Cualquier profesional en cualquier ámbito pregúntese a sí mismo si le gustaría que le roben sus ideas, que no le paguen por lo que hace o que sus logros por ínfimos que sean se los adjudique alguien más. Esto pasa frecuentemente con los fotógrafos profesionales.
Por Duilio Rodríguez / @duiliorodriguez
El momento en un retrato periodístico puede revelar cómo es una persona, que hace, en donde está, con quienes está, pero a veces toda esta información no alcanza a ser vista en una sola imagen.
Muchas veces para comprender mejor una sola imagen documental hacen falta otros datos importantes como el pie de foto, el nombre del autor, la fecha, el lugar.
Una fotografía de AMLO que tomé en los años noventa fue utilizada sin mi autorización por un usuario de Facebook y posteriormente publicada indebidamente en instagram por un medio, que la atribuyó al usuario de la red social.
Previamente, el usuario de Facebook le quitó todos los elementos documentales y agregó un texto encima de la foto; la frase, no queda claro si la dijo AMLO o quién. Pero todo eso la convirtió en un producto promocional y despojó a la imagen la intención primigenia con que la tomé.
El medio que publicó la fotografía de Andrés Manuel López Obrador lo hizo sin buscar al supuesto autor para pedirle permiso; de haberlo hecho se habrían enterado que la fotografía no era de su autoría.
Ningún medio, ni persona puede o debe usar algo que no le pertenece moral y patrimonialmente, mucho menos con fines propagandísticos.
El contexto original de cuando tomé la foto sucedió en 1996, cuando el ahora presidente de la república llevaba a cabo un mitin de protesta como parte del movimiento de resistencia civil pacífica para denunciar las malas prácticas de Pemex en el estado de Tabasco.
Lo que pedía AMLO entre otras cosas era la indemnización para los indígenas por la contaminación que producía la empresa a sus tierras, mientras ellos vivían en pobreza.
En aquellos años el líder social era apenas conocido a nivel nacional, empezaba una larga lucha política que a la postre lo tiene como presidente de México. En esos momentos no había millones de fotografías de él, ni tenía los reflectores como ahora.
Los fotoperiodistas, vamos al sitio a documentar; no hay forma de hacer esta labor desde un escritorio. Para realizar nuestro trabajo compramos todas las herramientas profesionales que nos ayuden a lograr nuestro objetivo y nos movemos por los lugares que impone cada situación.
Actualmente es fácil obtener una fotografía con un teléfono móvil; pero cabe recordar que en la década de los 90 no existían cámaras en los móviles; además alguien que se dedica profesionalmente a la fotografía usa la cámara del teléfono como una herramienta más, ya que con ella no es posible resolverlo todo.
El editor de foto o responsable de las redes sociales en un medio de comunicación siempre debe considerar buscar al autor para preguntarle si pueden usar sus fotografías, de lo contrario están violando los derechos de autor.
Los casos de mal uso de fotografías no quedan impunes cuando se comete en contra de fotógrafos que trabajan en agencias internacionales o en corporativos de medios de comunicación; sus despachos de abogados generalmente reclaman pagos y costes.
Por lo regular las violaciones al derecho de autor quedan impunes cuando se trata de fotógrafos o medios independientes que no tienen este interés punitivo o que no cuentan con recursos para exigir su remediación.
Un código de ética periodística contempla no publicar una fotografía sin pagar y sin acreditar correctamente al autor a menos que sea absolutamente necesario por tratarse de un suceso de interés público urgente, algo que alerte a la sociedad de un peligro inminente. Aún así se debe corroborar toda la información y para ello se busca al fotógrafo testigo presencial de los hechos.
Claro que la aplicación de códigos no son infalibles, aún con una buena guía nos podemos equivocar. La importancia de reconocer nuestros errores sin ambages nos ayuda a mejorar, y ayuda a otros a comprender en qué consisten para no repetirlos.
Para todos aquellos usuarios de redes que creen que está bien utilizar fotografías libremente, piensen que despojan a una persona de su trabajo y desvirtúan los hechos dando pie a todo tipo de interpretaciones fuera de lugar.
En todo México hay fotógrafos que cotidianamente pierden su trabajo o que viven al mes con salarios por debajo del mínimo. Además es una labor que a muchos colegas les ha costado amenazas, lesiones y hasta la muerte.
Cada vez que vean una fotografía periodística o documental que les guste piensen quien la tomó.
¿Por qué negarnos el derecho que la propia ley nos otorga de que se publiquen nuestras fotos con los datos completos o de que se nos remunere económicamente si así lo decidimos?
