El feminismo se ha transformado en un movimiento de masas: en el arte, la música, el cine, la literatura: ¿se ha banalizado el feminismo o es la consecuencia lógica de un movimiento que ha permeado en todos los espacios?
Twitter: @tuyteresa
Una frase que he leído constantemente en redes sociales, en textos, memes y también he escuchado en una que otra reunión. Es probable que esta creencia tenga cierta lógica si tomamos en cuenta el sinnúmero de ideas erróneas acerca de lo que es el feminismo.
Es un cliché la creencia de que el feminismo consiste en odiar a los hombres, cuando en realidad se trata de cuestionar al patriarcado y sus violentas prácticas, sus métodos de sometimiento, su estructural desigualdad. Ese patriarcado que produce muertes violentas, guerras, violencia sexual. Sí, señor presidente, ese pacto patriarcal que usted pretende seguir ignorando. La buena noticia es que no hay vuelta atrás, los movimientos globales por los derechos de las mujeres van más allá de los regímenes políticos en turno y de los tiempos electorales.
Y es así como el feminismo se ha colado más por la fuerza de las acciones cotidianas que por las reflexiones filosóficas o las políticas públicas. El feminismo es por definición un pensamiento antisistémico, una filosofía que plantea profundas reflexiones sobre lo humano y las desigualdades estructurales.
En su planteamiento, el feminismo es radical. La radical premisa de que las mujeres somos humanas, ciudadanas, sujetas de derechos y nuestro cuerpo nos pertenece.
La radical idea de que lo “privado” –es decir, lo que sucede puertas adentro de nuestra casa- también es político, la revolucionaria idea de los cuidados como epicentro del debate filosófico -lo hemos constatado durante este año de pandemia- sin cuidados, sin afectos, sin las dobles o triples jornadas realizadas mayoritariamente por mujeres dentro de casa, no hubiésemos logrado sobrevivir.
La radical idea de que las mujeres podemos ser amigas, hermanas, aliadas, y es posible inventar nuevas formas de amar.
Hace 164 años, cansadas de las arduas jornadas y las terribles condiciones que ponían en peligro su salud, miles de trabajadoras de la industria textil salieron a marchar por las calles de Nueva York con el lema: “Pan y Rosas”. Entre sus demandas estaba una jornada laboral justa y el fin del trabajo infantil; 54 años después, también en la ciudad de Nueva York y en el mes de marzo, ocurrió un incendio en la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist.
En este lamentable suceso, morirían mujeres jóvenes -en su mayoría inmigrantes-. Durante el siglo veinte las luchas obreras encabezadas por mujeres en varias ciudades del mundo darían origen al 8 de marzo como un día clave para el reconocimiento de sus derechos.
Hace más de 150 años las mujeres del siglo dieciocho marchaban por primera vez, luchando por sus derechos laborales…
Luego vinieron las Sufragistas, con su poderosa voz irrumpieron en el espacio público para exigir el reconocimiento de sus derechos políticos.
En los sesenta las mujeres pugnaron por sus derechos sexuales y reproductivos: decidir cómo ser madres o no ser madres, cómo y a quién querían amar y/o desear. Derecho al divorcio, a un salario justo, a transitar libremente por las calles, a una vida libre de violencias al interior de sus hogares.
En los años noventa, se aproximó esta ola de movimientos globales por los derechos para todas, el incremento de mujeres en las conferencias internacionales, la inclusión de estos logros en las políticas públicas. También se gestaban las colectivas que cuestionaban el feminismo blanco, tan necesario para el entendimiento de la diversidad; otras narrativas y saberes emergían.
Hace 25 años en México, salíamos a las calles, éramos apenas unas 10 o 20, luego fuimos 100 o 200… el año pasado fuimos cientos de miles. Dos años atrás, con el #Metoo, se abriría una puerta para otro gran momento.
Luego de la persistente destrucción de cuerpos y el relato de torturas inenarrables hacia Ingrid y Fátima, tomamos las calles. El 8 de marzo de 2020 se tejió una polifonía esperanzadora. Transitar por los espacios posibles e inimaginables. Hemos dibujado geografías inesperadas, coloreando el mundo con poesía, hemos dejado huella en el mapa. Días antes, Vivir Quintana nos regalaría un himno esperanzador: Canción sin miedo.
Hoy en la segunda década del siglo veintiuno… el feminismo se ha transformado en un movimiento de masas: en el arte, la música, el cine, la literatura. Incluso se ha colado en lo más alto de la moda y la cultura de masas. Tema que merece un espacio específico: ¿se ha banalizado el feminismo o es la consecuencia lógica de un movimiento que ha permeado en todos los espacios? El feminismo ha irrumpido como nunca antes.
Éste también es el tiempo de los feminismos que reconocen las luchas diversas: el feminismo negro, indígena, trans, el activismo gordo, las colectivas por el reconocimiento de la discapacidad psicosocial, etcétera. Una mirada fractal donde podemos reconocernos en otros movimientos, en cuerpos diversos y también en uno de los ángulos menos conocidos de este pensamiento: la perspectiva del placer. Ese hilo se abrirá en otra columna. Tan necesario, vital y radical: la felicidad y la vida como una de las premisas del feminismo.
Respect: https://www.youtube.com/watch?v=W3lTReQrRpk
Guionista, reportera, radialista. Cubre temas culturales, sexualidad, salud, género y memoria histórica. En sus ratos libres explora el mundo gastronómico y literario. Cofundadora de Periodistas de a Pie.
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