El viaje del «último de los revolucionarios»

4 septiembre, 2020

Guerrillero, historiador, economista, Andrés Rubio Saldívar terminó su viaje que prefirió los caminos del sur. ¿Quién fue este hombre de aspecto desaliñado que enarboló demandas estudiantiles y sindicales por igual, que con ironía se autodenominó «el último de los revolucionarios»?

Texto: Kau Sirenio 

Foto: Especial

Andrés Rubio Saldívar era una persona alegre y curtida por los años que se movía por los caminos del sur tras las huellas del movimiento armado en Guerrero. No había días que no se jactara con sarcasmos de ser el último revolucionario: “Los comandantes Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas se nos adelantaron” recordaba. “Algunos compañeros no están con nosotros, otros están haciendo la revolución y los demás cobrando en el gobierno”. 

Rubio vivía algunas temporadas en San Luis Acatlán, Guerrero. Cuando tenía dinero hacía viajes cortos a Ciudad de México y de ahí se iba a Mérida, Yucatán. En Chilpancingo salía a tomar café con los amigos, de ahí a buscar un lugar dónde comer, antes de emprender el camino hacia alguna cocina económica revisaba su presupuesto. Su gasto diario no rebasaba los 200 pesos. 

Andrés paseaba por la vida su 1.75 metros de altura, su aspecto desaliñado y su gesto profundo, de filósofo. Cabello medio largo y medio chino, sujeto con una liga negra, donde dominaban las canas, al igual que en su barba estilo guerrillero cubano del siglo XX. Era delgado pero se veía macizo. Rara vez se paraba en una báscula, así que lo último que se supo de su peso fueron 85 kilos. No hace mucho que enfermó, aunque siempre caminaba encorvado y con dificultad por un mal que padecía en la columna vertebral.

Andrés nació en Mérida, Yucatán, el 5 de noviembre 1947, ahí se graduó en la facultad de Economía de la Universidad de Yucatán. Después se integró al movimiento estudiantil y sindical. 

Enfermo y con problemas económicos, Andrés Rubio Saldívar estaba en la antesala de graduarse como maestro en Derechos Humanos por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), con la tesis: Masacre en El Charco, municipio de Ayutla, Guerrero.

Cuando platicaba con los periodistas en los cafés en Chilpancingo siempre se reía de los problemas sociales, las pláticas con él eran horas interminables. Empezaba con la madeja desde Rubén Jaramillo; Asalto al Cuartel Madera, Chihuahua; Genaro Vázquez Rojas; el movimiento pobrista de Lucio Cabañas y no paraba hasta llegar con la reforma agraria. 

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–Kau, tú no entiendes que la reforma agraria le dio en la madre a los campesinos, no creas que la represión es de ahora, no, así que no te hagas pendejo, tú lo sabes muy bien –me dice Andrés. 

Manotazos y gritos, Andrés no está contento con su realidad. Durante horas habló y habló de los movimientos sociales en Guerrero. Contó su vivencia con la guerrilla nicaragüense, sus miradas lo trasladan a la desilusión. Pero eso no lo detiene para recalentar arroz y unos tamales de verdolaga. Va a la cocineta y regresa al comedor con la cafetera para servirme más café. 

Andrés Rubio Saldívar investigador sobre el movimiento guerrillero de Genaro Vázquez Rojas, analiza la crisis social en Guerrero. Él habla, yo aprovecho para darle un sorbo a mi café sin azúcar y amargoso, el descuido me quema la lengua. 

–Los campesinos fueron despojados de sus tierras para ser explotados como esclavos en San Quintín –agrega el viejo marxista.

–¿Qué tenemos que hacer para revertir la represión y explotación? –suelto, antes que Rubio me deprima más con sus recuerdos.

Esa noche platicamos de todo un poco: el regreso del Partido Revolucionario Institucional (PRI), reformas estructurales, movimiento de Ayotzinapa y Aguas Blancas. 

–Mira, hay que aprovechar la correlación de fuerza para revertir las reformas. Sobre todo, tenemos que construir desde abajo una nueva propuesta que genere cambios, pero para el bien, porque si no los hacemos no vamos a lograr nada –anima.  

