Este documental nos enseña el poder del coraje colectivo, el impacto del pueblo cuando se organiza y también, el miedo de las autoridades hacia todo lo que cuestione o atente contra su poder, todo, desde la mirada de los estudiantes de 1968
Texto: Andi Sarmiento
Foto: Tomada del documental
CIUDAD DE MÉXICO. – Este documental recopila las primeras imágenes de las manifestaciones de 1968 captadas por estudiantes del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC). 50 años más tarde se hizo un trabajo de restauración de esta cinta, dejándonos uno de los largometrajes que mejor representan lo que fue la represión militar en México a finales de los sesentas.
La cinta registra el desenlace de la organización estudiantil en dicho año, narrando desde julio hasta llegar al 2 de octubre. Muestra cómo el movimiento fue agarrando cada vez más fuerza y a su vez, el incremento de las fuerzas armadas contra los jóvenes conforme se iba acercando la fecha de los Juegos Olímpicos en el país.
Nos enseña el poder del coraje colectivo, el impacto del pueblo cuando este se organiza y también, el miedo de las autoridades hacia todo lo que cuestione o atente contra su poder. Desde mediados de año se extendieron las movilizaciones exigiendo justicia para los estudiantes y presos políticos violentados por los militares.
La lucha se tornó cada vez más fuerte. Con los jóvenes salieron trabajadores, docentes, campesinos e incluso, el mismo rector de la UNAM, un estilo de manifestación un tanto distinto al que nos acostumbramos hoy en día.
Lo que vemos es que esta masividad fue incrementando en ambas partes, pues la brutalidad con la que se reprimió las revueltas fue cada vez más inhumana y desproporcionada. Yo no tengo más armas que las ideas, exclama un profesor desde el hospital tras ser golpeado por un policía. Se convirtió en un conflicto de tanques contra manos, balas contra sueños y esperanzas.
El salvajismo de las respuestas gubernamentales fue la causa de que tanta gente se uniera, la gente se unió por pura empatía en una época sin redes sociales y con los medios de comunicación completamente manipulados, porque ante estas agresiones es imposible no sentir remordimiento.
La unión popular es el mayor miedo de las autoridades, al ser lo único con la capacidad de despojarles de su poder, si nadie les hace caso no son nada y por eso requieren de las armas para reafirmar su autoridad. Requiere silenciar a quienes denuncian sus fallos para validar sus actuar. Esto es importante analizarlo estando a diez años de Ayotzinapa, 56 de Tlatelolco y un año de genocidio en Palestina, sin ser el único país en Medio Oriente siendo bombardeado en este momento.
Es necesario reconocer que la masacre del 2 de octubre no es un hecho aislado, sino que viene de un sistema de gobierno que se rige por la imposición sobre los otros y que es el que se sostiene en todo el mundo. Para liberarse de este, es necesario recurrir a la empatía, la conciencia y el coraje colectivo.
La participación colectiva surge cuando hay un sentimiento en común y es el motor de toda lucha social, sin embargo, esta no debe ser algo momentáneo sino que tiene que estar presente todos los días en nuestra cotidianidad. Hay que entender que todo es político y por lo tanto, la exigencia de un cambio debe venir desde todos los ámbitos; incluir nuestros ideales en nuestros espacios de estudio, de trabajo y personales. Que la concientización se encuentre en las áreas de salud, en las ciencias, la administración y por supuesto en la educación.
Igualmente, todo lo relacionado a la comunicación juega un papel clave, pues son labores que históricamente han sido cómplices de cualquier tipo de injusticia.
El grito es una prueba del por qué es fundamental una visión crítica en la fotografía, el cine y el periodismo. De no ser por quienes registraron todas las manifestaciones desde el punto de vista de los estudiantes, a día de hoy solo contaríamos con los testimonios orales u escritos, los cuales fueron refutados por las autoridades y la prensa coludida. Poco se habla del impacto que puede llegar a tener una cámara y de la responsabilidad social de quien la porta. Las imágenes son historias que dependen de quien las interprete; por un lado, tenemos las fotos de los medios públicos que fueron utilizadas para desestimar el movimiento y encubrir a los agresores, por otro, están las que fueron tomadas por los mismos jóvenes que protestan por la sangre y la desaparición de sus compañeros.
De un mismo evento salieron dos narrativas opuestas, cada una fundamentada por un tipo de periodismo: el que sirve al gobierno y el que va con el pueblo. Por eso hay que cuestionar siempre quién nos está contando las cosas.
Desde siglos atrás hasta la actualidad, el funcionamiento social ha sido el mismo, solamente modificándose junto con los avances tecnológicos. Lo que sí ha cambiado es la forma de recibir información y lo que hacemos con ella.
Hoy en día las noticias son más accesibles gracias a las redes sociales y uno pensaría que con ello aumentarían las manifestaciones de indignación, pero más bien ocurre un efecto contrario. Parece que nos hemos acostumbrado a presenciar la violencia, a grado que podemos conmovernos pero no lo suficiente para hacer algo al respecto, lo que sí ocurrió en el 68.
Dentro de un sistema que se rige por medio de la opresión, la rebeldía es fundamental para conseguir un mundo más habitable para todos. Que no se pierda el espíritu de lucha, que no gane la indiferencia y que nunca logren silenciar a un pueblo en resistencia.
Me gusta escribir lo que pienso y siempre busco formas de cambiar el mundo; siempre analizo y observo mi entorno y no puedo estar en un lugar por mucho tiempo
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