El naufragio de Nayarit, entre la ayuda civil y el gobierno ausente

18 noviembre, 2018

Texto: Analy S. Nuño Fotos: Ignacio Reyes

Han pasado tres semanas luego que el huracán Willa tocara tierra. Hay más de 180 mil nayaritas afectados, que no logran que su vida vuelva a la normalidad; debido en gran parte al abandono de las autoridades. Pero éstas atribuyen su inmovilidad al cambio de gobierno: “ya no podemos ejercer ni un solo centavo, porque vamos a entregarle al gobierno entrante”, dice Rosario Robles

Gobierno ausente

TUXPAN, NAYARIT.- Ahora, las paredes en las casas en Tuxpan tienen cicatrices. Por lo general se encuentran a unos veinte centímetros abajo del techo, y aún están húmedas. Cada marca de agua recuerda a las familias cómo, en menos de una hora, el río terminó con su patrimonio.

Socorro camina entre el fango que envuelve como telaraña su ropa y muebles; afuera de su casa una máquina está a punto de llevarse todo como basura. No hay mucho que salvar.

“Cuando regresamos encontramos todo mojado, los colchones mojados, mi ropero mojado, los trastes en el piso, mi estéreo todo echado a perder, perdí todo. Duramos tres días para limpiar, y mientras, a mi papá lo tuvimos dos días arriba de la caja de la camioneta, ahí en su silla de ruedas, se empezó a insolar y se nos puso mal, hasta que pasó el ejército y se lo llevó al hospital”, recuerda.

Han pasado tres semanas desde el desbordamiento de los ríos Acaponeta y San Pedro, tras el paso del huracán Willa que tocó tierra el 24 de octubre pasado. Ta han pasado tres semanas; sin embargo, la situación en los ocho municipios más afectados es la misma desde el día uno: el gobierno está rebasado, los habitantes no terminan de sacar el lodo y limpiar sus casas, la ayuda llega a cuentagotas y a las calles las envuelve un olor característico de agua estancada, animales muertos, drenaje y cal.

Socorro, su hermana Martha y el resto de la familia se resguardaron en la zona más alta de Tuxpan, ahí permanecieron dos noches “sin nada de apoyo”. Al igual que otras familias, cuando bajaron para regresar a sus casas, encontraron las calles del pueblo inundadas con niveles de más de un metro de altura. Hombres, mujeres y niños cruzaron descalzos varias calles del municipio. Los siguientes días los destinaron a sacar el lodo de sus viviendas; durante una semana debieron dormir sobre cobijas tendidas entre el piso, el lodo y el abandono gubernamental.

“Vino gente de Tepic a darnos cobijas y colchones. El gobierno, nada. Entró aquí hasta como una semana después y nada más nos dio una despensa y una que otra cobija”, dice Martha.

A unas cuadras de distancia, alrededor del campo de fútbol, la situación no es diferente. “Por nosotros no ha hecho nada el gobierno, de ningún nivel”, dice decepcionada Carolina, mientras observa cómo las máquinas vacían en camiones de carga sus pertenencias, “si tenemos algo es por la ayuda de la gente, pero el gobierno ni se ha parado aquí, hasta apenas ayer que llegaron esas máquinas, pero nada más”.

Desde que el huracán Willa tocó tierra, Carolina no sólo perdió todo lo que tenía dentro de su casa, sino que se quedó sin su instrumento de trabajo y sin ingresos. El lodo cubrió por completo su estufa y no podrá hornear los pasteles que vendía afuera del Centro de Rehabilitación e Inclusión Infantil Teletón (CRIT), mientras su hijo está en rehabilitación.

“El otro día pasaron los militares, que para ver cómo estábamos. Yo le dije al encargado que dónde estaban aquellos militares que hace unos años nos ayudaron, porque ahora nomás los veíamos pasar pero nada que hacen, qué esperanzas de aquellos soldados bien hechos”, señala a manera de reclamo. Luego contrasta: “eso sí, yo mi alacena la tengo como nunca de llena, gente de muchos lugares ha venido a ayudarnos con comida, despensa y cosas para la casa. Nunca había tenido tanto”.