Después de las vueltas de la cocina al comedor y recalentar la cena, Andrés se sienta frente a mí y suelta una carcajada. 

Controla sus catarsis, luego vuelve a los gritos. 

–Andrés. ¿Qué pasó con el movimiento genarista? –insisto a los recuerdos. 

–El movimiento de Genaro y Lucio fue lo más importante en la historia moderna del país, ellos sentaron las bases para la democratización institucional, además su movimiento ayudó a crear nuevas condiciones de lucha por la vía electoral. 

Para contrarrestar el frío, el historiador viste una bata de baño aterciopelado que asemeja a ceniza. Cruza las piernas, se coloca sus anteojos para repetir lo mismo. Rubio lleva años cuestionando el statu quo. 

Cuando Andrés se perdía en la conversación, le insisto que hable del PRI, y las consecuencias que esta organización política trajo para el país. Al ver la insistencia sobre el tema, contesta indignado: “Mira el regreso del PRI en 2012 fue lo peor que le pasó al país, fíjate nomás, regresaron los mismos represores, pero con más fuerza para aniquilar a los movimientos sociales, las desapariciones de activista incrementaron”. 

Agrega: “Las cosa fue peor que antes, la militarización, los asesinatos y las represiones fueron el pan de cada día y más fuerte, porque la clase política del viejo régimen no estaban dispuestos perder sus privilegios”.

Es 2017.

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El yucateco vestía playeras con rostro de Genaro Vázquez Rojas, Lucio Cabañas y Che Guevara, llevaba bolsa de mano con cuadernos donde anotaba números de teléfonos de sus amigos, porque le dificultaba usar equipo de telefonía inteligente. 

El viejo marxista podía tardar horas con la plática, pero perdía horas frente una computadora cuando intentaba escribir, era de esos intelectuales que construyen oraciones y mensajes sin perderse en la conversación, pero sufrían al plasmar una idea por escrito. 

Con la irrupción de la revolución sandinista para derrocar a Anastasio Somoza Debayle en 1979, Rubio Zaldívar viajó a Nicaragua para incorporarse a la lucha revolucionaria; tres años después volvería a la revolución internacionalista ahora en El Salvador en 1982 a lado de Salvador Cayetano Carpio conocido como comandante Marcial.

Cuando regresa a México empieza a reflexionar sobre los movimientos guerrilleros que triunfaron, pero al tomar el poder se convertían en dictaduras proletarias, de ese análisis Rubio plantea el rescate histórico de los movimientos armados en México. 

De ese proceso, Andrés se da un espacio para estudiar Historia regional en la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro), no se tituló, pero su propuesta de tesis iba encaminada hacia el rescate de la memoria histórica de Asalto al Cuartel Madera, Chihuahua.   

De la esposa de Genaro Vázquez Rojas el historiador se refirió así: “La maestra Consuelo dignificó la memoria del comandante Genaro Vázquez Rojas, convirtió la tumba del maestro en un espacio de denuncias, de demandas de justicia y libertad; logró mantener una luz de esperanza para los desposeídos. Porque después del asesinato, los militares montaron una campaña de desprestigio en contra de los compañeros de la ACNR, a quienes llamaron robavacas, asaltantes y asesinos. Nunca le reconocieron sus postulados políticos”. 

Andrés partió para siempre desde el Hospital la Raza en Ciudad de México, donde llegó por una infección en la columna vertebral el pasado 29 de agosto. Se reunirá con Rubén Jaramillo, Genaro Vázquez Rojas, Lucio Cabañas Barrientos y su hijo Adrián Rubio. Su vida terrenal estuvo llena de precariedad, pero nunca soltó sus idea revolucionaria.

Periodista ñuu savi originario de la Costa Chica de Guerrero. Fue reportero del periódico El Sur de Acapulco y La Jornada Guerrero, locutor de programa bilingüe Tatyi Savi (voz de la lluvia) en Radio y Televisión de Guerrero y Radio Universidad Autónoma de Guerrero XEUAG en lengua tu’un savi. Actualmente es reportero del semanario Trinchera.