En plena pandemia, los «viejitos» no pueden parar de trabajar

17 marzo, 2020

Hilda García, 78 años de edad, empacadora en la tienda Hiper Soriana.

Los especialistas y autoridades de salud lo advierten: los adultos mayores de 60 años son el sector con mayor riesgo de muerte por contagio de coronavirus. Pero en los supermercados del país hay al menos 10 mil adultos mayores que trabajan en promedio cinco horas diarias, de pie, empacando productos. Y no. No pueden parar

Texto y fotos: Duilio Rodríguez y Lydiette Carrión

Es paradójico: las autoridades piden cuidar a los ancianos en esta contingencia. No exponerlos a multitudes. Pero con las compras de pánico, las filas en los supermercados se han, al menos, duplicado. Los clientes llevan gel antibacterial, papel higiénico, cubrebocas y despensa.

Los empacadores en algunos casos llevan guantes y cubrebocas para protegerse. Pero pasarán horas tocando las compras de otros, las bolsas, las moneditas y el cambio que ya ha pasado de mano en mano. Entrarán en contacto con decenas de personas. Muy pocos de ellos tienen la posibilidad de “parar”.

El 18% de los “voluntarios” varones, y el 36 por ciento de las mujeres, no tienen ningún otro ingreso además de las propinas en los supermercados. Podrán tener algún seguro de gastos médicos –que requiere el Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (Inapam) como requisito para acceder al programa de empacadores voluntarios–. Pero hay ancianos que no reciben pensión ni ayuda alguna. Esto, según un estudio del propio Inapam.

Los que sí reciben algún otro ingreso en promedio obtienen unos 2 mil 500 pesos mensuales: pensión del IMSS, pensión de bienestar y ayuda de familiares.

Así, ¿cómo parar? El 90 por ciento de los empacadores labora seis días a la semana durante cinco horas. Ganan alrededor de 120 pesos cada día.

El dinero no alcanza

La señora Hilda García tiene 78 años de edad. Es una de las ancianas que empaca y coloca en el carrito del “Hiper Soriana” de avenida Revolución cientos de productos de consumo, latas; frascos; frutas; botellas de leche; refresco; pan, ropa.

Una vez que acomodó los productos en el carrito, la señora Hilda espera de manos del comprador unas monedas por su servicio. A su lado, al menos otros ocho adultos mayores repiten la misma rutina.

Las tiendas de autoservicio no les pagan un salario a los empacadores, todo lo que ganan es producto de la disposición que los consumidores tengan de darles propina. Entre 120 pesos y 200 pesos diarios, es lo que ganan en promedio. Todo depende del tamaño de la tienda, del horario y las horas que trabajen.

“Trabajo 5 horas diarias, 6 días a la semana, soy viuda y aunque recibo una pensión de 2000 pesos mensuales, el dinero no me alcanza, así que tengo la necesidad de trabajar como empacadora”, asegura Hilda.

¿La empresa le ha dado alguna indicación de qué hacer en caso de mayor contingencia?

–Aquí no nos han dicho nada, sólo sé por la televisión y el radio, de no tocarme la cara y tomar agua cada media hora. A lo mejor ya me toca morir y qué puedo hacer si ya me toca, aunque me atiendan.

– ¿Y si la medida fuera dejar de trabajar?

–“Pues usted dígame, ¿con qué dinero como?”

El cubrebocas es un mito

María Dolores Segura, empacadora de la tercera edad en la tienda Hiper Soriana de avenida Revolución de la Ciudad de México. Foto: Duilio Rodríguez.

Doña Lupita, como le llaman en la tienda Sumesa de la colonia Condesa, también se gana la vida de empacar. Al preguntarle qué sabe del coronavirus, tranquilamente responde:

“Es una enfermedad como la influenza que hubo hace algunos años, pero ésta es más agresiva para los ancianos que padecemos diabetes, hipertensión o enfermedades crónicas”.

–¿Y qué medidas toma usted de precaución?

“Pues nada más la limpieza, el gel. El cubrebocas es un mito, no sirve”. Suelta una risa mientras se da cuenta que ella misma trae puesto uno. Y remata: “los jóvenes no deben de temer” nosotros los viejos somos los que debemos cuidarnos”.

–¿Si tuviera que dejar de trabajar por disposición sanitaria que haría?

Lo que me digan, aunque no sé de qué viviría, es mi único ingreso, ya ve cómo está España y Europa.

Durante el fin de semana y hasta hoy, las tiendas de autoservicio tuvieron una afluencia mayor a la habitual. Las compras de gel antibacterial, alcohol y productos de limpieza fueron los más solicitados, a tal grado que prácticamente en ninguna tienda o farmacia es posible encontrar estos productos.

Empacadores de la tienda Sumesa en la colonia Condesa de la Ciudad de México. Foto: Duilio Rodríguez.

A sus 69 años de edad, José de Jesús López García también tiene como único ingreso económico su trabajo de empacador. Él se cuida como puede para no infectarse de coronavirus y asegura que hasta ahorita todos estamos protegidos por el clima. Pero que también hay que seguir las recomendaciones que nos hace el subsecretario de Salud en las mañaneras; de tomar agua; usar gel y lavarse las manos.

Foto: Lydiette Carrión.

Para ellos no hay cuarentena

En Tu Tienda UNAM, perteneciente a la máxima casa de estudios, la situación para los empacadores no es diferente. En la tienda, por las compras de pánico, la cola en cajas es interminable. Al llegar con la cajera y dos empacadores, se les pregunta si piensan dejar de trabajar durante la contingencia. Lo mismo: si no trabajan, no podrán mantenerse.

– ¿No han propuesto nada para resolver esto, ni por parte de la tienda ni del Inapam?

–No. Por eso nos dicen que somos empacadores voluntarios.

Otro agrega: “Ya ve, ¿dónde está el presidente que quería a los viejitos?”.

Uno de los empacadores, relata:

“Hace unos meses un periodista le preguntó al presidente [López Obrador] qué pensaba de los empacadores, que no nos daban ningún sueldo simbólico las empresas: Chedraui, Soriana, etcétera… El presidente dijo que vería. Ya ve que antes no era fácil llegar [hasta el presidente]. Ahora es menos complicado hacerlo. Es decir, nosotros entendemos las preocupaciones del presidente. Pero la situación sí está muy grave. Y en otros lugares, peor».

Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).

Editor y fotógrafo documental, retrato, multimedia y vídeo. Dos veces ganador del Premio Nacional de Fotografía Rostros de la Discriminación.