La expansión de la pandemia en esta ciudad fronteriza ha empeorado las condiciones de las personas deportadas: con albergues cerrados, sin recursos para su subsistencia y expuestas a los contagios
Texto: Víctor Ronquillo
Fotos: Omar Martínez y Archivo / Andro Aguilar
Tijuana es una obligada referencia cuando se habla de la realidad migratoria; de las nuevas dinámicas de la migración; de la difícil situación de los migrantes como una constante desde hace más de 30 años, desde el inicio de la Operación Guardián, que en los hechos constituyó la militarización de la frontera. La crisis sanitaria por el coronavirus ha provocado situaciones extremas, personas deportadas sin saber a donde ir, al borde de convertirse en indigentes; albergues cerrados, sin recursos para su subsistencia; familias enteras en espera de la aplazada decisión de las cortes de migración de Estados Unidos cerradas hasta nuevo aviso; migrantes varados en el “Bordo”, para quienes no parece haber esperanza. Cada día los migrantes en Tijuana hacen por la vida, sobreviven a las condiciones de exclusión de que son víctimas y hoy a la pandemia que azota al mundo.
El accionar de la Patrulla Fronteriza, su sofisticada y estricta vigilancia no sólo ha continuado, sino que las llamadas deportaciones exprés han sido constantes a lo largo de las semanas y los meses de la crisis sanitaria.
Desde hace un par de décadas Víctor Clark Alfaro trabaja en defensa de los derechos humanos en Tijuana, es el corazón de la Comisión Binacional de Derechos Humanos, profesor en la Universidad Estatal de San Diego. Pocos como él conocen la realidad social de Tijuana.
“Al momento de cruzar, los arrestan y son deportados inmediatamente sin pasar, como era hasta hace poco, a través de las cortes de inmigración, por lo menos para tratar de defender su caso, que usualmente son casos perdidos, pero ya no se sigue este protocolo. Ahora a los deportados exprés los deportan inmediatamente”.
Otras muchas personas son víctimas de la estrategia seguida desde hace años para detener migrantes indocumentados que radican ya en Estados Unidos. Se trata de una persecución marcada por la xenofobia y el racismo. Después de capturar los migrantes indocumentados se les separa de sus familias. La vida resulta truncada para quienes se ven obligados a dejarlo todo y regresar a un país donde, en los hechos, son extranjeros.
“Los otros deportados son quienes estaban en centros de detención y están siendo deportados por Tijuana”, agrega Clark Alfaro, quien hace el recuento en términos numéricos de una crisis social invisibilizada: “se estima que a lo largo de la frontera hay alrededor de 12 mil migrantes que han sido deportados en el último mes y ahora están, por decirlo así, atorados”.
Soraya Vázquez es reconocida por su labor en defensa de los migrantes. Ha participado en la organización de su atención en momentos de urgencia como lo fue cuando la primera caravana, verdadero éxodo migratorio, y en el desarrolló de estrategias para definir acciones desde la sociedad civil en favor de la migración como un derecho.
“En Tijuana tenemos varios escenarios en cuanto a la realidad de los migrantes –apunta Vázquez– uno es el de las personas que estaban solicitando asilo en Estados Unidos y que eran retornadas a México bajo el Protocolo de Protección Migrante. Estas personas, quienes ya estaban en un proceso, en una dinámica de ir a sus audiencias y volver, muchos ya esperando tal vez su última audiencia, ahora están atrapados aquí porque las cortes en California cerraron”.
Una espera en difíciles condiciones, con el tiempo en contra dados los efectos de la pandemia. Personas sin donde vivir, sin trabajo, consumiéndose en la desesperación cotidiana, con el futuro clausurado.
“Estas personas están a la expectativa de cuando tendrán su nueva audiencia y poder dar continuidad a sus procesos — señala Soraya Vázquez– pero mientras tanto se han visto afectados porque los albergues cerraron sus puertas, incluso desalojaron a cierto número de personas para poder mantener medidas de prevención. Es decir, en los alberges se trató de evitar el hacinamiento, por lo que mucha gente se quedó sin un espacio donde permanecer y vivir”.
Algunos de quienes se encuentran en espera de la resolución de las cortes de migración del gobierno de Estados Unidos habían logrado encontrar trabajo en Tijuana, en la mayoría de los casos empleos precarios en fuentes de trabajo como los servicios y el comercio que hoy permanecen cerrados.
