodea atripinnis. Finalmente, el último mesocosmo era en donde Zoogy convivía con el guatopote manchado, la especie invasora.
De acuerdo con el artículo, el guatopote manchado y el picote tequila comparten nichos ecológicos similares, es decir, se parecen en propiedades que les permiten sobrevivir en el ecosistema, tales como la competencia con otras especies, la supervivencia ante los depredadores o la manera de alimentarse.
Los peces tequila del experimento fueron recolectados del Jardín Botánico de la UMSNH, donde la especie fue criada para su estudio y conservación, mientras que los ejemplares de las otras especies de peces se obtuvieron del acuario del Laboratorio de Biología Acuática del mismo centro académico. Omar Domínguez cuenta que él mismo trasladó en su auto a algunos ejemplares desde Teuchitlán hasta Michoacán: “Venían en cubetas con bombas para que se mantuvieran todo el camino y llegaran bien a los estanques y hacer el experimento. El trabajo en campo siempre trae algo desconocido, y esta vez fue una experiencia muy interesante y de nuevo aprendizaje”, explica en entrevista con Mongabay Latam.
Al empezar, el equipo colocó cada uno de los ejemplares de las distintas especies donde correspondía y después de tres semanas, se añadieron los individuos de Zoogoneticus. Se controló la temperatura de los peces al introducirlos con agua de sus respectivos estanques para que se fueran adecuando y se agregaron 10 litros de agua del ecosistema del jardín botánico del pez tequila.
Así, durante más de un año, de noviembre de 2015 a diciembre de 2016, realizaron 13 observaciones de comportamiento en los distintos mesocosmos y, con una examinación exhaustiva de cada uno de estos, recolectaron datos cualitativos sobre interacción, reproducción y mortalidad. Las observaciones se dividieron de acuerdo a situaciones de riesgo, nivel de actividad y sociabilidad.
Después vino la parte matemática del experimento: revisar las estadísticas y comprenderlas. Para ello, se sumó la ecóloga de la conducta Monserrat Suárez Rodríguez, de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la UNAM. Su trabajo fue esencial para entender qué estaba ocurriendo con las interacciones entre especies: “Cuando trabajo en experimentos así, casi siempre me encargo de hacer la parte matemática y es muy importante este paso, porque nos da la historia que vamos a contar, salga o no lo que estábamos esperando de ello”, explica la ecóloga.
Aparte de Morelia Camacho, Omar Domínguez y Monserrat Suárez, también se unieron al experimento la investigadora y ecóloga Ek del Val, del Centro de Investigaciones en Ecosistemas de la UNAM Morelia, Michoacán; y Alfredo Fernández Ojanguren, biólogo español e investigador en ecología del comportamiento de la Universidad de Oviedo, España, quien se sumó al diseño experimental y fue clave para obtener recursos y materializar el objetivo.
El científico Omar Domínguez, quien tiene más tiempo de trabajo con el Zoogoneticus tequila, destaca la necesidad y relevancia de que una colaboración de este tipo sea interdisciplinaria: “Yo siempre he pensado que entre más personas estén involucradas en el trabajo de investigación, más datos pueden obtener en relación a lo que está pasando”.
Morelia Camacho también cuenta que el equipo fue “muy ecléctico” y se fue formando por la curiosidad y el interés de aportar científicamente de los integrantes; es decir, ninguno de los investigadores realizó este trabajo derivado directamente de un estudio de doctorado o alguna beca. Esto sucedió al contrario, como lo cuenta Camacho: “Todo el experimento fue trabajo de tiempo libre. Incluso, mucha gente de la comunidad, amistades y estudiantes se unieron para apoyarnos; desde la ejecución del experimento con los mesocosmos y en revisar que todo fuera bien con estos y con los peces, mientras nosotros trabajábamos en otros temas que teníamos”.
Para todos los científicos involucrados en cada parte del proyecto, empezar a obtener los resultados fue emocionante, aunque estos no fueran tan sorprendentes. Entre sus conclusiones, probaron que la presencia de una especie invasora —en este caso, la del guatopote manchado— es una amenaza para la biodiversidad y su presencia en ecosistemas donde conviven con ejemplares de especies nativas de peces tiene un costo de millones de dólares.
También, a través de los resultados analizaron que el pez picote tequila es más sociable cuando se encuentra con otros peces de su misma familia, los Goodeidos. Sin embargo, no lo es cuando conviven con especies invasoras de la familia Poeciliidae, ya que esta última es más resistente a ciertos cambios alimentarios y, como lo explica en entrevista el biólogo Alfredo Fernández, es más agresiva.
Ante ello, el artículo remarca que los peces de la especie Zoogoneticus tequila son cautelosos ante la presencia de invasores por lo que, incluso, en los mesocosmos donde convivía con estos, no se acercaba a la superficie, propiedad que les resulta beneficiosa en cuestión de respiración superficial y alimentación. Así, el invasor se favorecía al habitar estas zonas. Esto también fue visible en cuestión de reproducción, ya que los peces tequila pasaban menos tiempo interactuando entre ellos en estos mesocosmos que cuando se encontraban acompañados de otras especies de su misma familia.
