El árbol muerto de la noche triste

29 junio, 2019

Este ahuehuete es el más famoso de la historia de México, aquí –se dice- el conquistador Hernán Cortés lloró después de ser derrotado por el ejército del emperador mexica Cuitláhuac. La derrota se sigue conmemorando junto a los restos del tronco, pero la vida del victorioso árbol no fue fácil

@ignaciodealba

A pocos días de cumplirse 499 años de la peor derrota que sufrió Hernán Cortés frente a los mexicas, una flotilla de trabajadores ornamenta el parque donde está el «Árbol de la Noche Triste». Los empleados, que llevan horas aspirando los solventes de la pintura, dicen no conocer la historia del árbol; lo que sí saben es que están arreglando porque este 30 de junio habrá baile. 

La fama del árbol le ha costado ser blanco de diversos ataques. El renombrado personaje no está exento de críticos, como el historiador Christian Duverger que aseguran que bajo ese árbol no lloró nadie. Otras voces, más progresistas, decidieron ponerle al ahuehuete el «Árbol Victorioso», por representar una victoria indígena frente a los conquistadores extranjeros. 

Mientras tanto, el ahuehuete resguardado como monumento histórico, está bien muerto. La corteza está cacariza y se desmorona, una parte del tronco se aprecia quemada (la leyenda urbana atribuye a un borrachín el incendio que la dejó así). Las únicas ramas vivas pertenecen a otros arbustos que crecieron sobre los viejos leños. 

Una familia de gatos pasa el día escalando el árbol y resguardándose en sus huecos, mientras un indigente puso a secar su pantalón mojado por las lluvias en una de las ramas del árbol. El sitio se encuentra frente a una de las calzadas más antiguas y transitadas de la Ciudad de México: Tacuba. Por aquí huyeron los conquistadores. 

Lo que queda del triste árbol de aquella noche de junio se ubica en el barrio de Popotla, en un pequeño parque junto a la prehispánica calzada México-Tacuba, un camino que ha sido transitado desde hace cientos de años. Actualmente hay miles de puestos que venden comida y mercancías. Millones de personas transitan por la calle y también debajo de ella, gracias al metro. 

Por estos rumbos de Azcapotzalco estuvieron los mejores plateros aztecas. Las joyas de los emperadores eran labradas por los artistas de esta zona. 

Los conquistadores recibieron encantados los regalos que les entregó Moctezuma II, pero más que estimar la laboriosidad de las piezas les fascinó el ansiado oro; tan pronto como lo recibían lo fundían para atesorar los lingotes que los haría ricos en su tierra. La cordialidad duró hasta que el capitán Pedro De Alvarado, protagonizó una carnicería de sacerdotes y principales en el Templo Mayor, la llamada Matanza de Tóxcatl, en 1520.

Desde ese momento el Palacio de Axayacatl, donde se hospedaron los españoles, fue convertido en una fortificación. Los conquistadores aguantaron en el encierro los ataques de los mexicas, que desde afuera del edificio apedreaban y lanceaban a los españoles que tenían los días contados, la falta de alimentos y de agua los obligó a salir. 

Fue el 24 de junio, el emperador Moctezuma II, que estaba aprisionado en Axayacatl, fue asesinado por una controversial pedrada. Los mexicas arreglaron la sucesión y el Señor de Iztapalapa, Cuitláhuac, fue nombrado como el nuevo Tlatoani.

La noche del 30 de junio, Cortés decidió escapar de Tenochtitlán. A su salida los hombres del conquistador cargaron con los tesoros robados y regalados. El escape fue descubierto y los mexicas masacraron a cientos de europeos y tlaxcaltecas. Entre ellos estaban algunas las hijas de Moctezuma II, capturadas por los españoles. 

Pero no todos los conquistadores murieron por las heridas de la batalla. Hubo unos que se hundieron en las fangosas aguas del lago de Texcoco por aferrarse a sus cargas de oro, “que con el peso de ello no podían salir, ni nadar”, relata el cronista guerrero Bernal Díaz del Castillo. 

Los españoles tomaron la calzada México-Tacuba para su escape. Allí –aseguran algunas versiones- Hernán Cortés se detuvo a llorar después de perder miles de hombres y cuantiosos tesoros. 

La imagen del conquistador derrotado, llorando bajo un ahuehuete, es uno de los episodios históricos que más ensalza al espíritu patriótico mexicano.  De aquel episodio cantaron los juglares con chirimía, teponaztli y huéhuetl:

“En Tacuba está Cortés

Con su escuadrón esforzado,

Triste estaba y muy penoso,

Triste y con gran cuidado,

Una mano en la mejilla

Y la otra en el costado”.

Lo más probable es que en la huida Hernán Cortés no tuviera tiempo para sentarse a llorar. Pero lo más importante es que lloró.

Columnas anteriores:

La falsa casa del conquistador Pedro De Alvarado

La casa de Francisco I. Madero y el devastador incendio

Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).