Lo poco que han recuperado los cerca de 180 mil habitantes de Nayarit, de los que 100 mil tuvieron pérdida total de sus bienes, ha sido por el apoyo de la gente. Camionetas cargadas de artículos de limpieza y aseo personal, toallas, cobijas, agua, despensas, colchones y comida caliente transitan lentamente por las calles de Tuxpan, el punto más afectado en la entidad: “Desde Querétaro, Fuerza Nayarit”, “Restaurante Los Rodeos, Mount Sterling, Kentucky, ¡Sí se puede!”; se alcanza a leer en los vehículos.

“Es la tercera vez que estamos aquí, hoy les trajimos lo que es despensa, producto para aseo personal y de casa, al igual que alimentos, medicamentos que nos habían pedido anteriormente vinimos a entregar y a traer más a personas que lo necesiten; también pañales para bebés, ropa”, explica Dulce Carolina, voluntaria del poblado de Santiago, quien compró los artículos y comida con el dinero recolectado entre migrantes mexicanos y guatemaltecos que residen en Kentucky, Estados Unidos.

Para Alfredo Tadeo, también de Santiago, la prioridad en esta ocasión fue llevar medicamento, sábanas y colchas, pues “la gente de aquí está durmiendo literalmente en el piso y están anunciando un frente frío, entonces se nos hizo de prioridad traerles ropa de cama, mínimo si duermen en el piso que duerman tapaditos”.

En otra calle, la gente sale de su casa y camina apresurada hacia una camioneta. “A ver si alcanzó algo”, dice María, mientras se acerca a los dos vehículos provenientes de Querétaro, luego de pedir cloro “para los moscos” y papel higiénico. Al conseguirlos, con cara de alivio explica a una mujer que estos aquello es lo que más necesita y por la noche aplicará el cloro en el piso, “así por lo menos los mosquitos del dengue no nos pican mientras estamos dormidos”.

La llamada que salvó al pueblo fantasma

Los Sandovales, Acaponeta, Nayarit.- Tres minutos antes de las 4 de la madrugada del 24 de octubre, una llamada alertó a ramona: “Sálganse rápido, se está desbordando el río”. Treinta minutos después, su casa estaba bajo el agua.

Los minutos siguientes a la llamada que salió desde Sayulilla –un poblado a 10 minutos de distancia que quedó incomunicado durante dos semanas debido a que el camino que conecta a la carretera quedó destrozado- fueron de vida o muerte: “apenas agarramos los documentos importantes, un cambio de ropa cada uno y salimos corriendo a la entrada del pueblo”, recuerda.

En ese punto, a la orilla de la carretera Tecuala-Carretera Internacional, se encontraron con hombres, mujeres, niñas y niños de todas las edades, sin certeza de lo que pasaba, pero seguros de que había que resguardarse. De pronto, un crujido fuerte salió del asfalto y la gente corrió desesperada, unos hacia la empacadora de mangos y otros por la carretera hasta el puente.

Ramona, junto a su esposo e hijos, permaneció en el puente cerca de 15 horas. Desde ahí, a oscuras y con el ruido de la creciente imaginó lo que pasaba, el río arrasó con todo. Los primeros rayos del sol confirmaron la sospecha de Ramona, todo el poblado estaba bajo el agua. Cuando pudieron regresar a su casa, caminando entre las aguas del rio Acaponeta, encontraron su casa bajo dos metros de fango.

“Tuvimos que quitar la puerta y la ventana para poder entrar y empezar a sacar la tierra, hasta que vinieron unos muchachos de Tepic a ayudar y con picos y palas sacamos casi todo. Aquí por la venta sacamos el lodo y hasta hoy que pasaron las máquinas ya pudimos ver para afuera. Era un cerro de tierra con todas las cosas que teníamos”, relata. Su hijo menor, Cristian, platica decepcionado que lo primero que hizo al saber que el río se desbordó, fue aventar sus libros de la escuela arriba del techo; sin embargo, no logró salvarlos, “yo pensé que ahí iban estar seguros, pero no, el agua se los llevó, me los acababan de dar”.

Poco a poco la tranquilidad vuelve en el poblado que por una semana desapareció, ahí la maquinaria del gobierno llegó rápido y los habitantes ya desazolvaron casi en su totalidad sus viviendas en las que solo quedan las paredes húmedas y los pocos muebles rescatados, el resto ya reposa en el relleno sanitario. Los muebles nuevos son donaciones de gente que los “apadrino” y la comida se las entregó pobladores de otros municipios de Nayarit, del gobierno a cuenta gotas han recibido apoyo.

