Una de las zonas más marginadas del país es, también, el sitio con más robo de combustibles en el Valle de México. Hace una semana el gobierno federal dio a conocer el hallazgo de siete tomas clandestinas en Ecatepec, Estado de México, un lugar donde el huachicol es una contravenida forma de sobrevivencia
Texto: José Ignacio De Alba
Fotos: María Ruiz
ECATEPEC, ESTADO DE MÉXICO.- Por la superficie de la tierra se desfogan las aguas negras de la Ciudad de México, en el llamado Gran Canal. En la rivera de este río inmundo (que alguna vez fue un río natural donde la gente iba a pescar) se juntan toneladas de basura que arrastra la corriente; los desechos también son vertidos por camiones, sin ninguna supervisión sanitaria.
Esta fuga del Valle de México pasa por una de las zonas más pobladas del país: Ecatepec, municipio del Estado de México que tiene una población cercana a los dos millones de personas. Y según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), también tiene la mayor concentración de pobreza urbana en el país.
El Gran Canal atraviesa como columna vertebral decenas de colonias marginadas de Ecatepec. En dirección opuesta de las aguas negras, bajo la tierra, circula el principal motor de energía de la capital del país: el ducto de gasolina Tuxpan-Azcapotzalco. Bajo el cinturón de pobreza pasan millones de dólares en combustible.
Este municipio se convirtió en la región con más hurto de combustible en el Valle de México. Apenas la semana pasada, el gobierno federal anunció el descubrimiento de ocho predios utilizados para “ordeñar” el ducto Tuxpan-Azcapotzalco. De ellos siete estaban en Ecatepec y cuatro se encuentran a unos cuantos metros del Gran Canal.
La Comisión Nacional del Agua (Conagua) alertó sobre las tomas clandestinas. El viernes 9, la titular de Protección Civil, Laura Velázquez Alzua, narró el hallazgo en la conferencia del presidente.
Según la funcionaria, el lunes 29 de marzo sucedió uno de los eventos “más relevantes que han puesto en riesgo a la población, en particular en la Ciudad de México y Estado de México”: En una planta de bombeo de agua llamada “El Caracol”, contigua al Gran Canal, se registró un “índice de explosividad del 70 por ciento”.
El gobierno federal desplegó a personal de las Fuerzas Armadas, la Guardia Nacional, Petróleos Mexicanos (Pemex), Conagua, Protección Civil y autoridades municipales y del Estado de México. El evento fue controlado y se encontró la causa: una perforación ilegal para ordeñar del ducto se salió de control y vertió combustible sobre el Gran Canal. Fue lo que prendió las alarmas en Conagua.
En la misma conferencia, el director de Pemex Logística, Javier González del Villar, explicó que la paraestatal mexicana introdujo un “diablo instrumentado” dentro del ducto de gasolina para detectar perforaciones; así encontró siete tomas clandestinas en Ecatepec y una en la alcaldía de Azcapotzalco, en la Ciudad de México.
Las tomas clandestinas en Ecatepec fueron localizadas en predios de colonias marginadas.
“La verdad que el huachicol es el problema que menos preocupación nos da”, dice Mary, de 23 años, mientras caminamos en la colonia San Isidro, a pocos minutos caminando de una de las tomas clandestinas descubiertas.
La chica lleva, prácticamente, toda su vida viviendo en este municipio. Para ir a la tienda —donde la encontramos— a comprar unos refrescos tuvo que salir acompañada de su amiga Bere (21 años).
—¿Qué es lo que más les preocupa?
—Los asaltos y los feminicidios… En realidad es todo, porque no vives tranquila.
Las jóvenes platican de la violencia con familiaridad. Cuando les preguntamos sobre el peor evento que les ha tocado vivir Bere narra que en una ocasión, cuando tenía 15 años, un extraño la intentó subir por la fuerza a un coche. Ella tuvo la fortuna de que algunos vecinos lo vieran y la libraran de su captor. Mary no tiene un evento parecido, pero cuenta que la han asaltado unas diez veces.
Así que ellas caminan con precaución, aun cuando solo van a la tienda ubicada a unas cuadras de sus casas. Voltean con desconfianza a ver los carros que pasan, caminan alertas y rápido por la calle, evitan detenerse con extraños. De hecho, platicamos porque se acercaron a aconsejarnos que no andemos tan confiados por estos rumbos.
Del robo de combustible saben algunas cosas, “pero es la menor de las preocupaciones”, insiste Mary. Dice que muchas de las propiedades de ese lugar están abandonadas y que son empleadas como casas de seguridad, para mantener cautivos a secuestrados, para vender drogas, para llenar tanques con combustible robado de los ductos que pasan por la zona.
Mary cuenta más de lo que le preocupa: “¿Conocen al monstruo de Ecatepec? Pues una de sus víctimas fue una compañera mía de la secundaria, fue su vecinita. Todavía el maldito ayudó a la familia a buscarla cuando desapareció. Fue a aquí, a unas cuadras. De hecho, pusieron un memorial, pero lo quitaron porque le hacía mala publicidad al lugar.”
Ecatepec ha sido en los últimos años un foco rojo por el alto índice de asesinatos de mujeres. En 2019 salió a la luz el caso de un hombre, llamado por las autoridades como “Juan Carlos N.” y por los medios como “el monstruo de Ecatepec”, quien asesinó y desmembró a, probablemente, decenas de jóvenes.
—¿Qué oportunidades hay para ustedes aquí?
—En esta zona no hay trabajo, tenemos que ir a zonas céntricas. Pero muchos de los trabajos son fraudulentos. Te dicen que vas a trabajar como secretaria, pero después de un tiempo te meten a pláticas motivacionales y resulta que vas a vender algo. La verdad, la mayoría de los muchachos que estudian lo que buscan es salir de aquí. Porque está horrible, está muy muy feo— responde Mary.
Bere dice que no acabó el bachillerato y que dejó de estudiar porque quedó embarazada y porque todo el tiempo asaltaban a los estudiantes. “Ya sabían a qué hora entrábamos y a qué hora salíamos”. dice.
Mary sí acabó la prepa, pero sólo pudo estudiar un cuatrimestre de la carrera de administración. Con la pandemia dejó los estudios universitarios.
Ambas confiesan que su sueño es irse de Ecatepec, Bere dice que se iría a Guadalajara “porque es muy tranquilo”; y Mary, a Querétaro “porque que está muy relax y hay mucho trabajo”.
¿Por qué no se van? No tienen dinero, dicen, además de que les gustaría irse con sus papás y sus hermanos.
El gobierno federal anunció que las propiedades utilizadas para robar combustible se les aplicará la extinción de dominio; es decir, pasarán a ser propiedad de la nación. Pero no se sabe cuándo. A unas casas de donde viven Mary y Bere el gobierno expropió una casa, en 2019, por participar en el robo de combustible; desde entonces el sitio está abandonado. Los sellos que pusieron las autoridades están rotos.
La población de Ecatepec se extiende por territorios complicados y periféricos a la Ciudad de México. Se vive fuera del centro, se habita en la orilla, se vive ignorado.
Lydiette Carrión, editora en Pie de Página y autora del libro la Fosa del Agua, se ha dedicado durante varios años a investigar feminicidios en este municipio. En su libro relata la búsqueda y la impunidad que prevalece en los casos.
Para este trabajo, explica que Ecatepec no sólo es uno de los municipios más poblados del país, también es un sitio muy extenso, con colonias inaccesibles y problemas compartidos, como la falta de agua, la inseguridad, la sobreventa de tierras. Es, en realidad, “varios lugares”, dice la periodista.
La población está al margen de las decisiones de gobierno, pero paradójicamente es importante como «músculo político». Durante muchos años, el Partido Revolucionario Institucional gobernó este lugar. Desde 2018, Morena -el partido que fundo el presidente- ocupa la alcaldía.
Lydiette Carrión relata que el municipio se formó como un asentamiento de obreros. La población se asentó alrededor de las fábricas que estaban en el lugar, pero de a poco las industrias se mudaron.
“En un principio Ecatepec tenía un sentido en sí mismo, pero ahora es un municipio que gira en torno a los designios y necesidades de la metrópoli”, dice la periodista.
Ella supo sobre el robo de combustible en la zona por un caso de un feminicidio que investigó, donde la policía estatal estaba involucrada. “Llego a ese tema porque las desapariciones, los feminicidios estaban vinculados a la policía estatal. Lo que me decían es que ellos mismos eran los que controlaban el huachicol, sobre todo en el municipio contiguo: Tecámac».
Las siete tomas clandestinas encontradas en días pasados aquí no son las primeras. Desde hace un par de años, este municipio se ha vuelto un punto cada vez más frecuente para el hallazgo de tomas. Incluso, los últimos sitios reportados por las autoridades federales son sitios reincidentes para el robo de combustible.
En la colonia Viento Nuevo pasa el ducto Tuxpan-Azcapotzalco paralelo a las vías del tren. Una vecina del lugar que pidió no ser identificada explicó que desde el 2018 se ha utilizado una de las tomas clandestinas ubicadas ahora.
“Como a las tres de la mañana cuando la gente ya estaba dormida se prendía una luz en la calle, muy fuerte, que me despertaba. Me asomaba por la ventanita y pues ya veía que estaban las pipas ahí llenándose y las patrullas ahí vigilando”, narra.
Según la vecina, la toma estaba tan establecida que solo llegaban las pipas y camiones para llenar envases. La mujer refiere que eran las patrullas de la policía municipal de Ecatepec las que amparaban el robo de combustible. El sitio fue descubierto por las autoridades federales en 2019 y la toma clandestina fue cerrada. Además, a unos pasos 30 metros, se instaló un campamento del Ejército para vigilar el lugar.
Pero ni las fuerzas armadas frente a la toma clandestina pararon el robo. Este ducto fue intervenido de nuevo y es uno de los siete sitios asegurados por las autoridades federales.
La vecina asegura que con muy poco esfuerzo las autoridades lograrían acabar con muchos ilícitos en la zona, “En el área donde estamos no hay alumbrado, no hay nada. Se propicia para robar, el otro día una mujer estaba gritando que la estaban agarrando, que la estaban violando. No puede ser que a las 7 de la noche no puedas salir porque la calle está oscura”.
La mujer piensa que el gobierno debería quitar toda la basura y el escombro que está en las zonas. “El lugar donde vivimos es un foco de infección. Deberían de poner árboles, plantas, hasta nos daría gusto vivir aquí”.
Cuando Pemex encontró la toma clandestina de la colonia Viento Nuevo se dedicó a desactivar el mecanismo que ordeñaba el ducto. Después cubrió la pequeña excavación con tierra y basura que los trabajadores de la paraestatal encontraron en el sitio. Como si a nadie la preocupara lo que merece aquel sitio.
Acabar con el huachicol es una de las promesas del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. Según el mandatario, antes de su gobierno se robaban 81 mil barriles de gasolina al día, y esta “ordeña” de ductos costaba a las arcas publicas cerca de 80 mil millones de pesos al año.
Actualmente, de acuerdo con los datos del gobierno federal, el robo de combustibles se ha reducido a 5 mil barriles diarios.
Hidalgo encabeza la lista de las entidades con más tomas clandestinas, con 81; luego le sigue el Estado de México, con 10; Guanajuato 9; Nuevo León 4; Coahuila 2; Tabasco 2; Michoacán 1; y Tamaulipas 1.
En las últimas semanas el Gran Canal no solo ha ocupado los titulares de los medios por el robo de combustible. La titular de la Comisión Nacional de Búsqueda, Karla Quintana, explicó a principios de este mes que el gobierno federal lleva a cabo la búsqueda de cuerpos de personas en el rio de aguas negras.
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