“Estos migrantes, quienes habían logrado cierta independencia, quienes quizá estaban rentando un cuarto, hoy están enfrentando la situación de haberse quedado sin empleo. Muchas de estas personas trabajan en cuestiones informales y todo eso fue, digamos, suspendido, cerrado por el momento. Estas personas están ahora con el problema de no tener ingresos”.
Las decisiones del actual gobierno de Estados Unidos, la política de restringir la migración, de llevar adelante la construcción del famoso muro, en los hechos, se expresa en la actividad de la Patrulla Fronteriza que no ha cesado en su labor de capturar migrantes.
“Las deportaciones exprés son resultado de esta última medida que tomó el presidente Trump. Cuando alguien cruza de manera indocumentada es retornado inmediatamente y no se le permite solicitar asilo en Estados Unidos”, afirma Soraya Vázquez.
A pesar de todo y contra todo, se migra, migrar es un recurso de sobrevivencia. Migrantes venidos de Honduras, Guatemala, de El Salvador, de Cuba y algunos países de África siguen llegando a Tijuana.
“Dado que México autorizó que nos devolvieran también las personas centroamericanas y ese flujo de personas también continua, aquí no hay espacio, no hay las condiciones para ser atendidos y menos en esta crisis sanitaria”, dice con pesar Soraya Vázquez.
Sobre el número de personas provenientes de otros países que en Tijuana esperan a que las cortes de migración siquiera contemplen su caso, Víctor Clark Alfaro aporta un dato: “Hace algunas semanas, cuando conversé con el cónsul de Honduras, me dijo que en Tijuana había tres mil hondureños en espera de cita en las cortes de migración para iniciar su proceso de asilo. La realidad es qué a la mayoría de esas personas, yo diría que al 99 por ciento de ellas, no se les va a otorgar asilo. Simplemente los van a deportar a sus lugares de origen o a nuestro país”.
En cuanto al número de personas deportadas por el gobierno de Estados Unidos en la crisis sanitaria efecto de la pandemia, el Centro de Investigación Económica y Política, CEPR (por sus siglas en inglés) publicó un informe a finales del pasado mes de abril donde se señala que por lo menos se han realizado 232 vuelos para deportar migrantes con destino a países de América Latina y El Caribe.
Datos del Instituto Nacional de Migración, publicados por la prensa (La Jornada, 6/V/2020) refieren que Estados Unidos deportó a 57 mil 475 mexicanos en lo que se considera la primera parte de la pandemia. Catorce mil de estas personas fueron deportadas por Baja California.
Los albergues para migrantes en Tijuana enfrentan una situación crítica, la falta de recursos económicos y apoyos la padecen quienes permanecen en sus instalaciones. Se carece de todo, empezando por los alimentos para la subsistencia. También de los recursos para pagar los servicios de agua, luz y gas. La vida en estos Albergues a punto del naufragio, se padece en situaciones extremas de tensión, en instalaciones donde es difícil mantener la “sana distancia”.
Soraya Vázquez describe esta situación: “La mayoría de estos albergues son albergues privados, sobre todo auspiciados por iglesias cristianas, que abrieron sus puertas por generosidad y solidaridad, no cuentan con financiamiento público, se mantienen con sus propios recursos, sólo por servicios como agua o luz eléctrica tienen gastos muy fuertes. Hay albergues que atienden a 50 o a 100 personas en sus espacios, por lo que el tema de la alimentación es también muy difícil. Por las características de sus instalaciones no tienen garantizado el tema de guardar la sana distancia. Tampoco a dónde recurrir si alguno de los migrantes albergados presenta síntomas de estar enfermo de covid”.
Los albergues, verdaderos refugios para los migrantes en la difícil ruta de la sobrevivencia que los lleva a recorridos de miles de kilómetros, no son apoyados por las autoridades, si antes les negaron recursos en este momento de urgencia sanitaria es como no existieran para los gobiernos, ni para las instituciones, tanto federales, como estatales o municipales.
“En Tijuana existen 17 albergues –apunta Víctor Clark Alfaro—hasta hace poco más de un año estos albergues se mantenían con recursos que otorgaba el estado, concursaban y el gobierno federal les daba determinados recursos. Eso ya termino, ahora no se dan recursos a los albergues. A partir de entonces esos albergues, hay que decir que la mayoría tiene un corte religioso, continuaron sosteniéndose con donaciones de grupos norteamericanos sobre todo donaciones en especie, alimentos que les traen, pero en estos momentos estas donaciones han bajado dramáticamente, de hecho, no están trayendo los norteamericanos por la misma circunstancia de la pandemia, donaciones a los albergues y los que reciben alguna son donaciones bastante reducidas”.
