Rafaela Albergaria es hija de una trabajadora doméstica. La suya es la historia de muchas otras personas que por generaciones se han visto relegadas en los escenarios políticos y la educación superior. Es la primera que va a la universidad, y de ganar, la primera mujer de su familia en alcanzar un escaño político.
Texto y fotos: Alex Sierra
RÍO DE JANEIRO, BRASIL.- En el año 2017 Johanna, una joven mujer murió al quedar atrapada en la plataforma del tren en Río de Janeiro. Rápidamente, las autoridades alegaron –sin pruebas–, que se trataba de un suicidio para no asumir responsabilidad alguna, incluida una posible indemnización. Cada semana dos personas mueren en accidentes similares en Río de Janeiro.
Esta tragedia familiar fue lo que llevó a Rafaela Albergaria, prima de Johanna y trabajadora social, a incursionar en la vida política y postularse en estas elecciones como candidata a Diputada Estatal de Río. Rafaela es de origen humilde, hija de una trabajadora doméstica y reconoce que la suya es la historia de muchas otras personas que por generaciones se han visto relegadas en los escenarios políticos y la educación superior. En su caso es la primera que va a la universidad, y de ganar, la primera mujer de su familia en alcanzar un escaño político.
Su activismo responde a una sentida reflexión sobre la exclusión y la pobreza que de manera cruda padecen millones de personas en Brasil, y que se hace muy palpable en un sistema de transporte inseguro, que segregan aún más a las personas de las periferias por la imposibilidad del pago.
¿Por qué el transporte público como campaña?, le pregunté a Rafaela cuando le conocí, y ella respondió que justamente es un tema que se convirtió en un aspecto “técnico”, de expertos(as), pero sin una reflexión sobre el impacto que tiene un modelo segregacionista que impide a las personas dignificar su vida, disfrutar de sus hijos y tiempo libre, pues la ciudad se queda sin opciones de transporte en las noches, en una exclusión que les impide a muchas personas de las periferias desplazarse hacia las zonas turísticas conocidas mundialmente. Es una práctica sostenida en el tiempo para impedir que los pobres se mezclen con las élites que habitan y transitan en zonas como Botafogo o Copacabana.
En Brasil como en muchos de los países de América Latina, se hace muy evidente la exclusión espacial y el derecho a la ciudad. De una parte, están los amplios espacios, parques y andenes, de otro las favelas atiborradas, donde las motocicletas compiten con los transeúntes y las casas son un permanente desafío vertical de diseño, quitándole al cielo cualquier espacio para ser habitado.
Electoralmente este 2 de octubre se definen muchas cosas en Brasil. Son once los(as) candidatos(as) a la presidencia, opacados(as) por los dos más relevantes: Jair Bolsonaro, candidato de extrema derecha que busca su reelección y Luis Inácio Lula Da Silva, líder de izquierda quien ya fue presidente entre 2003 y 2010. En estas elecciones los(as) brasileros(as) también elijen Senadores(as), Diputados(as), Gobernadores(as) y legisladores(as) provinciales con cerca de 156.4 millones de personas aptas para votar. Las elecciones son obligatorias.
Acompañamos a Rafaela en dos de sus eventos de agenda, al primero llegamos luego de atravesar la ciudad a un exclusivo auditorio donde conocimos a Benedita Souza da Silva, una mujer de 80 años que fue la primera mujer negra en ser Gobernadora del Estado de Río de Janeiro, y luego sería Ministra y Secretaria de Estado. Para Rafaela la vida de Benedita es inspiradora, “ella también afrontó el clasismo y racismo de este país”, afirma reconociendo en ella su propia historia.
Luego de este emotivo, pero protocolario encuentro, fuimos a un barrio popular del otro lado de la ciudad donde se encontraba una familia de unas 15 personas en un pequeño espacio esperándole, mientras arreciaba una intensa lluvia que hacía mover las banderas de su campaña puestas como improvisadas cortinas. Se trata del hogar de un portero de un edificio, que lleva una camisa azul, tiene unos 70 años, su esposa, alegre y amable, y sus hijos e hijas, nietos y familia cercana.
Rafaela se sienta en la mitad del grupo con la pantalla aún encendida de un enorme televisor con un partido de fútbol como fondo, y empieza a hablar con la familia con una enorme convicción, cuenta su historia, el por qué asumió esta causa, por qué es necesario cambiar la forma de vida de millones de brasileros(as) y la importancia de reducir el valor del transporte público, hacerlo seguro, permanente y que esa es una causa tan importante como la educación y la salud, es la oportunidad de mejorar la vida de la gente “prieta”, los excluidos, los pobres.
Me llamó la atención de manera especial, que luego de su presentación, otras mujeres presentes con igual fuerza expusieron sus preocupaciones, sus angustias, en un dialogo político distinto al que he visto en otros países de América latina donde los(as) candidatos(as) suelen protagonizar un monólogo ante auditorios tímidos y desinteresados. En esta casa se respira la política en el aire, las ideas de Rafaela son rápidamente complementadas, y con muchos ejemplos por parte de sus interlocutoras, circula comida para los presentes, refrescos y al terminar hay aplausos y afectuosos abrazos, las banderas y publicidad política están en medio de las fotos y las muchas imágenes religiosas.
Finalmente le pregunté a Giao* por qué invitar a Rafaela a su casa. Él de manera tranquila y muy pausada me responde que ha vivido tanto para conocer muchas frustraciones, y que decidió darle la oportunidad a una persona joven que ha visto trasegar en un camino duro, racista y machista, que necesita ser cambiado.
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