El Baile de los 41 y el “yerno de la nación”

20 junio, 2020

El escándalo y el morbo rodearon una fiesta de homosexuales de la crema y nata de la sociedad porfirista. Mucho se ha elucubrado sobre lo que ahí pasó. La información que se tiene hasta el momento sólo deja ver los prejuicios y la discriminación de la sociedad mexicana, vigente 100 años después 

@ignaciodealba

La fiesta ocurrió el 18 de noviembre de 1901, a unas cuadras del Monumento a la Revolución. Un gendarme notó que en la Calle Cuarta de la Paz –ahora llamada Ezequiel Montes-  había un baile a puerta cerrada. Después los díceres explicarán que fue la fila de elegantes carruajes lo que llamó la atención del policía. El oficial llamó a la puerta. El periódico El Popular, lo relató así:

“Salió a abrirle un afeminado vestido de mujer, con la falda recogida, la cara y los labios llenos de afeite y muy dulce y melindroso de habla. Con esa vista, que hasta al cansado guardián le revolvió el estómago, se introdujo éste a la accesoria, sospechando lo que aquello sería y se encontró con cuarenta y dos parejas [SIC] de canallas de éstos, vestidos los unos de hombres y los otros de mujer que bailaban y se solazaban en aquel antro….”

No eran 42 parejas, sino 42 individuos; quienes fueron aprehendidos por “ataques a la moral”, y la sociedad porfiriana quedó escandalizada. Los periódicos de la época relatan incluso que entre los asistentes se estaban rifando un “pepito bigotón”. Este tipo de fiestas eran comunes, pero por primera vez los aludidos por la prensa pertenecían a la socialité. La fiesta se convirtió en el centro del debate público, más que la redada y sus motivos morales.

Lo más parecido a un retrato que hay sobre lo que sucedió es obra del dibujante José Guadalupe Posadas, que caricaturizó a los asistentes de la reunión bailando. El dibujo llamado lesivamente “Los 41 maricones” se publicó en la Gaceta Callejera. 

Algunos de los detenidos fueron llevados a la cárcel de Belem –ahora convertido en el Centro Escolar Revolución-. Varios lograron pagar sobornos o fianzas para quedar libres, los que no pudieron ser cobijados por sus relaciones con el poder fueron mandados a Yucatán a realizar trabajos forzados. 

Los periódicos no mantuvieron el dato de 42 detenidos por mucho tiempo, con los días la cifra quedó reducida a 41. Y sólo se publicaron los nombres de tres de los arrestados. El rumor se constituye como un hecho histórico y los díceres pregonarán que “el 42” era Ignacio de la Torre y Mier, nada menos que el “yerno de la nación”.

El escritor Carlos Monsiváis escribió casi un siglo después “Lo más significativo de la redada de los 41 es, reiteradamente, la detención arbitraria de un grupo que se divierte una noche de sábado”. La leyenda ahora se constituye como un hecho histórico, el número “41” quedó marcado por el evento.

Ignacio de la Torre estaba casado con Amada Díaz, la hija mayor de Porfirio Díaz. Después de conocerse en un baile y de cruzar por un noviazgo cortísimo la pareja se casó; por ambos lados había harto interés. El yerno de la nación era nada menos que ahijado de Maximiliano de Habsburgo y estaba emparentado con la nobleza italiana.

Ignacio provenía de una de las familias más ricas del país, buena parte de la fortuna se hizo por las haciendas de Morelos, Guerrero y Estado de México. Primordialmente las ganancias llegaban de los ingenios azucareros. Por su lado, Amada era la hija favorita del presidente. 

La pareja vivió en uno de los primeros palacetes que se construyeron sobre Paseo de la Reforma, en el lote número uno de avenida. Frente a su residencia estaba la Estatua Ecuestre de Carlos IV . La mansión se ubicaba donde ahora está el edificio de la Lotería Nacional. 

La casa fue construida por el ingeniero Ignacio De la Barra, quien se inspiró en el clasicismo francés. La casona que fue ocupada por la pareja desde 1893, se decía en el cotilleo porfiriano que Ignacio y Amada dormían con varios cuartos de por medio.   

La vida de correrías del “yerno de la nación” era sabida por su esposa y por la nación. El hombre, que llegó a ser diputado, no logró hacerse de la gubernatura del Estado de México por su afamada vida “licenciosa”. Una leyenda muy contada es que en su hacienda Santiago Tenextepango, Morelos, su caballerango preferido era el joven Emiliano Zapata. Tanto, que Zapata viajó por primera vez a la Ciudad de México con Ignacio. 

El yerno de la nación estuvo involucrado en el asesinato de Francisco I. Madero , se decía que los coches en que el apóstol de la democracia fue llevado al sitio de su asesinato, pertenecía a Ignacio De la Torre. Así que después del asesinato los habitantes de la casa de Reforma huyeron. En 1914 el sitio fue ocupado por las tropas de Venustiano Carranza.  

El año pasado, en el centenario del asesinato de Emiliano Zapata se montaron diversas exposiciones sobre el jefe suriano, el arista Fabián Chairez retrató a Zapata desnudo sobre un caballo, vistiendo tacones. La pintura provocó tal escándalo, que incluso una muchedumbre pretendió entrar a Bellas Artes para quemar la pintura. 

Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).