Hubo que improvisar recursos, aprovechar lo que se tenía o de lo que se podía disponer. De lo que se trataba era de atender de manera urgente al creciente número de migrantes llegados a Tijuana en los últimos años, sobre todo después del fenómeno de las caravanas
“Las instalaciones de esos albergues son precarias, son albergues que se fueron improvisando en alginas casas e inmuebles, que fueron adaptándose para poder recibir migrantes –agrega Víctor Clark Alfaro–. El único que tiene esa condición de albergue, la Casa del Migrante de la iglesia católica, tiene capacidad sólo para 20 camas. Los demás albergues se han improvisado y sus instalaciones crecido de acuerdo a la demanda. Así que las condiciones al interior de esos albergues hoy con escasas de donaciones y sin el apoyo que los gobiernos estatal y federal les otorgaba, son muy difíciles. Por tanto, la población migrante vive en condiciones yo diría que de extrema gravedad”.
En Tijuana existe un albergue implementado por el gobierno mexicano en lo que fue la nave industrial de una maquiladora.
“Esto fue resultado de un acuerdo que tuvo el gobierno mexicano con Estados Unidos, se construyeron albergues en Ciudad Juárez y aquí. En el caso de Tijuana rentaron una ex maquiladora con capacidad para más de mil personas. Este lugar estaba destinado para atender a los deportados que están regresando diariamente a Tijuana, pero no todos aceptan ir a ese lugar”, dice Víctor Clark Alfaro.
La mayoría de quienes son deportados, de quienes dejaron del otro lado, familia, trabajo, la vida entera, no acepta regresar a su lugar de origen, tal vez algún caserío enclavado en las regiones rurales de Guerrero, Michoacán o Zacatecas del que salió siendo muy joven. Esos migrantes, muchos de quienes se apropiaron, con su esfuerzo y trabajo, del sueño americano, esperan regresar al otro lado para recuperar lo que han perdido.
“El último dato que se proporcionó de manera oficial es que tenían albergadas en ese lugar alrededor de 500 personas—señala Clark Alfaro–. El albergue tiene capacidad para mil, así que no está saturado, tiene espacio suficiente. Lo que pasa es que los deportados siguen algunos con la idea de que quieren regresar y piensan que ahora hay un momento de distracción de la Patrulla fronteriza. Algunos deportados tienen esa idea. Otros intentan regresar a su lugar de origen o buscan empleo. Si tienen suerte pueden vivir con algunos familiares, encontrar trabajo y rentar algún lugar para vivir, si no la tienen pueden terminar en las calles de la ciudad de Tijuana”.
El Bordo se encuentra en el centro de la ciudad de Tijuana, tiene mucho de campamento de refugiados, también de albergue callejero construido precariamente por los propios indigentes con lo que se pudo rescatar, desperdicios de aquí y de allá. La droga corre por todas partes y la mayoría de quienes sobreviven en el lugar sufren de adicciones. Una estación del infierno; la cruda realidad del sueño americano; la dolorosa evidencia de la inequidad que niega opciones de vida a muchos lastrados por la pobreza, víctimas del derecho fundamental a una vida digna. En El Bordo sobreviven muchos náufragos del viaje al otro lado, migrantes varados en la frontera.
“El Bordo –dice Víctor Clark Alfaro– no es otra cosa que un largo canal de más de 10 kilómetros de longitud que atraviesa el corazón de la ciudad y acaba por desembocar en el lado norteamericano. En la parte central del bordo, de este canal, corren aguas residuales. En épocas de lluvias el canal se ha desbordado provocando un enorme problema de contaminación por aguas residuales en una población del lado americano, que está apenas cruzando la frontera. En El Bordo continúa una población de indigentes, muchos de ellos deportados, quienes siguen viviendo ahí. Algunos o muchos de ellos, son adictos a las drogas”.
Una población en el abandono cuyas carencias se hacen más graves hoy, cuando se vive una emergencia sanitaria.
Soraya Vázquez habla de ese abandono, de cómo esa población, los náufragos del bordo, resultan invisibles para los tijuanenses.
