Se suele afirmar que las políticas ambientales se reducen a la conservación de los ecosistemas que se conservan más o menos bien y a frenar la crisis de extinción de especies. En la misma lógica, se sostiene que no hay responsabilidad ambiental de ningún otro actor público o político, más que de las secretarías de medio ambiente
Por Eugenio Fernández Vázquez / @eugeniofv
Es una obviedad y una redundancia, pero no está de más repetirla: el medio ambiente está en todas partes, o más bien es todas partes. Las cuestiones ambientales no tienen, o no sólo, que ver con lo que pasa allá, lejos, en ecosistemas prístinos intocados por el ser humano, sino con todo lo que vivimos y tocamos, con lo que hacemos, con dónde vivimos, con cómo hPorabitamos. El medio ambiente es precisamente esto: el entorno que nos rodea.
En muchas ocasiones —este sexenio ha sido notorio al respecto— se suele afirmar que las políticas ambientales se reducen a la conservación de los ecosistemas que se conservan más o menos bien y a frenar la crisis de extinción de especies. Según esta visión la política ambiental no refiere, por ejemplo, a la agricultura, sino a lo que tiene que ver con entrar en entornos donde los seres humanos no habitan —los mares, los bosques, las selvas—.
En la misma lógica, se sostiene que no hay responsabilidad ambiental de ningún otro actor público o político, más que de las secretarías de medio ambiente. Se pasa por alto, también, que son poquísimos los lugares que quedan en la tierra en los que no solamente se note la huella humana —hay plásticos hasta en la parte más remota de la Antártida y en lo más hondo del mar—, y sobre todo que en prácticamente todos los entornos hay seres humanos.
Al contrario de lo que piensan quienes comparten esta posición, todas las políticas son políticas ambientales. Hay ciertos elementos, claro, que caen naturalmente en el entorno de las dependencias ambientales. Se trata, por ejemplo, del monitoreo de contaminantes en el aire, de la elaboración de regulación sobre la calidad del agua o contra la contaminación auditiva, pero son relativamente pocas las áreas que son de su exclusiva competencia.
Lo que hace falta es, más bien, que todas las secretarías y el personal de todas las dependencias se dé cuenta de que el mundo atraviesa la conjugación de tres crisis gravísimas que se retroalimentan la una a la otra —la crisis climática, la crisis de extinciones y la crisis de contaminantes— y que todas tienen un impacto en su solución o perpetuación. Hasta ahora la lógica ha sido pensar que empresas y secretarías tienen manga ancha para hacer lo que quieran sin vulnerar —al menos en principio— la normatividad que impone el sector ambiental, pero eso es un error terrible.
La única forma en que podremos conseguir un planeta más habitable, un país con futuro, será si todos asumimos como propia la tarea de conservar lo y restaurarlo. A pocos —muy ricos y muy poderosos, pero pocos al fin— se les ocurriría pensar que todos los actores políticos y económicos tienen manga ancha para destruir poblados y romper poblaciones. Todas las secretarías se han marcado como meta la de acabar con la pobreza y a nadie le pasa por la cabeza pensar que eso es algo de lo que se deba ocupar, por ejemplo, la Secretaría de Bienestar —mal que bien, se plantea el fin de la pobreza como la meta ulterior de todas las acciones de gobierno—. Algo así debería ocurrir en materia ambiental.
La Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) debería de tener claro que su meta, como uno de los actores preponderantes en el paisaje nacional es restaurarlo y hacer que los actores agropecuarios dejen de ser un factor de deforestación. La Secretaría de Energía debería de haber asumido hace tiempo que tu tarea es hacer que los mexicanos tengamos la energía que necesitamos sin destruir el clima. La Secretaría de Comunicaciones y Transportes debería haber asumido como propia la máxima de que no debe de hacer daño a los ecosistemas y de que sus intervenciones sobre el territorio deben de traer beneficios no solamente económicos y sociales, sino también ambientales.
Mientras esto no ocurra, no habrá manera de conservar lo que nos queda de naturaleza y no tendremos oportunidad de frenar el desastre. Mientras esto no ocurra no habrá manera de asegurar que el planeta será, efectivamente, nuestro hogar.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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