El efecto Marijke

3 enero, 2021

No es fácil, a veces, darnos cuenta de la propia posición que nos ha tocado en esta tragedia, pero, creo, que aún estamos a tiempo (siempre estaremos) y en la medida de nuestras posibilidades ser o, intentarlo al menos, apoyar a otros, aprendiendo de nosotros mismos en este periodo, a pesar  nuestro propio dolor

Tw: @cynthiaitalia

Los últimos días, el número de conocidos con covid y, desgraciadamente, también las muertes entre amigos y familiares, amigos de amigos, familiares de amigos, conocidos y muchos desconocidos, se ha incrementado.

Nunca antes me imaginé que Facebook podría ser una esquela permanente de gente pidiendo oraciones por la partida de alguien querido. Cada vez que uno entra a las propias redes sociales se constata que el círculo se está cerrando, que cada vez está más cerca y que lo impensable e indeseable está ocurriendo.

Los contagios se dan entre personas que no pueden resguardarse y deben salir a trabajar, entre las que aún pudiendo, salen e intentan hacer su vida normal, pero también entre quien se ha cuidado todo este tiempo y ha evitado el contacto con los demás. Nadie se salva porque así son los virus y el mínimo descuido puede hacer la diferencia.

Lo peor es que el coronavirus, en esta lógica de sobrevivencia, ha ido mutando y aunque las diferentes vacunas ya comenzaron a circular por el mundo y a aplicarse, hay condiciones que se han generado para pensar que, aún con ellas, la ‘convivencia con el virus’ será más larga de lo que imaginamos.

Primero, porque la demanda es tan grande, que la oferta de la más importante casa farmacéutica (Pfizer-BioNtech) no se da abasto. Los voceros hace dos días declararon que necesitan que se aprueben las vacunas de los otros porque, ante la demanda, simplemente están rebasados.

Después, nos enfrentamos a la llamada ‘variante inglesa’ (B.1.1.7), una mutación del virus que justo en estos momentos ha llegado a, al menos, 33 países y que ocasiona, entre otras cosas, un acelere de contagios.

Esto, aunque se ha querido minimizar, no es bueno. El Centro Europeo para el Control de Enfermedades (EDC) acaba de publicar un documento de evaluación de riesgos relacionado con la variante que inicialmente se llamó ‘inglesa’ y ahora se ha vuelto literalmente cosmopolita.

La estimación es que el aumento de contagiosidad podría incrementar el índice Rt (índice de transmisión del virus) de una forma nada despreciable que los investigadores del Imperial College, en un estudio anticipado por la BBC, calcularon entre 0,4 y 0,7.

En otras palabras, una campaña de vacunación tiene más efecto cuanto menor es la circulación del virus que debe contrarrestarse. Especialmente cuando no se puede contar con terapias específicas y efectivas para evitar casos graves y muertes.

Pocos son los países que en estos momentos se puede decir que han controlado al virus. Unos más, otros menos, pero los contagios siguen y van en aumento. México cerró el año con 12 mil contagios en un sólo día. Apenas ayer, la Gran Bretaña reportaba casi 58 mil nuevos contagios. Países como Alemania que se aseguró una buena cantidad de dosis de vacunas, muy superior a la del resto de los estados europeos, también se encuentra con problemas. Ricos o pobres están sufriendo.

La tan traída y llevada “luz al final del túnel” de verdad se comenzará a notar cuando los países logren inmunizar a un porcentaje de la población que se considere necesario para alcanzar la denominada inmunidad colectiva, que es entre el 70 y 80 por ciento, para relamente considerarse fuera de la emergencia.

Esto al parecer lo está logrando Israel, protagonista de una efectiva campaña de vacunación, apoyado por una organización de base capaz de dar respuesta a todos los desastres y por un suministro masivo de dosis, cosa que otros países no están siendo capaces de hacer. Italia, por ejemplo. Pues mientras Israel ya logró vacunar a más de un millón de personas, Italia va en 45 mil.

Por tal motivo, los virólogos de todo el mundo insisten en que cuanto más contagiosa es una infección, mayor es la proporción de personas que deben ser inmunizadas para crear una barrera e interrumpir la cadena de transmisión, pero que mientras no se logre esta inmunidad masiva, no se deben abandonar las medidas del uso de cubrebocas, lavado de manos y distanciamiento social.

Hace unos días, por motivo de las felicitaciones que nos intercambiamos a fin de año un grupo de amigos, mi querida amiga Marijke lanzó en el chat algo que me dejó pensando y que seguramente muchos olvidamos por estar inmersos en la sorpresa, el miedo, la desesperación y los problemas que ha significado la pandemia en nuestro entorno.

Su mensaje, que aquí les comparto, es hermoso porque creo que llega al centro de lo que ahora se necesita, que es compasión y solidaridad hacia los que hoy más sufren.  

“En realidad yo no espero nada. Para mí el 2020 fue uno de los mejores años, en el que más aprendí, en el que mejor me ha ido. Me pasaron situaciones duras, pero aprendí increíblemente de ellas y espiritualmente di un salto cuántico. Me tocó estar todo el año en la posición de poder ayudar ( a muchos en silencio) en vez de pedir ayuda y eso es invaluable.

“Pero veo a mi alrededor y me duele el dolor de los demás… De unos nos despedimos y otros, afortunadamente sobrevivieron. Y yo agradezco todo porque los que se fueron lo hicieron con luz y los que se quedaron son esperanza, y los que no nos enfermamos y trabajamos en nuestro interior, nos convertimos en guías de luz, en fuerza para quienes más lo necesitan, para los que tienen miedo, para los que están detrás del espejo, que también somos nosotros”.

No es fácil, a veces, darnos cuenta de la propia posición que nos ha tocado en esta tragedia, pero, creo, que aún estamos a tiempo (siempre estaremos) y en la medida de nuestras posibilidades ser o, intentarlo al menos, apoyar a otros, aprendiendo de nosotros mismos en este periodo, a pesar  nuestro propio dolor.

Al final del día, cuando por fin de verdad podamos ver la luz, así, esto será más llevadero y no habrá pasado nada en vano.

Cynthia Rodríguez

Periodista mexicana radicada en Italia, donde ha sido corresponsal para varios medios. Autora del libro Contacto en Italia. El pacto entre Los Zetas y la 'Ndrangheta, sobre los lazos entre uno de los grupos criminales más antiguos del mundo y uno de los cárteles emergentes más temidos de toda la historia en México. Tiene una maestría en Migración por la Universidad de la Sapienza y otra sobre Combate a la criminalidad organizada y la Corrupción por la Universidad de Pisa.