Con el desmantelamiento del sistema público de salud la gente acude a los consultorios adyacentes a las farmacias para tratarse por covid-19. El negocio ha crecido con muy poca supervisión. Sus médicos, incluso, llegan a ignorar las indicaciones de las autoridades de salud y trabajan en condiciones laborales deplorables
Texto: José Ignacio De Alba
Fotos: Duilio Rodríguez y Félix Márquez (portada)
La fotografía fue tomada en Veracruz, al inicio de la pandemia de covid-19 en México: Un consultorio adyacente a una Farmacia Similares (del Doctor Simi). En las bancas de espera, el cuerpo de una mujer de la tercera edad logra mantenerse sentado. Viste un camisón para dormir, lleva un tapabocas, las manos en el regazo. El cadáver está cubierto con una bolsa de plástico. Está sola. Nadie en la calle. Afuera, sólo las luces del local iluminan la banqueta. En la farmacia que está al lado, un dispensario habla por teléfono y asoma la vista en espera de los servicios de emergencia.
La imagen tomada por Félix Márquez es desoladora. Pero hay otro trasfondo: buena parte de la población acude a los consultorios adyacentes a farmacias para recibir atención para casos de covid-19.
Hasta 2015 se tenían contabilizadas 15 mil farmacias con este tipo de clínicas, según el último informe de la Comisión Federal Para la Protección Contra Riesgos Sanitarios (Cofepris). Pero la cifra podría ser mucho mayor, sólo de 2010 a 2014 este negocio creció 340 por ciento, según la Comisión Nacional de Arbitraje Médico.
Pero en tiempos de covid-19 nadie parece supervisar este negocio en el que, según datos de Cofepris, 325 mil personas acuden a este tipo de consultorios todos los días.
La Encuesta Nacional de Salud (Ensanut) arrojó en 2012 que casi 4 de cada 10 mexicanos acuden a consultorios privados y de ellos 41.5 por ciento son consultorios adyacentes a farmacias. Entre los pacientes están, incluso, aquellos que cuentan con un servicio médico en una institución pública como el IMSS o el ISSSTE.
«Son modelos de atención fragmentados, limitados, con un alcance y una visión muy pragmática de la consulta de primera o única vez, no para el cuidado integral de la salud de una persona. En cambio proliferaron enormemente, en detrimento del financiamiento que se pudiera haber hecho a otros mecanismos de provisión de servicios de salud en las instituciones públicas», dijo este domingo el subsecretario de prevención de la salud, Hugo López-Gatell, en su conferencia diaria.
Para este reportaje solicitamos varias veces una entrevista Cofepris, pero hasta el cierre de la edición no hubo respuesta. Entre la información solicitada estaba la cantidad de clausuras a estas clínicas, pues los datos disponibles, hasta 2013, son de 60 consultorios obligados a cerrar.
Juan M. es doctor en una farmacia del Doctor Simi ubicada a unos pasos de uno de los principales hospitales que atienden casos de coronavirus en Ciudad de México. El hombre calcula que ha atendido a unos 300 pacientes con probable covid-19.
El consultorio es muy básico. Él lo explica diciendo “no tenemos con qué enfrentarnos a esta situación, se lo prometo, no, no tenemos. ¡Ni lo básico, carajo!, eso es lo que más coraje me da, me da mucha tristeza”.
Juan M. tiene más de 60 años, pero a pesar de ser población de riesgo no deja de trabajar; más que amor al arte es necesidad, explica. El hombre tiene una jornada de trabajo de 16 horas al día que divide entre dos consultorios. En su esquema de trabajo no hay salario fijo, hay días que puede llevarse 80 pesos o hasta 500. No tiene ningún tipo de seguro social.
Este doctor es dicharachero, poco ortodoxo y con mucha iniciativa. Él asegura que primero procura ganarse la confianza de sus pacientes, sobre todo en estas fechas en que la gente es muy desconfiada de ir a un hospital “por los rumores que hay”. Juan es tan querido que los propios comerciantes ambulantes que atiende lo han provisto de tapabocas y caretas sin costo.
El hombre explica que estamos en medio de una emergencia sanitaria, no teme arriesgarse un poco por intentar salvar una vida. Este doctor inventó un mecanismo de tres etapas para tratar a pacientes con probable covid-19. “En la primera fase del covid-19 a la gente le damos a veces un antibiótico y con eso salen, no hay problema”. “En la segunda fase usamos hidroxicloroquina u azitromicina”. Estos medicamentos, sin embargo, no han sido autorizados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para tratar a pacientes con covid-19. Incluso, la OMS advirtió que pueden ser contraproducente en pacientes con el coronavirus.