Volver a la normalidad

Regresar a la vida cotidiana tardará meses en Acaponeta, Del Nayar, Huajicori, Rosamorada, Ruíz, Santiago, Ixcuintla, Tecuala y Tuxpan, por lo menos en lo que respecta a las escuelas y edificios públicos. La ausencia de las autoridades estatales y el silencio del gobierno federal ha dejado la recuperación de los planteles educativos en manos de directores, maestros, intendentes y sociedad civil.

“En cuestión del apoyo nos van a salir raíces esperando, porque no nos ha llegado, se hicieron gestiones y reportes a todas las instancias gubernamentales y no ha llegado absolutamente nada en lo que corresponde a gobierno y FONDEN. Es una ineficacia total del gobierno y se les pide es que asuman su responsabilidad. El ejército igual, simplemente pasan, nos saludan y muy bien boleaditos de sus botas”, señaló Milton Trejo Uribe, director de la escuela secundaria federal Heriberto Jara.

Las afectaciones a este plantel educativo fueron del 100 por ciento. Se cayeron casi 300 metros de barda seccionados, el agua subió alrededor de dos metros, se perdieron 90 computadoras así como material de trabajo y documentación, los registros de electricidad y drenaje quedaron bajo el lodo y esto ya presenta un foco de infección.

Frente a ese escenario, el personal que trabaja en brigadas en la recuperación del plantel calcula regresar a la “normalidad” hasta enero. “Si bien nos va, porque es demasiado, son más de 3 hectáreas de terreno que tiene la escuela y sólo el personal con ayuda de gente de Colima y Nayarit estamos limpiando”.

La misma situación atraviesa la escuela primaria federal Adolfo López Mateos y la Preparatoria 5, por lo que alrededor de mil 500 alumnos de ambos planteles educativos están sin clases y su ciclo escolar corre riesgo.

Los edificios públicos tampoco se salvan de la burocracia y la falta de indicaciones del gobierno, tal es el caso del Hospital Básico Comunitario y la Jurisdicción Sanitaria 3, que almacena información de siete municipios que comprenden la región. Ambos edificios registran pérdida total, y aunque de inmediato el gobierno atendió los daños que registraron, hasta el momento no hay certeza de la fecha en que podrán operar de nuevo o si deberán ser reubicadas las oficinas.

De transiciones, recursos y acciones

Tuxpan, Nayarit.- La ineficacia que han mostrado los gobiernos de los tres niveles para atender a los más de 180 mil nayaritas afectados por el desbordamiento de los ríos Apodaca y San Pedro, aparentemente tiene una justificación: la transición.

De gira por el municipio de Tuxpan, la titular de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Rosario Robles, atribuyó la falta de recursos a la fecha en que el huracán tocó tierra, pues, debido a que está en proceso la etapa de entrega-recepción en el gobierno federal, no se pueden ejercer recursos.

“Probablemente el problema sean ya los tiempos, porque tenemos cerrado el presupuesto y ya no podemos ejercer ni un solo centavo, porque vamos a entregarle al gobierno (entrante). Lamentablemente nos tocó esta tragedia ya en los últimos días del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto”, declaró.

A esto se suma la pérdida de dos toneladas de víveres que fueron entregados por el DIF estatal antes de la llegada del huracán. El gobierno municipal los almacenó en una bodega que quedó inundada tras el desbordamiento de los ríos. Esto ha provocado incapacidad para atender todas las necesidades de la población, y hasta el momento sólo ha logrado entregar mil 270 toneladas de víveres, agua embotellada, artículos de limpieza, ropa y medicinas. Para recuperar lo perdido y aumentar el apoyo, el gobierno recurrió a la organización de un concierto a beneficencia. A esto se suma que aún espera los recursos del Fondo Nacional de Desastres Naturales.

Por lo pronto, entre las acciones que ha realizado el gobierno está la instalación de un centro de operaciones en la cancha de usos múltiples, donde se pueden tramitar actas de nacimientos, CURP o de documentos de propiedad de vehículos. Ahí mismo, el gobierno del Estado de México instaló un hospital móvil que cuenta con un doctor, 10 paramédicos y 6 enfermeras para atender urgencias de primer contacto. Además se instalaron dos consultorios móviles.


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