Por esto, una de las conclusiones del experimento es la evidente relación positiva entre especies nativas y contrario a ello, la relación perjudicial entre nativas y no nativas, algo que otros artículos de interacciones de peces de la familia Goodeidae ya han estudiado. Monserrat Suárez así lo manifiesta: “A pesar de que las interacciones no sean entre peces de la misma especie, se demuestra que hay facilitación donde las dos obtienen beneficios de asociación. Y a veces, como ecólogos pensamos de inmediato en esta interacción como sinónimo de competencia, pero es más complejo que esto y no necesariamente ocurre así todo el tiempo, tal como en este caso donde son de la misma familia”.
Para el equipo es fundamental que, al momento de iniciar proyectos de reintroducción, primero se comprenda por qué la especie desapareció y se lleven a cabo estudios de las comunidades de los peces antes de la intervención, con lo cual la reintroducción pueda lograr altos márgenes de éxito. Esto ha inspirado a los científicos a realizar trabajos similares con otras especies de la misma familia, ya que los Goodeidae se encuentran en la Lista Roja de la IUCN en diversas categorías de amenaza y otras ya extintas.
Después de lo observado con el picote tequila y todo el trabajo de reintroducción que han llevado de la mano de la comunidad de la zona, Omar Domínguez cuenta que actualmente hay 1500 ejemplares de Zoogy viviendo en el río Teuchitlán y esta experiencia ha servido para obtener nuevos hallazgos. El científico asegura que se han encontrado vivos, en el mismo ecosistema, algunos ejemplares de otra especie que se consideraba extinta, el Skiffia francesae o Tiro dorado, y con la cual han trabajado para su reintroducción con un modelo similar al del picote tequila.
“Para mí, después de 23 años de trabajo con peces en peceras, ver una especie regresar a la naturaleza luego de haberlas tenido tanto tiempo bajo cuidado humano es una luz de esperanza en esta oscuridad ambiental que estamos viviendo. Nos dice que podemos revertir por lo menos un poco del mal que le hemos hecho a la naturaleza”, manifiesta Domínguez. El éxito de reintroducción con el Zoogoneticus tequila es tanto que incluso en la Lista Roja, aunque aparece en Peligro de extinción, también se destaca que su población va en crecimiento.
El éxito alcanzado no sólo viene de la ciencia sino que, en palabras de los investigadores, se ha logrado gracias a la comunidad de Teuchitlán y su interés por participar, conservar y aprender más sobre las especies endémicas que habitan en la zona, como el picote tequila. Domínguez asegura que incluso hay una canción sobre el Tiro dorado y las especies amenazadas en el lugar. “Único en el mundo, endémico es él. Si quieres conocerlo, en el río está él”, cantan en coro niñas y niños de preescolar disfrazados de pez en un festival de su escuela.
El siguiente paso es realizar, de la mano de organizaciones nacionales e internacionales como el Zoológico de Chester, un Plan de Acción Para la Conservación de Goodeidos Mexicanos, que plantea continuar con reintroducciones a conciencia de las diversas especies amenazadas a lo largo del país. “Luego no se presta atención a los ecosistemas de agua dulce y eso ha generado estas problemáticas también de degradación. Con los peces Goodeido ocurre que no se le da tanta importancia a su decrecimiento porque no son peces de consumo, por ejemplo, pero simplemente con su valor natural debería bastar para conservarlo”, comenta la bióloga Monserrat Suárez.
Así lo cree también el doctor Gerardo García, jefe del departamento de Ectotermos (animales cuya temperatura depende de factores externos, tales como los peces) en el Zoológico de Chester. Desde el otro lado del planeta, él le apuesta al lazo entre comunidad, organizaciones y el equipo científico para lograrlo, ya que la esencia de su trabajo es la protección de especies en extinción. “Es un orgullo enorme participar en el equipo y en este programa. La energía, la capacidad de aplicar ciencia en la conservación de especies y, al mismo tiempo, conectar con las comunidades como inversión en el futuro, es algo más que especial”, dice en entrevista este doctor en biología que se unió al proyecto desde 2013, gracias a su interés en el trabajo de conservación de Omar Domínguez.
Aunque todavía queda un largo camino por recorrer en la misión de rescatar no sólo una especie de pez endémico de la familia Goodeido, sino más de 30, los resultados que ya se han obtenido gracias a la labor científica y comunitaria proveen de esperanza a una comunidad entera, que encontró en Zoogy su identidad y una razón más para proteger y valorizar su territorio.
Este trabajo fue publicado inicialmente en MONGABAY LATAM. Aquí puedes consultar la versíón original.
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