Pero el doctor Juan es más práctico. “Tal vez sin autorización de la Organización Mundial de la Salud. Pero ahorita no tenemos ese tiempo para esperar las pruebas”. En la fase tres del tratamiento el doctor utiliza un coctel de medicamentos de eficacia no probada como Ibuprofeno, Ivermectina, y Oseltamivir. Los pacientes acuden a comprar los medicamentos a la farmacia del Doctor Simi que está junto al consultorio de Juan, el verdadero negocio del lugar.
El doctor reprocha a las autoridades de salud: “Según ellos lo único que sirve es Susana Distancia o el aislamiento de una persona y lavarse las manos como chorrocientas veces, pues yo creo que tampoco. Porque no estamos acostumbrados, aún siendo médicos no estamos acostumbrados. Yo soy cirujano, si llegaba a tener 5 cirugías en un día, 5 lavadas de manos nada más. Pero no 25, ni veintitantas, ésa es una idea fuera de lugar”.
—¿Cuándo les dice usted a la gente que vaya al hospital?
—Hay una salida muy buena y muy fácil para todos los que le tienen miedo de ir al hospital, que son los corticoides. Dicen que le afecta el riñón, dicen que le afecta el hígado, dicen que se ponen gordito y tantas cosas. Aquí luego, luego ¡Palos! No hay medicamento que te pueda ayudar a desinflamar como es la hidroxicloroquina, la Ivermectina, la Azitromicina y los corticoides. Como última instancia, para que evitemos que caiga en el hospital. ¿Que no funcionaron?… usted aguántele.
Juan dice que él prefiere atender a los pacientes antes que mandarlos al hospital, explica que hay personas de 75 u 80 años que se han salvado de la covid-19 y de no ir al hospital gracias a él.
“Nosotros sabemos que nos arriesgamos, es lógico. Pero somos médicos, ni modo que nos demos la vuelta y digamos ‘sácate, tienes covid, vete al hospital o vete a tu casa’. Hay algunos médicos jóvenes que por la misma inexperiencia y falta de iniciativa no atacan, no le entran”.
El doctor explica que en esta farmacia no llevan un registro de los casos de covid-19, en su lugar se reportan como gripa, faringitis, bronquitis, entre otras.
—¿Alguno de su pacientes ha fallecido?, se le pregunta al doctor.
—Sí, varios. Pacientes míos que decidieron entrar al hospital y que desgraciadamente pues no les fue tan bien en el hospital. Son pocos, no he tenido conocimiento de gran número. Al contrario, he tenido más satisfacciones. Póngale usted que máximo unos 10 fallecimientos.
Miguel M. trabaja como médico en Farmacias del Ahorro, en una zona hospitalaria de la Ciudad de México. Con 35 años de edad, ha trabajado en varios consultorios. Abrió el suyo hace años y quebró. Él lo tiene como lección: “cuando tenía la mentalidad que hay que ayudar a la gente, no me alcanzó para pagar las deudas, no me alcanzó para pagar los préstamos”. Ahora dice que él está en un punto medio, algo así como un “ganar, ganar. No todo para el cliente, ni todo para nosotros”.
Miguel tiene como una obviedad que el negocio fuerte es la venta de medicamentos. “Hay lugares donde te ponen la pistola en la cabeza porque tienes que mandar 30 recetas que se vendan por arriba de 290 baros, y si no, no hay bono”. Explica que a él lo llegaron a correr por no cumplir con los objetivos de la farmacia.
—¿Cómo puedes hacer que alguien consuma algo que no necesita?
—Hay lados donde te mal aconsejan: su vitaminita, su jarabito de la tos, su pastilla de calentura y su antibiótico. Sale, ahí ya salen. Si sabes que está estudiado: le mando un buen antibiótico, un buen jarabito y a lo mejor cualquier pastillita que tu sepas que no le va a ayudar y que no le va a afectar.
—¿Como qué?
—Le mandas el antibiótico de 200, el jarabito de 50 y la pastilla de calentura de 30 pesos, para no verte tan manchado. Pero lamentablemente también habemos ojetes que si me dan más bono por mandarla de a 500, pues para qué la mando de 200. La doñita que salió ahorita fue a un lugar donde no la curaron pues de mala onda le mando más chácharas. Así que nomás le mandé lo que necesitaba.
-—¿Al final este es un negocio de las farmacéuticas?
-Sí, tú tienes que entender que lamentablemente vivimos en un régimen de capitalismo y si queremos que nos vaya bien, tenemos que entrarle. Pero hay espacios donde se puede también ser generoso con otras personas. Aquí mínimo no me obligan como en otros lados, aquí si no los quiero recetar pues no los receto. No manches, en otros lados me regañaban: “si me vuelve a mandar una receta de 90 pesos lo multo”.
