El próximo lunes, si todos los locatarios afectados de La Merced dejan sus locales, iniciará la demolición del mercado para su posterior reconstrucción. La jefa de Gobierno dice que se tardarán nueve meses; los locatarios no tienen tantas esperanzas
Texto y fotos: Arturo Contreras Camero
Si todos los locatarios del mercado de La Merced afectados por el incendio del pasado 24 de diciembre desocupan el mercado, el próximo lunes iniciará su demolición y posterior reconstrucción, aseguró la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum Pardo en un anuncio frente a cientos de locatarios del mercado.
El problema es que no hay espacios suficientes para reubicar a todos los locatarios, y los espacios que sí están disponibles son demasiado pequeños.
De acuerdo con cifras del gobierno, hay 500 afectados directos y 531 indirectos. Sin embargo, en total se debe reubicar a 1 mil 278 locatarios para que se puedan efectuar las obras. De todos ellos, 200 ya están reubicados, según dijo el secretario de Desarrollo Económico de la ciudad, Fadlala Akabani.
Sheinbaum Pardo aseguró que las obras para rehabilitar otra parte del mercado que se quemó hace siete años estarán listas en cuatro meses. La demolición de la zona que resultó afectada en diciembre tardará dos meses y su reconstrucción llevará otros siete.
A los locatarios que soliciten su folio para la reubicación, el gobierno les otorgará un apoyo mensual de 2 mil 642 pesos, por seis meses. “Una vez que hayan desocupado el espacio del mercado, se les hace llegar el recurso a esa tarjeta bancaria”, dijo sobre el programa la secretaria del Trabajo de la ciudad, Soledad Aragón.
La reubicación de los locatarios se hará en las calles alrededor de la nave mayor de la Merced, bajo unas carpas enormes con cajoncitos de aproximadamente 2 por 1.5 metros dibujados en el pavimento.
Algunos de los espacios donde están las carpas estaban ocupados por vendedores ambulantes que pagan una ‘renta’ que ronda los 6 mil pesos mensuales.
Por eso, muchos de los locatarios del mercado temían ser reubicados fuera de él. “Es que yo tengo muchas dudas. ¿Van a haber elementos de seguridad ahí, que estén resguardando las carpas? ¿O cómo van a resguardar las mercancías?”, respondió una locataria a la opción que les ofreció el gobierno.
La locataria no es la única. Entre los locatarios afectados las opiniones son de poco optimistas y de resignación.
“¡Nadie está dispuesto!”, dice Ricardo Puga, que vende frutas exóticas de temporada, fruta cristalizada y piñatas. “Y seguro que si no te sales, no te van a dejar vender. Ya nos anunció (Sheinbaum) que vamos para afuera, entonces a ver cómo nos movemos”
–¿Le alcanzan los tres metros que le dan?
–No. Nomás para poner los dulces–, dice mientras señala sus charolas con higos, camotes y calabazas cristalizadas– ¿Y el mamey, dónde lo pongo? ¿Y la piñatas? Esas ya no caben. Y luego yo, ¿dónde me siento? Voy a parecer guardia de seguridad, parado todo el tiempo–, dice irónicamente.
El local de Ricardo quedó justo en las fronteras entre lo derruido y lo quemado. No quedó nada de él. En el mercado, unos pasillos más lejos está el puesto de Darío Cruz, que vende semillas de botanas, y está desesperado por volver a tener su local.
“Lo que nos dijeron ya me lo esperaba. Estamos entre el sí y el no, de si nos salimos. Estamos en una situación crítica todavía. Apenas iban subiendo las ventas, ya me estaba animando a poner un anaquel”. Los que tenía, quedaron desechos en el siniestro.
Si el gobierno cumple su plazo de nueve meses, Darío dice que sí podría dejar su local. “Le batallo, pero lo aguanto”, dice. Sin embargo, no tiene ninguna garantía de que vaya a ser así, menos con la experiencia del incendio de hace siete años, cuyas obras de rehabilitación aún no terminan.
Afuera del mercado, en uno de los rectangulitos donde van a reubicar a los locatarios, Pedro Roberto Mirafuentes vigila unas cajas llenas de frutas. Está sentado sobre un huacal, bajo una lona que cubre toda la calle, rodeada de puestos ambulantes desplazados por la carpa.
“No podemos renegar”, dice. “Si gustas y si no, pues alguien más sí va a querer el espacio”. Él es de los pocos que ya tiene un lugar de reubicación asignado. Junto a él, hay otros locatarios que están usando más de un espacio. “Quizá alguien con tiempo haya dado unos centavos más”, dice al respecto.
Una de las cuatro carpas, la más pequeña, alberga 64 cajoncitos para los locatarios. En las otras, el número no varía mucho. La mayoría están recién instaladas, unas incluso tienen asfalto nuevo. Pero hay una que parece haber estado ahí por años. Las lonas blancas están desgastadas y los travesaños llenos de polvo.
Debajo de esta, una señora de la tercera edad vende trapos, cepillos, servilletas, y otros productos de jarcieria. Parece que ya es una maestra operando un local en la calle, pero no es una ambulante. Graciela Becerril Casilla perdió su local en el incendio de hace siete años, y desde entonces ha llevado su negocio en el mismo pedacito de calle.
En pocas horas, las noticias de la reubicación y la demolición llegan a los oídos de todos los comerciantes de La Merced. “¿Qué opino?”, dice mientras echa la mirada al cielo. “¿Qué puedo decir, qué puedo esperar, después de tanto tiempo?”. A su alrededor el resto de los espacios están vacíos.
“Hace 7 años aquí estaba muy lleno. Fue una salida masiva. Todos buscábamos un espacio para trabajar. Nos acomodamos aquí como pudimos, y ya a los dos meses vino el gobierno a ponernos unas lonas. Posaron para la foto y se fueron”.
¿Cree que en cuatro meses ya pueda regresar?– se le pregunta a Graciela.
“Pues quiero creer, por el gobierno que entró. Todavía creo, un poquito así –y junta el índice con el pulgar– pero creo. Como queda uno desencantado del pasado, pues ya nada más empieza a ver una lucecita que parpadea diciendo ojalá”.
Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona