18 noviembre, 2020
Miles de personas se manifiestan en Alemania contra las medidas sanitarias del gobierno. Las demandas de estos “inconformes” se ligan, cada vez más, con grupos neonazis y de la ultraderecha
Texto y fotos: Wolf-Dieter Vogel
BERLÍN- Miles de alemanes se manifiestan contra una “dictadura del coronavirus», reclaman el derecho a no ponerse un cubrebocas o llevan puesto un sombrero de aluminio para “protegerse” contra los rayos de la red 5G, argumentan que con esta radiación se busca controlar sus pensamientos.
Otros manisfestantes culpan al multimillonario Bill Gates de ser el responsable de la propagación del virus, porque según los “inconformes” el empresario quiere implementar a la gente un chip. Unos hippies tocan tambores, bailan y cantan para echar deshacerse del virus. Ninguno trae cubrebocas o guarda sana distancia.
“Somos rebeldes de coronavirus y desobedientes’’, dicen orgullosamente si uno les pregunta por qué participan en las marchas. Algunos protestan porque sufren las medidas contra la pandemia impuestas por el gobierno, pero destacan las consignas de hombres como Attila Hillmann; el cocinero vegano que quiere liberar Alemania de la cancillera Angela Merkel. “Queremos llevar a Merkel ante un tribunal militar’’, expresó en una manifestación en Berlín a finales de agosto.
Otros caminan con banderines rusos o pasan la Puerta de Brandeburgo, en el corazón de la capital alemana, con la bandera estadunidense. “Alemania apoya a Donald Trump“, explica una pancarta.
Son expresiones confusas en un lugar histórico: Aquí los nazis planearon un conflicto bélico que derivó en la segunda guerra mundial, aquí empezó el exterminio del pueblo judío europeo. A unos metros de la concentración el Monumento al Holocausto recuerda a este genocidio, uno de los mayores crímenes de lesa humanidad en la historia. Los manifestantes pasan por la instalación vestidos con camisetas con la estrella de David, comparando el sufrimiento de los judíos con las restricciones gubernamentales contra el virus.
Hay ultraderechistas que cruzan el monumento gritando consignas fascistas. Nadie los detiene.
Más tarde, en noviembre, cientos de neonazis atacaron a la policía en Leipzig y tomaron el centro de esta ciudad, cobijados por miles de manifestantes. Desde neonazis y otras formaciones de ultraderecha como el partido racista “Alternativa para Alemania” (AfD). Todos estos grupos están presentes en cada actividad de los “inconformes”, como se hacen llamar.
Juntos denuncian una supuesta “prensa mentirosa” por las críticas que reciben de muchos medios. En Leipzig nos amenazaron con “gasear“, cuenta el reportero Thomas Datt. Según la Unión de Periodistas Alemana (DJU) 38 periodistas fueron atacados físicamente en esta concentración.
Expresiones como “la dictadura de Merkel“ y “prensa mentirosa“ ya se conocían en las manifestaciones racistas llamadas “Pegida’’, donde la derecha movilizó a decenas de miles de personas contra refugiados y migrantes. En estas marchas defienden se defienden los privilegios del hombre blanco alemán de en forma misógina, racista, homofóbica: “Alemania para los alemanes”.
Esta filosofía del darwinismo social, del derecho del más fuerte, se encuentra también en las movilizaciones de los “inconformes”. Es decir: “yo tomo mi libertad para salir a la calle con miles, sin cubrebocas ni sana distancia, no me importa poner en riesgo a todas y todos los que tienen que vivir con muchos sacrificios para no infectarse“.
Según el analista alemán Georg Seeslen esta postura egoísta está basada en un concepto profundamente neoliberal: “es la negación fundamental de la responsabilidad social“, explica. Un “rebelde del coronavirus”, coincidiría con Trump y con los ultraderechistas alemanes.
“Aquí actúa un patrón extremadamente populista: el deseo de verdades simples en vez de realidades desconcertantes”, dice el analista.