“Lamentablemente es una población que nadie mira, tengo la teoría de que la mayoría de ellos fueron deportados en algún momento, quienes llegaron acá y no tuvieron ninguna opción, ninguna posibilidad de reinsertarse en la sociedad, porque no ha habido programas institucionales realmente pensados para darles una respuesta, para atender a esta población. Se quedaron ahí abandonados, lo que está muy dispuesto y muy a la mano para ellos es el tema de las drogas. Lamentablemente muchas de estas personas caen en esa situación. Su situación va empeorando y llega a un punto donde no se ve la salida, pero nadie hacemos nada por ellos, ni como gobierno, ni como sociedad. Siguen ahí en la zona de El Bordo, abandonados en ese canal de aguas residuales”.
Migrar para vivir
Si por mucho tiempo el motor para migrar fue la búsqueda de empleo, la esperanza “de una vida mejor”, hoy migrar es literalmente un recurso para la sobrevivencia tanto para quienes vienen de Hondura o El Salvador, como para las familias mexicanas, que llegan a Tijuana víctimas del desplazamiento forzado, de la violencia que impone el crimen organizado en territorios donde es la ley.
“He observado un aumento de migrantes mexicanos desplazados. En las listas que hay aquí, en donde se tienen que anotar para ver cuando les toca ingresar para pedir asilo, yo creo que el 70 por ciento son familias mexicanas y el 30 por ciento son personas centroamericanas. Sin duda hay un aumento de migrantes mexicanos desplazados por la violencia”, refiere Soraya Vázquez.
Estas personas sufrieron la violencia en carne propia, llegan a Tijuana amenazados con el temor de que hoy o mañana los pueda alcanzar el crimen organizado, de que los sicarios aparezcan una noche en el lugar donde se refugian. La vida para ellos es muy difícil en esta contingencia sanitaria, en los largos días y las pesadas semanas en que esperan por el tramite que sólo en muy pocos casos les permitirá hacer su vida lejos de la acechanza de la violencia.
“Distintas fuentes hablan de más de 200 mil desplazados por la violencia en México, y sí efectivamente a la ciudad de Tijuana estaban llegando hasta hace poco sobre todo mexicanos del estado de Guerrero y de Michoacán principalmente, en menor proporción de Colima, con la intención de cruzar para pedir asilo. Incluso a nuestra oficina de Derechos Humanos, han llegado familias completas con esa intención. La verdad es que para esos mexicanos la posibilidad de que les sea otorgado asilo en las cortes de migración es sumamente reducida, de cada 10 quizá uno o quizá ninguno, obtendrá asilo por esa circunstancia, porque no otorgan asilo en términos generales para personas que salen por violencia. Son raros y escasos los mexicanos a los que se les otorga asilo por esa causa. Tienen más probabilidades de obtener asilo aquellas personas que pertenecen a la comunidad LGBTI, quienes pueden argumentar transfobia o homofobia, pero quienes buscan asilo por violencia realmente tienen mínimas posibilidades de obtenerlo”, refiere Víctor Clark Alfaro.
En Tijuana, la ciudad a la que se llega después de haber estado recluido en algún centro de detención, después de sufrir una deportación exprés, quizá donde ya no es posible resistir ante la falta de recursos para la sobrevivencia en medio de la crisis que se vive, para muchos migrantes inicia el regreso.
Otros más están de vuelta de manera voluntaria. Sobre el regreso de los migrantes dice Víctor Clark Alfaro: “También estamos observando, no sabemos, no tenemos datos todavía, pero hemos platicado con varios de ellos, mexicanos indocumentados en Estados Unidos quienes por su condición de desempleo y falta de recursos para poderse sostener en Estados Unidos y sin ningún apoyo de seguro de desempleo, de salud, etcétera, están regresando de manera voluntaria a nuestro país. Un retorno de migrantes que están regresando de manera voluntaria”.
La dinámica migratoria continúa expresándose en Tijuana, si es una realidad que los flujos migratorios se vieron reducidos ante la política de contención del gobierno mexicano y las políticas antimigratorias por parte del de Estados Unidos, lo es también que a pesar de la crisis sanitaria muchos migrantes siguen llegando a Tijuana. Lo hacen con el afán de sobrevivir, agobiados por la pobreza, la violencia y realidades como el cambio climático y la violencia política. No sorprende un último dato proporcionado por Víctor Clark Alfaro, ya de cara a la crisis provocada por el coronavirus las últimas visas que otorgó el gobierno de Estados Unidos en sus consulados en México fueron para jornaleros agrícolas. La estrategia fue garantizar la producción de alimento en el campo ante el sombrío futuro que hoy es una realidad.
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