El terror del silencio

7 marzo, 2021

El alcalde de Tejupilco amenazó al priodista Nevith Condés Jaramillo para que detuviera sus reportajes. Pero Nevith siguió con su trabajo hasta que lo mataron. La aprendió a sobrevivir a través del silencio

Twitter: @luoach

En el 2015, el programa radiofónico Radiolab de la radio pública de la ciudad de Nueva York publicó un episodio de podcast que se llamó Fu-Go. En la descripción del programa se lee “es una historia de globos misteriosos, sheriffs vaqueros, niños atrapados en los vientos de la guerra. Y el silencio, el terror del silencio”.

La descripción le hace justicia al podcast, que trata sobre un episodio poco conocido en la Segunda Guerra Mundial, donde Japón enviaba bombas incendiarias en forma de globos aéreos a ciudades y bosques de Estados Unidos. En total se enviaron 9 mil 300 de estos globos-bomba entre finales de 1944 y principios de 1945, e incluso algunos de ellos fueron vistos desde México y Estados Unidos. Flotaban del cielo a tierra, donde incendiaban todo lo que tocaban. 

A pesar de que los Fu-Go podían causar poco daño directo, sí podían generar incendios y pánico entre la población estadounidense. El primer reportaje publicado al respecto fue realizado por parte de la Associated Press en diciembre de 1944; el siguiente fue publicado por la revista Newsweek en 1945. Poco tiempo después, el gobierno federal de los Estados Unidos solicitó a la prensa no publicar ninguna información de los Fu-Go para que Japón pensara que no había sido efectiva su estrategia.

La prensa hizo caso a la solicitud de censurarse por parte del gobierno y no se publicó nada más… al menos hasta que murieron las primeras personas a causa de los globos-bomba que caían del cielo con apariencia inocua pero cargados de bombas escondidas. De no haber acatado la petición, la prensa pudo haber prevenido algunas de esas muertes al alertar a la población. 

La tensa relación entre el periodismo y el poder no es nueva. Y, por definición, no puede ser tersa. La primera existe para fiscalizar y llamar al segundo a rendir cuentas frente a las mismas personas que tienen la capacidad de quitarle el poder que detenta. Y la relación entre la prensa y el poder ha sido siempre particularmente delicada en tiempos de guerra. 

Pero la guerra puede definirse de muchas maneras y los poderosos pueden elegir muchas razones y motivos para censurar a la prensa. Una de ellas es para no darle señales al enemigo de que su estrategia está dando resultado, como en el caso de los Fu-Go, otra es para guardar el secreto de que se está poniendo en riesgo la vida de los soldados de un país en una guerra perdida, como sucedió con los papeles del Pentágono, publicados por el New York Times en 1971. Estos contenían, entre otras cosas, un estudio que comprobaba que la guerra de Vietnam estaba perdida y la administración de Lyndon B. Johnson había mentido a los ciudadanos y al congreso al decir lo contrario. 

Claro que no hace falta irse tan lejos. Ni a Estados Unidos ni a 1945 o 1971. Basta con mirar alrededor, en un país donde han asesinado a más 120 reporteros locales en los últimos 20 años. Especialmente porque muchos de ellos reporteaban en condiciones de guerra.

Tal es el caso de Nevith Condés Jaramillo, periodista local de Tejupilco de Hidalgo, al sur del Estado de México en la región de Tierra Caliente. Esta zona está dominada, hace años, por la organización criminal La Familia. Es un municipio donde se trabaja mucho el campo; la población está compuesta sobre todo por campesinos y rancherías alrededor de la cabecera municipal, que ha sido gobernada históricamente por el PRI, con dos excepciones: un presidente municipal perredista entre 2003 y 2006 y el actual alcalde de Morena.

En este contexto, Nevith publicaba información de su comunidad, como eventos culturales, hacía colectas para los vecinos que lo necesitaran o buscaba información de habitantes que habían desaparecido. Categóricamente no publicaba información del crimen organizado, pero eso no lo exentaba de estar reporteando en un contexto donde se libraban batallas por el territorio de vez en cuando. Lo que sí publicaba Nevith eran reportajes donde llamaba al gobierno local a la rendición de cuentas: que se terminaran de construir las escuelas que se derrumbaron con el temblor de 2017; que se abasteciera el hospital de medicamentos; que se hiciera justicia en el derribo de un helicóptero de civiles. 

Al igual que en Estados Unidos en 1945 y 1971, el gobierno le pidió al periodista que se censurara: el alcalde de Tejupilco amenazó a Nevith para que detuviera sus reportajes y se disculpara públicamente con él. Pero Nevith siguió con su trabajo: informando a la gente de lo que ocurría en su pueblo hasta que lo mataron la madrugada del 24 de agosto de 2019. 

Y como en el caso de las bombas Fu-Go, desde Defensores de la Democracia (www.ddld.mx) armamos un podcast sobre la vida de Nevith y el lugar donde trabajó. Se llama Voces Silenciadas y se puede encontrar en: www.vocessilenciadas.mx o en cualquier de las plataformas de streaming donde encuentren sus podcasts, como Spotify, Google Podcasts o Apple Podcasts. 

Ahí, a lo largo de seis episodios publicados cada martes a partir de mañana, ahondaremos en todas las razones que hacen únicos a Nevith y su legado, pero universales a las características de Tejupilco. Tan universales que permiten que los asesinatos contra periodistas en México se hayan convertido en un problema sistémico. Sobre todo porque se trata de un municipio sobre el que, en palabras de uno de los entrevistados en el podcast, la gente —resiliente— aprendió a sobrevivir a partir del silencio. Un silencio que los termina por dejar más vulnerables. Casi tan vulnerables como alguien que ve un globo caer del cielo y se acerca a recibirlo sin saber que adentro trae una bomba.

Y no es exactamente lo mismo, pero de cierta manera Voces Silenciadas sí cuenta una historia de objetos misteriosos cayendo del cielo, “sheriffs vaqueros, niños atrapados en los vientos de la guerra. Y el silencio, el terror del silencio”.

Ha participado activamente en investigaciones para The New Yorker y Univision. Cubrió el juicio contra Joaquín El Chapo Guzmán como corresponsal para Ríodoce. En 2014 fue seleccionada como una de las diez escritoras jóvenes con más potencial para la primera edición de Balas y baladas, de la Agencia Bengala. Es politóloga egresada del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y maestra en Periodismo de investigación por la Universidad de Columbia.