La crisis del coronavirus es una amenaza a la salud pública, pero también a la economía. Desencadenará recesión en algunos países y una desaceleración del crecimiento anual en el mundo por debajo del 2.5 por ciento
Texto: Gustavo Capdevila
GINEBRA, SUIZA.- Economistas de las Naciones Unidas prevén que la pandemia del coronavirus deprimirá este año la economía mundial hasta un crecimiento inferior a dos por ciento. Una pérdida de un billón de dólares, en comparación con los pronósticos que se anticipaban en septiembre de 2019.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) auguraba entonces una tasa de expansión de 2,7 por ciento para 2020.
Desde entonces, el FMI y otras instituciones internacionales, como la Organización para el Desarrollo y la Cooperación Económicos (OCDE), que congrega a economías ricas, han reducido ese incremento en sus proyecciones.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad) lanzó el 9 de marzo en Ginebra una evaluación de las consecuencias económicas del coronavirus.
El estudio considera la posibilidad de “un escenario de catástrofe en que el crecimiento de la economía mundial alcance solamente 0.5 por ciento”.
“En ese caso estaríamos hablando de una pérdida para el período de dos billones (millón de millones) de dólares”, calculó Richard Kozul-Wright, a cargo del estudio.
La crisis del coronavirus es una amenaza a la salud pública, pero también a la economía. Desencadenará recesión en algunos países y una desaceleración del crecimiento anual en el mundo por debajo del 2.5 por ciento. Éste se acepta a menudo como umbral del estancamiento de la economía global, advirtió la agencia de la ONU.
“La gran incógnita es si aún podrá ser peor”, reflexionó Kozul-Wright.
La duración y la profundidad de la crisis dependerá de la extensión y la velocidad de propagación del virus. Asimismo, del tiempo que demande la creación de la vacuna y de la eficacia de las políticas de mitigación de los daños a la salud de las personas. De la economía y del bienestar. Así subraya el estudio presentado por Kozul-Wright y por Nelson Barbosa, economista principal de la misma División de la Unctad.
El virus recrudeció en actividad y violencia durante el mes de diciembre de 2019. A partir del foco principal en la ciudad china de Wuhan, capital de la provincia de Hubei.
Esa región en particular y otras áreas de China sufrieron la enfermedad con toda su virulencia en los dos meses siguientes. Aunque los datos de este mes sugieren una reducción sostenida del número de casos.
En contraste, la epidemia se ha extendido a otras zonas del mundo. Como respuesta la Organización Mundial de la Salud (OMS) la declaró como pandemia el 11 de marzo.
La diferencia es que la epidemia se caracteriza por expandirse por un solo país en un período determinado de tiempo. La pandemia se propaga por el mundo y gran parte de la población carece de inmunidad para afrontarla.
En la actualidad, más de 100 países han reconocido la existencia de la enfermedad en su territorio. Los más afectados hasta ahora, además de China, son Corea del Sur, Italia, Irán, los países de Europa Occidental y Estados Unidos.
La OMS no ha sido ajena a las consecuencias económicas del brote. Apenas comenzó, estableció seis objetivos estratégicos para afrontarla. Los cinco primeros son de naturaleza estrictamente sanitaria. El sexto convoca a “minimizar los efectos sociales y económicos a través de asociaciones multilaterales”.
La Organización Mundial del Comercio (OMC), otro foro multilateral radicado en esta ciudad suiza, también reconoció la amenaza que la enfermedad representa para los intercambios.
Su director, Roberto Azevedo, previó el 2 de marzo que “los efectos (de la epidemia) en la economía mundial serán probablemente substanciales y comenzarán a evidenciarse en indicadores comerciales de las próximas semanas”.
A su vez, la Unctad, el 4 de marzo, evaluó en dos por ciento la reducción que sufrirá este año la producción china como consecuencia de la enfermedad.
Esa contracción china ocasionará en el período pérdidas por 50 mil millones de dólares en las economías asociadas al gigante asiático. Otro estudio de la misma Unctad, del 8 de marzo, adelantó que el COVID-19 incidirá este año en una marcada reducción del flujo internacional de inversiones extranjeras directas, que se contraerán entre cinco y 15 por ciento.
Ante ese cuadro, “los gobiernos necesitan gastar en el actual momento y a tiempo para prevenir esta especie de debacle que puede ser más perjudicial que la que es probable que sobrevenga en el curso de este año”. Así comentó Kozul-Wright en referencia al panorama de “crecimiento lento, desigualdades extremas y conmociones recurrentes” que se repiten desde la crisis financiera de 2008-2009.
El economista se preguntó cómo reaccionarán China y Estados Unidos ante esta emergencia.
El país asiático “introducirá casi seguramente medidas expansionistas significativas en respuesta a esta crisis”.
En cuanto al gobierno estadounidense, en un año electoral, “también necesita responder de manera diferente a la simple fórmula de achicar los impuestos y reducir las tasas de interés”, destacó.
Pronosticó que la economía europea es casi seguro que va a entrar en una recesión durante los próximos meses, pronosticó.
“La economía alemana es en particular frágil. Las de Italia y de otras partes periféricas de Europa enfrentan también serias estrecheces como consecuencia de las tendencias de los últimos días”, detalló.
Acerca de América Latina “es una región vulnerable. Estamos observando una economía, como la de Argentina, que se ha estado contrayendo a causa de las dificultades para atender el servicio de su deuda”, comentó el economista.
“Esa es una economía que lucha por abrirse camino entre los efectos demoledores de esta crisis. Pero también otras partes de América Latina están afrontando serias dificultades”, añadió.
En cuanto a los países en desarrollo altamente endeudados, en especial exportadores de productos básicos, Kozul-Wright precisó que afrontan una amenaza particular por el fortalecimiento del dólar.
Esto induce a los inversores a buscar paraísos seguros para su dinero, y por la incertidumbre de los precios de los productos básicos mientras la economía mundial se hunde.
“Eso significa que los exportadores de productos básicos son particularmente vulnerables”, definió.
Kozul-Wright se ocupó también de la crisis acentuada este mismo lunes 9 en los mercados mundiales de valores y de energía. Fueron sacudidos por los efectos económicos del COVI-19 y por la caída pronunciada de los precios del petróleo.
En el último caso, a raíz de una maniobra de Arabia Saudita que disminuyó los precios de venta de su crudo para precipitar los del mercado mundial y obligar a un nuevo acuerdo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) con precios aun más bajos que los ya deprimidos de los últimos meses.
El declive de los precios del petróleo, interpretó, “ha sido un factor que contribuyó al creciente sentido de inquietud y de pánico y por tanto es muy difícil predecir el curso de los mercados”.
“Lo que esto sugiere es un mundo en extremo ansioso. Hay un grado de ansiedad actualmente que excede los temores por la situación sanitaria, que es muy seria y mortificante. Pero las ramificaciones económicas de este fenómeno están obviamente causando una alarma mayor”, concluyó Kozul-Wright.
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