A Bernardo Carreto, integrante del grupo de familiares de desaparecidos en Chilapa, lo acribillaron el 22 de diciembre enfrente de su familia (o lo que queda de ella). Tres meses antes, contó su historia a Pie de Página, en una entrevista que pareció premonitoria: “Si me vienen a matar, que lo hagan aquì, en la plaza”
Texto: José Ignacio De Alba.
Foto: Arturo de Dios Palma
CHILAPA, GUERRERO.- El 10 de mayo, Miguel, Juan y Víctor Carreto Cuevas salieron de la comunidad de Ahuihuiyuco para ir a vender una becerra. Querían comprar un trastero para su mamá, como regalo por el día de la madre. Le pidieron la camioneta a su padre, Bernardo Carreto, y se encaminaron rumbo a la cabecera municipal de Chilapa, sin saber que el lugar estaba sitiado por un grupo armado y que su apellido estaba en la lista negra.
Media hora después, Bernardo Carreto llegó en la unidad de transporte público que manejaba al retén que los armados habían instalado en la entrada de Chilapa. No lo sorprendieron tanto los hombres encapuchados, como ver a sus tres hijos detenidos y maniatados en el lugar.
“Ellos no han hecho nada, ¿por qué los detienen? Si hicieron algo entréguenlos a la policía”, reclamó.
Los hombres armados se identificaron como comisarios de las comunidades de San Ángel, San Pedro, Ahuihuiyuco, Jaguey, Xiloxuchicán, negaron entregar a sus hijos a la policía y lo amenazaron con detenerlo también a él y a los pasajeros de su camioneta si no se iba.
Carreto acudió al hotel del pueblo donde la Genderamería tenía una improvisada base, pero no lo eschucharon. Según su testimonio, ni siquiera lo dejaron explicar lo que sucedía. Luego, regresó al retén, donde ya no encontró a sus hijos.
Nunca los volvió a ver. Esa noche, un grupo de hombres atacó y saqueó su casa y las de sus vecinos.
La ocupación de los encapuchados en Chilapa – dijeron ser policías comunitarios de San Ángel, San Pedro, Ahuihuiyuco, Jaguey y Xiloxuchicán– ocurrió del 9 al 14 de mayo. En el tiempo que duró el sitio de la ciudad desaparecieron más de 30 personas, según los pobladores, aunque solo hay 16 denuncias. José Díaz Navarro, vocero del Comité de Familiares de los Desaparecidos de Chilapa (grupo que se formó a partir del sitio de mayo), asegura que la cifra de desaparecidos en el municipio supera las 101 personas.
En los últimos años, Chilapa ha sido protagonista de una guerra politico-criminal, donde Los Rojos y Los Ardillos pelean el control de la zona, que es un importante paso de drogas de La Montaña al centro del estado. La ocupación de mayo fue dirigida por policías comunitarios, que según los familiares de los desaparecidos, están coludidos con los Ardillos, como venganza por desapariciones y homicididos en sus comunidades, atribuidas a los Rojos, que tienen el control de la cabecera municipal.
A Miguel, Juan y Víctor Carreto Cuevas (de 23, 20 y 15 años, respectivamente) el apellido les costó la desaparición.
Su tío, Silvestre Carreto González, era el jefe de la policía municipal en julio de 2014, cuando un grupo armado llegó a la cabecera municipal y dejó las casas del centro llenas de agujeros de balas; la incursion dejó un saldo de 14 personas asesinadas y 9 heridas, pero hasta ahora no hay responsables. Silvestre Carreto, quien había sido nombrado por el entonces alcalde, Francisco Javier García González –ahora investigado por sus nexos con Los Rojos– fue cesado una semana después por el Grupo de Coordinación Guerrero, instancia federal responsable de la seguridad del estado, por “no ser suficientemente confiable”.
A falta de investigaciones judiciales, su familia ha pagado el costo con vidas humanas: en la ocupación de mayo, además de los Carreto Cuevas, también se llevaron a Crispino Carreto González y su hijo, Samuel Carreto Vázquez.
El 3 noviembre fue asesinado Alejo Carreto, hijo de Silvestre, a unos metros de su casa en Ahuihuiyuco; el 9 de noviembre, un grupo armado llegó al poblado de Tepozcuautla, sacó de su casa a cinco personas, entre ellas María Guadalupe Carreto González, y sus dos hijos, Brayan y Rubi (de 1 y 7 años); sus cuerpos quedaron regados en las calles de una localidad cercana. Y el 22 de diciembre le tocó a Bernardo.
Después de la desaparición de sus hijos Bernardo Carreto se unió al grupo de desaparecidos de Chilapa, pero también empezó a ser hostigado con llamadas telefónicas y mensajes donde le exigieron que parara sus denuncias. “Que ya no estuvieramos aquí diciendo chismadas, que nos iban a desaparecer”, contó.
Las llamadas telefónicas le empezaron a llegar después de que diera su número en el ministerio público local. Tampoco dejó de recibir amenazas de un número desconocido.
En Casa Pilla, el restaurante donde los familiares de los desaparecidos de Chilapa se reúnen cada semana para darse apoyo y presionar juntos a las autoridades, Bernardo Carreto señaló a quienes, según él, fueron responsables de la desaparición de sus hijos: Aquilino Vázquez Jiménez, la yegua, líder de una organización de transporte de pasajeros de Ayahualulco; Constantino Jiménez, el chino, escolta del ex presidente municipal; José Apolonio Villanueva Jiménez, comisario de Xiloxuchicán; Faustino Chino Mendoza; y a Ricardo Sánchez de la Cruz, ex ministerial.
“Todos estos señores estaban a cargo del operativo”, aseguró el hombre a Pie de Página, en una entrevista realizada en agosto.
“¿Que si tengo miedo? ¡Claro que sí! Si me vienen a matar, que lo hagan aquí en la plaza. Porque yo estoy reclamando algo justo”, insistió.
También reclamó que, a pesar de la aparente preocupación del gobierno federal e instancias internacionales, como el Alto Comisionado de Naciones Unidas, tres meses después no había avances en las investigaciones.
“Hablamos con el gobernador (Rogelio Ortega), él se sentó con nosotros a platicar. El gobernador nos dijo que estaban detenidos. Él siempre lo ha manejado así (…) no sabemos a dónde se los llevaron, dónde los tienen, A la fecha no sabemos nada de ellos (…) A ver qué hacemos, a ver si cerramos una carretera, porque ya no queremos seguir esperando”, dijo en la entrevista.
El 22 de diciembre, Carreto viajaba en un vehículo con su esposa y tres de sus nueras, hombres armados hicieron la parada a la camioneta en el puente de Tepozcuautla, a 15 minutos de la cabecera municipal, bajaron a Bernardo y lo asesinaron frente a sus familiares.
Ahora, de la familia Carreto Cuevas quedan tres miembros (su esposa y dos hijos) vivos y tres desaparecidos. Y el Comité de Familiares de los Desaparecidos de Chilapa tiene un integrante menos.
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