Sin duda, el confinamiento a causa de la pandemia es un asunto bastante delicado, y el gobierno alemán, como todos, hace una política criticable. El sistema de salud sufrió bastante por las consecuencias de una política neoliberal en las últimas décadas. Miles de enfermeras trabajan en condiciones extremamente malas con sueldos muy bajos. Los seguros sociales pagan cada vez menos por el abastecimiento de medicinas. También el tratamiento de migrantes en la Unión Europea en tiempos de la Covid-19 es imperdonable. Aunque ya se sabía que una catástrofe estaba amenazando el campamento de refugiados Moria en la isla griega de Lesbos, ningún gobierno se mostró dispuesto a recibir a las personas refugiadas.
No hace falta resistencia contra esta política. Grupos antirracistas reclaman un tratamiento humano para los refugiados, el sindicato Ver.di organiza huelgas para reclamar mejores condiciones para las empleadas y los empleados del sistema de salud y la organización de la sociedad civil, Medico International, demanda acabar con las patentes medicinales y exige que los medicamentos sean tratados como bienes públicos y globales en el servicio de la humanidad.
Pero ni una de estas demandas se encuentra entre las consignas de los “rebeldes del coronavirus“. Mirando esto desde México, donde para muchos no salir a trabajar significa no tener dinero para comer o pagar medicamentos, la indignación de los “inconformes” alemanes parece bastante irritante. Sin duda la pandemia allá también amenaza la existencia de pequeños empresarios o dueños de bares y tiendas. Pero Alemania está en otra circunstancia.
Para el segundo lockdown el gobierno alemán aseguró con 10 mil millones de euros a los mayores afectados, con la meta de pagarles 75 por ciento de su sueldo. Al inicio de la pandemia pequeñas empresas, artistas y otros trabajadores independientes recibieron 5 mil euros de ayuda.
A pesar de estas condiciones hay quienes alimentan el movimiento de “inconformes” con mentiras obvias. Uno de ellos es el Dr. Reiner Fuellmich. El abogado, que ganó fama por haber ganado procesos judiciales contra empresas como la “Deutsche Bank“, llama las medidas para contener el virus “un crimen de lesa humanidad”. Quiere presentar una demanda por daños de coronavirus a tribunales para conseguir reparaciones para sus clientes. Acusa al gobierno y a un virólogo reconocido de engañar a la gente afirmando que las pruebas de PCR no pueden detectar la infección del virus. Niega que la pandemia provocó una gran mortalidad en el mundo y denuncia que “los médicos de hospitales de todo el planeta habrían recibido dinero para declarar a una persona fallecida como víctima de la Covid-19, en lugar de registrar la verdadera causa de muerte en el certificado de defunción”.
Ninguna de estas afirmaciones tiene sustento, como comprobó entre otras una investigaciones de la agencia AFP . Los millones de muertos en muchos países confirman que la pandemia provocó una sobre mortalidad. Varias investigaciones científicas muestran que los errores en las pruebas de PCR son raras y para los supuestos pagos a médicos Fuellmich no proporciona ni una prueba o fuente.
¿Cómo se explica que decenas de miles de personas crean estos cuentos absurdos? “En tiempos de pérdida de control, cuando uno tiene la sensación de no poder influir en lo que va a pasar, las teorías de conspiración ayudan a estructurar el mundo” , explica la psicóloga social Pia Lamberty.
Estas personas suelen responsabilizar de sus preocupaciones a algún poder siniestro, para manejar mejor la crisis. Es un típico patrón del antisemitismo. Se busca culpar a una supuesta conspiración porque no comprenden la complejidad de las estructuras políticas o económicas detrás del sufrimiento propio. “Populistas de la derecha y ultraderechistas aprovechan estos cuentos de conspiración para su movilización política “, dice Lamberty.
Sería peligroso menospreciar la mezcla rara de los “inconformes”. La influencia de la ultraderecha es cada día más fuerte y actúan con más violencia, protegidos en sus multitudinarios encuentros. En los últimos 30 años los neonazis alemanes mataron a 187 personas. Si ganan más fuerza, van a tener más víctimas. Considerando eso, los “inconformes” son una amenaza para la sociedad, sobre todo los que son vistos como inferiores por los neonazis: las personas refugiadas, antifascistas, gays, lesbianas, transexuales, judíos, musulmanes. Quien los acompaña, es corresponsable.
Es periodista de convicción. Le encanta viajar y aprender de los distintos mundos que encuentra, aunque eso le hace más complicada la vida.
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