Cualquier profesional en cualquier ámbito pregúntese a sí mismo si le gustaría que le roben sus ideas, que no le paguen por lo que hace o que sus logros por ínfimos que sean se los adjudique alguien más.
Es importante no normalizar malas prácticas, cada profesional desde nuestra cancha tenemos derechos que hay que conocer y defender.
Que un grupo de personas en Twitter piensen lo contrario sin conocer nuestros derechos no debe inhibirnos para denunciar lo que nos afecta.
En mi caso, con la fotografía que publicaron de AMLO en Instagram hice lo que siempre hago antes de denunciar públicamente: Desde dos cuentas distintas de la misma red social escribí amablemente por mensaje directo al medio para que me explicaran por qué habían subido mi foto sin mi autorización y atribuyéndola a alguien más. No recibí ninguna respuesta.
También pregunté entre mis colegas fotógrafos y periodistas si alguien conocía alguna persona en ese medio, y nada, nadie los conocía, así que subí en Twitter mi denuncia, aún así no recibí mensaje alguno de su parte.
Entonces decidí acreditar y reportar en Instagram por la violación del copyrigth, al día siguiente recibí un correo de la red social avisándome que habían removido el contenido.
“Hi,Thanks for contacting us. We removed the content you reported for violating Instagram’s Terms of Use. We understand this action to resolve your intellectual property report”
Fue entonces que alguien del medio que la publicó me escribió un mensaje directo en Instagram que decía textualmente lo siguiente:
“Hola ya borraron la imagen, la persona que la subió cometió un terrible error, ¿cómo podemos aclarar? Es decir, ¿cómo corregimos algo que se borró? Espero atenta tu respuesta”.
El mensaje no decía quien me escribía, de quién o cómo habían obtenido la foto, en qué consistía el error y al mismo tiempo me preguntaban cómo corregir algo que evidentemente ellos no habían borrado.
Pregunté quien me escribía para tratar de entablar una comunicación con alguien ahí. No recibí respuesta.
Por otro lado, desde la red social Twitter, alguien se disculpó conmigo diciendo que se había tratado de un terrible error y anunció su salida de su medio para deslindarse de responsabilidades por la gran cantidad de ataques a su persona.
Por su puesto yo no había pedido, ni deseado su salida. Sería ilógico pensar que eso representaba una solución. En todo caso era una decisión que los salvaguardaba a ellos, además yo en ese momento apenas me enteré que tenían una encargada de redes sociales.
Entonces la gente en Twitter se enfocó en acusarme a mí de lo sucedido. Más tarde desde la cuenta del medio de comunicación anunciaron con un mensaje nuevo que su compañera sólo había solicitado un descanso y que seguirán contando con ella.
Las personas que no se enteraron de esto último, envilecieron mi denuncia, desvirtuaron el tema de fondo, no leyeron todos los mensajes públicos de ambas partes y concluyeron lo que se les dio la gana.
Algunos opinaron que debía ser yo quien pagara por usar la fotografía de AMLO porque el ahora Presidente tiene su imagen registrada.
Mejor, esas personas deberían de exigir a quienes usan nuestras imágenes que nos paguen. ¿No entienden que fui yo quien pidió que la borraran de Instagram?
Además, seguramente desconocen que originalmente esa fotografía la he publicado en reportajes periodísticos para medios de comunicación, (La Jornada y Pie de Página).
Ni el presidente de México, ni ningún otro funcionario público puede pedir una remuneración económica por una publicación periodística.
Por suerte hubo muchas otras personas que apoyaron el fondo de este asunto, reconocieron mi trabajo y la defensa de un derecho que debería ser del conocimiento público.
Con el medio que publicó la foto sin autorización y con su encargada de redes estoy en paz. Celebro que aceptaran el error.
Busqué al usuario de Facebook quien de inmediato corrigió el error y además colocó una liga al reportaje que publicamos en Pie de Página en 2018.
Ya he explicado en otras columnas que en Pie de Página somos solidarios con medios independientes, personas u organizaciones que quieren usar nuestro material y no tienen suficiente dinero para pagarlo. En ciertos casos basta con que nos citen y destaquen el trabajo original.
Algunas veces por error, otras veces no, personas o medios utilizan imágenes sin conocer que existe una ley federal que protege los derechos de autor y el espíritu de la misma.
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Editor y fotógrafo documental, retrato, multimedia y vídeo. Dos veces ganador del Premio Nacional de Fotografía Rostros de la Discriminación.
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