Miguel atiende un consultorio tan pequeño que apenas y cabe su escritorio. A veces con el cloro se pone a limpiar el piso y los instrumentos que utiliza. Cuando se le pregunta por qué no estudió una especialidad, el doctor se pone reflexivo y triste. Explica que quería ser médico internista, pero ahora lo que le preocupa es sacar suficiente dinero para mantener a su hija.
Luis M. presume “estuve en el top de mi generación”. El chico tiene apenas 24 años, trabaja en un consultorio adyacente en la Zona de Hospitales de la Ciudad de México. El doctor explica que a él acuden trabajadores del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, sobre todo, policías, albañiles y personal de intendencia para ser diagnosticados por covid-19. Luis explica que el cree que ha atendido unos 120 posibles casos de coronavirus.
Luis es aficionado a las publicaciones científicas y explica que hay muchos consultorios que están dando atención que no debería de ser, cosas que los médicos ven en redes sociales “como el uso de azitromicina, de hidoxicloroquina, el uso de anticoagulantes, el uso de aspirinas, el uso de ivermectina. Hay estudios que demuestran que el uso de estos medicamentos está relacionado con la mortalidad, más allá de ayudar. Con dolor y pena sí he visto pacientes que sí traen recetas con esos medicamentos”.
A Luis le proporcionaron una careta, una mascarilla N95, bata quirúrgica y guantes. Pero no tiene seguro social. Dice que se mantiene en forma subiendo y bajando escalones. Además de que come sano. El chico sólo ve a sus pacientes. Se aisló y no ve desde marzo a su familia. Desde entonces ha llevado una vida bastante solitaria.
—¿Por qué la gente viene a estos consultorios y no a los hospitales?
—Es rápido, es barato y los medicamentos están a la mano, porque están en la farmacia. Nosotros no vamos a recetar algo que la farmacia no tiene, tanto por políticas de la empresa, como por mantener nuestro propio empleo.
El doctor explica que uno de los problemas de las farmacias adyacentes es que difícilmente se le puede dar seguimiento a los pacientes, “porque o se cura y no vuelve o empeora y se va a otro lado”.
También Luis dice que es difícil curar a un paciente cuando se sobrepone el negocio sobre la salud, lo que llaman en el negocio “cuotas de productividad”. Explica que sus jefes le piden “la receta mínima 100, la ideal 200 y la perfecta 500”.
—¿Pero qué le recetas al paciente?
—Ese es otro problema que ha pasado en los últimos años, el uso innecesario de medicamentos y, sobre todo, el uso innecesario de antibióticos. Ver pacientes con un chorro de antibióticos que no necesitan. Ver cómo usan antibióticos de alto espectro para algo que ni siquiera va a servir. Y a lo mejor el problema no se presenta en ese momento.
Luis llegó a la Ciudad de México desde otro estado del país, aquí trabaja en el consultorio para pagarse un curso que le permita hacer la especialidad en septiembre. El chico explica que de las 50 mil personas que aplican el examen sólo 5 mil quedan inscritas.
Gustavo Leal se ha dedicado durante 30 años a estudiar el sistema de seguridad social en México y es profesor en la UAM Xochimilco. Leal señala en entrevista telefónica que los consultorios adyacentes a farmacias “son una salida instantánea que sólo posterga el problema”. Leal explica que al final los pacientes terminan en hospitales del sector salud con cuadros mucho más graves”.
El abandono del sector público, añade, provocó la proliferación de los consultorios adyacentes desde hace 20 años.
“En el periodo neoliberal desaparecieron la cultura preventiva de enfermedades. Porque si tú le apuestas al sector privado, evidentemente donde vas a ganar es en las enfermedades y su atención hospitalaria. Desapareció la cultura del cuidado de la salud y sólo ves la enfermedad como un episodio terminal”.
El académico dice que una cosa positiva de la actual administración federal es su insistencia en una cultura preventiva de enfermedades.
Durante la pandemia se hizo más evidente que el “sector salud está desbordado, con una visión neoliberal, desestructurado y desfinanciado”. Leal dice que el único beneficiario de la “devastación” es el sector privado.
“Las farmacias adyacentes son la más patente y contundente evidencia del saldo de los 36 años neoliberales en el sector salud”.
Incluso el especialista dice que nunca se diseñó una política pública para saber qué tipo de médicos necesitaba el país.
“Hay 160 escuelas y facultades con un altísimo arrojo de médicos sin plaza, entonces el desempleo médico es un problema gravísimo que está orillando a los egresados a este tipo de consultorios”. La principal función de estos consultorios, advierte, “es hacer que la gente compre medicamentos”.
—¿Los médicos se convirtieron en vendedores de medicinas?
—Sí, eso estaba claro desde que surgió el modelo.
*Nota de E: Los nombres de los medicos fueron cambiados para este reportaje. No queremos afectar personas, sino mostrar las estructuras
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