A diferencia de López Obrador, Porfirio Muñoz Ledo sabe que cualquier cambio de régimen pasa por el Congreso. Su experiencia legislativa y su voz discordante en la 4T valen más desde la curul, que desde una mesa directiva espuria
Twitter: @chamanesco
Genio y figura: Porfirio Muñoz Ledo se levanta de la curul del presidente de la Cámara de Diputados, acepta el abrazo de Laura Rojas y, tomándola firmemente de la cintura, salda con un beso en la mejilla lo que pudo haber sido una crisis constitucional.
El final de su presidencia en la 64 Legislatura ocurre en jueves, tras una semana de jaloneos entre el bloque mayoritario y la oposición por ver qué partido se quedaba al frente de la Cámara.
La escena es paradigmática de los tiempos que corren.
Ella, nacida en 1975, ha sido diputada federal y senadora, cien por ciento panista. Él, nacido en 1933, ha sido senador, tres veces diputado, asambleísta constituyente en la Ciudad de México, embajador, secretario de Estado, dirigente de dos partidos políticos nacionales y candidato a la Presidencia.
Ella, ni tan joven ni tan inexperta, nunca ha presidido una Cámara, y mucho menos con una mayoría absoluta del partido en el gobierno, del que ella es férrea opositora. Él, forjado en mil batallas, es el político más experimentado de México y una de las mentes más lúcidas de la llamada “Cuarta Transformación”.
Cuando le dejó el sillón de presidente a la novel panista, Porfirio le encargó el mítico tintero de plata y le deseó buena suerte, y ella respondió sonriente y nerviosa: “gracias, la voy a necesitar”.
Muñoz Ledo caminó lentamente para abandonar el estrado y ocupar su lugar en medio de los 259 asientos que tiene Morena en San Lázaro.
“¡Porfirio-Porfirio!”, vitorearon algunos de sus compañeros.
Horas antes, Muñoz Ledo había decidido no estirar más la liga y, en medio de la tormenta que él mismo creó, tuvo el gesto de renunciar y conjurar la crisis constitucional advertida –y quizás anhelada– por los opositores al lopezobradorismo.
Hubiera sido cuando menos absurdo que quien abrió las puertas de la pluralidad en el Congreso mexicano, en septiembre de 1997, las cerrara en septiembre de 2019.
Si alguien sabe el valor de esa asamblea en un régimen presidencial, ése es Porfirio, quien hizo la primera interpelación a un presidente en un informe de gobierno, hace ya 31 años, cuando sus cuestionamientos a Miguel de la Madrid por el fraude del 88 –proferidos a gritos desde los pasillos– cimbraron al sistema y marcaron un parteaguas en la historia del parlamentarismo mexicano.
Si alguien ha sabido defender la división de Poderes desde esa tribuna, ése ha sido Porfirio, quien en septiembre de 1997 le hizo saber a Ernesto Zedillo –y a todo el país–, que un solo diputado es igual que el presidente, pero todos los diputados juntos son mucho más que él.
Si alguien ha logrado empujar los cambios desde un humilde escaño, ése es Porfirio, quien no necesitó presidir la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México para que se aprobara una ley redactada en un 90 por ciento de su puño y letra.
Por eso, convertido en un diputado más, Porfirio advierte que será “más peligroso” de ahora en adelante.
Así lo declaró a la reportera Jesusa Cervantes, en una entrevista publicada en el más reciente número de la revista Proceso:
–Les recuerdo a quienes no les gusta mi actuar en la Cámara de Diputados que a mí no me han cortado la lengua; me la han fortalecido, porque ahora no represento la unidad de la Cámara, sino mi propio pensamiento –advirtió.
Allí, entre las curules, Muñoz Ledo dará la pelea al Ejecutivo en aquellos temas en los que no coincida, y anticipó uno: migración, en el que ya manifestó sus diferencias tras la firma del acuerdo con el gobierno de Donald Trump.
Voz discordante en medio de los aplausos por aquel acuerdo de junio que “salvó” a México de una crisis arancelaria, ahora Muñoz Ledo volvió a criticar y señaló directamente a la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, por haberse dejado arrebatar sus funciones en materia migratoria. Además, anunció que promoverá reabrir el debate sobre lo pactado con Estados Unidos en ese tema crucial.
–Allá abajo soy muy peligroso. El que quiso bajarme, no sé quién, se va a arrepentir. Ahí sí soy peligroso para los intereses creados. Abajo sí. Me hicieron un gran favor –insistió.
El veterano Muñoz Ledo está de regreso. Con su experiencia, su libertad y una ventaja adicional: a diferencia del presidente Andrés Manuel López Obrador, él sí ha sido parlamentario y sabe que un cambio de régimen pasa necesariamente por las Cámaras del Congreso.
–Las leyes se hacen aquí, y no afuera… Ninguna de las reformas que implica la 4T de fondo pueden tomarse a mano alzada –le declaró a Jesusa Cervantes.
Nadie podría esperar que Porfirio sea uno más entre los 331 diputados del bloque Morena-PT-PES-PVEM, con el que se puede mayoritear cualquier iniciativa del Ejecutivo.
Su voz discordante es necesaria, tanto en las batallas legislativas de otoño, como en el resto de la 64 legislatura.
En una Cámara con mayoría absoluta del partido oficial, Muñoz Ledo podría ser el hombre clave que modere las tentaciones autoritarias del Ejecutivo.
Por eso se aquilata su renuncia: la Cámara no necesitaba un presidente reelecto y acusado de espurio; vale más, mucho más, el diputado Porfirio.
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Periodista desde 1993. Estudió Comunicación en la UNAM y Periodismo en el Máster de El País. Trabajó en Reforma 25 años como reportero y editor de Enfoque y Revista R. Es maestro en la UNAM y la Ibero. Iba a fundar una banda de rock progresivo, pero el periodismo y la política se interpusieron en el camino. Analista político. Subdirector de información en el medio Animal Político.
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