Cuando el padre anunció a sus amigos extranjeros que su hija se iría a vivir a Europa, aquéllos celebraron, pero las felicitaciones se convirtieron en cierta desilusión cuando descubrieron cuál sería el país de destino.
Cynthia Rodríguez
Cuando anuncié a mi familia mi decisión de venir a vivir a Italia, mi mamá se espantó. No podía aceptar el hecho de que me había enamorado y que quería vivir al otro lado del mundo aunque sólo habían pasado seis meses cuando un explorador siciliano se cruzó en mi vida.
Para mi mamá, quien siempre busca motivos detrás de los hechos, yo había hecho algo tan grave que estaba obligada a escapar del país y esconderme en otro para que no me encontraran. “Dime qué hiciste”, me insistía, pues a ella simplemente no le cuadraban desde hace mucho tiempo “las grandes historias de amor”; y por eso, no se explicaba mis prisas.
Mi papá, en cambio, dándome el beneficio de la duda, me apoyó y no sólo eso, comenzó a presumir que su hija viviría dentro de poco en Europa.
En ese entonces él vivía en un edificio por la Doctores lleno de extranjeros que si uno lo explicaba, parecía un chiste, porque ahí vivía un serbio, un cubano, un español, un alemán y un mexicano, que era mi papá.
Obviamente él, a los primeros que les contó mi decisión fue a sus vecinos. Después de felicitarlo insistieron en saber exactamente a dónde se iría a vivir su primogénita. Cuando les dijo el destino, hubo cierta desilusión, según me contó mi papá después. Al principio no entendía el motivo, pero el vecino alemán le explicó: “Es que Italia no es Europa, es más bien como parte de África”.
No tengo elementos para poder comparar Italia con África, pero sinceramente, antes como ahora, me pareció una exageración del vecino de mi padre. Aunque claro, Alemania siempre ha sido uno de los países más fuertes de la Unión Europea; y ahora que Brexit será ya un hecho a todos los efectos, no pasa día en que Alemania fortalezca su liderazgo en el Viejo Continente.
El hecho es que si bien es cierto, Italia es uno de los países fundadores de la Unión Europea, dista mucho de poder compararse con países como Alemania, Holanda, Dinamarca, Finlandia, Noruega, donde sus economías simplemente son más fuertes.
Quizá de ahí que estos mismos países, con la llegada de la pandemia, se hayan podido organizar mejor que como se pudo hacer en países como Italia o España, donde, poniendo una vez más el ejemplo de las escuelas, fueron las naciones que más tiempo ha dejado en casa a sus estudiantes.
En los primeros 100 días de la pandemia por coronavirus, mientras países como Austria, Suecia, y Bélgica, tomaron la decisión de no cerrar las escuelas, Italia lo hizo durante todo el primer periodo, es decir, por más de cuatro meses enteros, un total de 130 días.
Siguió España que cerró 65 días, Francia y Gran Bretaña por 60; Alemania, 57 días, Portugal, 48 días de un periodo que realmente ha sido caótico y estresante.
Mucho, en un principio, tuvo que ver la edad de los maestros, pues en Italia gran cantidad de los profesores sobrepasan los 60 años de edad, situación que no ayudó a que en la primera ola se abrieran como sí ocurrió en otros países de la Unión.
Hoy, a nueve meses y medio de la epidemia en Europa, Italia sigue rezagado y con las escuelas cerradas, a partir de la educación media, a pesar de que se han abierto muchas otras actividades.
Las manifestaciones de madres, estudiantes y también de maestros, no han sido suficientes para que adolescentes y jóvenes puedan volver a las aulas.
Todos los días hacen una manifestación diferente: sentándose a estudiar afuera de sus escuelas o en frente de los palacios de gobierno de cada ciudad, portando máscaras de políticos, sombrillas de colores, o simplemente cartelones donde estampan toda la tristeza y frustración que este año les ha provocado.
Después, de la frustración pasan a la desesperación, pues en estas fechas donde cada día abren más centros comerciales a pesar de los altos contagios, ven con esto cómo las probabilidades de volver a clases se pueden desvanecer de un momento a otro (pese a que ya existe una promesa gubernamental de abrir al 75 por ciento las secundarias en todo el país a partir del 7 de enero). No así las universidades ni preparatorias.
Por tal motivo, en todo el territorio italiano han aparecido tarjetas navideñas pegadas en los postes y muros de algunas ciudades con el mensaje: “En Navidad, dénos nuestra escuela”.
El Comité “Prioridad a la Escuela”, que desde los primeros meses de la pandemia ha encabezado movilizaciones por todo el país, hace notar que en todos estos meses podían fortalecerse el transporte (para otorgar a los estudiantes corridas especiales de autobuses y metro) y al mismo tiempo, la medicina territorial para que todos fueran seguidos con mayor rapidez, pero para que también se focalizaran los eventuales rebrotes, visto que el temor de un regreso es la gran cantidad de gente que se mueve por ello.
Gracias a todas estas manifestaciones, algo se empieza a mover, pues finalmente la Ministra de la Instrucción, Lucía Azzolina, acordó con los prefectos de cada ciudad, abrir mesas con autoridades locales, empresas de transporte y rectores para desatar el nudo que representa el tranporte y poder solucionarlo en menos de un mes
Sin embargo, conociendo la burocracia italiana (tan diferente al norte de Europa), parece dificil que en un mes pueda solucionarse. De ahí el enojo de la comunidad estudiantil y de las madres y padres de familia, pues se han perdido meses valiocísimos para lograrlo.
Para todos ellos no hay duda de que la educación es un derecho que hasta ahora ha sido pisoteado.
Como me dice Donatella, una de las muchas estudiantes con las que he platicado últimamente: “sin escuela, no hay derechos. Sin escuela sólo se agravan las desigualdades sociales”.
Y tiene razón, pues aunque la Didáctica a Distancia ha servido para poder continuar en este periodo, la OMS reconoce que también se han aumentado las formas de angustia psicológica en los adolescentes. Aún no han profundizado con los estudiantes más grandes, pero no creo que cambie mucho el panorama.
Otro estudio de la Sociedad Italiana de Pediatría dice que “el daño permanente a la educación conducirá a una menor competitividad de nuestros estudiantes en el mercado laboral europeo y global, con un mayor empobrecimiento del capital humano del país».
Seguramente Italia no es Africa, como decía el vecino de mi padre, pero con las escuelas cerradas a diferencia de otros países de la Comunidad Europea, seguirá por mucho tiempo más en la cola de un bloque geopolítico que aún con Brexit, seguirá pesando en las decisiones del mundo y eso, definitivamente no es justo para una generación a la que muchos hemos llamado ‘Generación Covid’, pero lo que ahora más quieren es volver a ser el alma de sus escuelas.
Periodista mexicana radicada en Italia, donde ha sido corresponsal para varios medios. Autora del libro Contacto en Italia. El pacto entre Los Zetas y la '
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