En la acción climática, las ciudades cumplen un rol relevante en la mitigación, ya que son responsables de 75 % de las emisiones de gases de efecto invernadero, pero también en la adaptación, dado que albergan a la mayor parte de la población. Dubái, la sede de la COP28, es una de las nuevas ciudades mediorientales, en territorios ganados al desierto
Texto: Michelle Soto Méndez / Periodistas por el Planeta
Fotos: Michelle Soto
DUBÁI. – El Burj Khalifa se erige hasta los 828 metros de altura. Desde allí, la ciudad de Dubái se mira en toda su dimensión y, también, en todas sus facetas: extensiva como su economía, incluso al punto de ampliarse hasta el mar mediante islas artificiales; obsesionada con una modernidad que raya en la ostentación; pero también es populosa y colorida como las barcazas que se aglomeran a la orilla de la ría y abarrotada -sobre todo su metro- como mercado árabe de especies, infusiones y oro.
Y no hay que perder de vista que Dubái yace en el desierto, en una zona hiperárida donde el agua se debe desalinizar. Allí, los dubaitís han sabido levantar proyectos residenciales, comerciales, deportivos y turísticos, los cuales han convertido a esta ciudad en epicentro económico del Medio Oriente.
Su crecimiento urbano también pareciera de récord Guinness: desde 1972 hasta 2011, la ciudad ha crecido a una tasa anual de 10.03 %. Esto la convierte en una de las urbes de más rápido crecimiento en el mundo y, para ilustrarlo, un dato: en 2014, 25 % de las grúas de construcción del mundo operaban aquí.
Este es el sitio donde tiene lugar la 28 Conferencia de las Partes (COP28), que reúne a los países firmantes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (Cmnucc) para discutir sobre las acciones para lidiar con un planeta cada vez más recalentado.
Estas acciones terminarán ejecutándose en las ciudades, las cuales no solo son responsables de las tres cuartas partes de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) sino que también son altamente afectadas por los impactos del cambio climático. También son los lugares más poblados.
Alrededor de 56 % de la población mundial -unos 4 mil 400 millones de personas- viven en las ciudades. Se calcula que, para 2050, la población urbana sea más del doble, es decir, se podría esperar que siete de cada 10 personas residan en urbes.
Aunque moderna y próspera por un lado, pero también desigual por otro (como muchas de las ciudades latinoamericanas y de otras regiones del Sur), la sede de la COP28 enfrenta desafíos.
Un desarrollo urbano extensivo, cuyas distancias y temperatura imposibilitan la movilidad activa (caminar o andar en bicicleta); así como un mercado inmobiliario cuyos precios obligan a parte de la población a mudarse a la periferia y esto se traduce en colapso de los sistemas de movilidad tanto públicos (metro y buses) como privados (automóviles que terminan atacados en el tráfico a pesar de la infraestructura vial).
Y también está el petróleo, cuyos precios hacen accesible la adquisición de vehículos privados, lo cual incrementa la flota que transita por las calles.
Dubái es uno de los siete emiratos que forman los Emiratos Árabes Unidos (EAU), siendo el segundo más grande después de Abu Dhabi tanto en términos de población como superficie. Si Abu Dhabi es el brazo político, Dubái es el económico.
Esa bonanza impulsó su crecimiento como ciudad. Investigadores de la Universidad de Lancaster, en Reino Unido, recurrieron a una serie temporal de datos de teledetección para cuantificar el cambio de la superficie entre 1972 y 2011.
De esta manera, notaron un aumento de la “mancha urbana” de 561 kilómetros cuadrados en 39 años, el cual incluye un incremento sustancial de la vegetación y las masas de agua a expensas de la arena, así como un ritmo sin precedentes de construcción de islas artificiales como Palm Jumairah y Palm Deira así como ciudades dentro de ciudades como Internet City y Healthcare City, entre otras.
Las áreas con vegetación pasaron de 0.85 kilómetros cuadrados en 1972 a 41.31 kilómetros cuadrados en 2011, esto en respuesta a políticas gubernamentales en pro de tener espacios verdes para hacer la ciudad más atractiva.
Lo mismo ocurrió con los cuerpos de agua, los cuales pasaron de 3.88 a 18.30 kilómetros cuadrados en el mismo período. Estos resultaron del dragado y ampliación de calas, la construcción de puertos, pero también del desarrollo de masas de agua recreativas.
“Estos grandes cambios en la vegetación y las masas de agua pueden tener repercusiones ecológicas y medioambientales. Mantener estas cubiertas terrestres en una región hiper árida requiere un aporte continuo de energía, agua y productos químicos, lo que puede tener consecuencias negativas para el medio ambiente», se lee en el artículo científico de la Universidad de Lancaster, publicado en Computers, Environment and Urban Systems.
Y añade: «Sin embargo, estas cubiertas terrestres pueden fomentar la biodiversidad y mejorar el microclima y la calidad del aire de forma que se mitiguen algunos de los impactos del desarrollo urbano”.
Pero en Dubái, la vegetación y el agua cumplen roles más estéticos y no tanto como espacios públicos para promover la vida social. De hecho, las personas no suelen caminar o andar en bicicleta durante el día, los paseos caninos suelen quedar para las horas nocturnas.
Y no es de extrañar, la temperatura en otoño -octubre y noviembre- es de 25 grados centígrados en promedio, mientras que en verano -julio y agosto- puede subir hasta los 45 grados. Es más, durante los meses de verano, las personas que realizan labores al aire libre -por ejemplo, los empleados de una construcción- no trabajan para así proteger su salud.
Entre 1972 y 1990, la mayor parte de la urbanización se concentró en Dubái Creek, conocida hoy como la parte vieja de la ciudad. Y esa expansión responde al crecimiento demográfico, el cual se aceleró tras el descubrimiento de grandes reservas de petróleo que atrajeron gran cantidad de mano de obra a la ciudad.
De hecho, el gobierno de la ciudad utilizó los ingresos del petróleo para desarrollar infraestructura y proyectos industriales como el aeropuerto internacional, el puerto Rashid, los diques secos y una fundición de aluminio. El primer edificio, tipo rascacielos, data de 1979.
Ya en la década de 1990, la zona urbana se expandió más allá de Dubái Creek, dirigiéndose al este hacia el emirato de Sharjah y a lo largo de la costa del golfo, sobre todo con fines residenciales.
Tras el desplome de los precios del crudo en 1997, el gobierno local tomó la decisión de diversificar la economía para evitar una dependencia excesiva del petróleo y así fue como construyó nueva infraestructura, estimulando la comercialización inmobiliaria y desarrollando el turismo.
Esta política ha hecho que la población de Dubái se haya multiplicado por diez desde 1975, debido principalmente al aumento de los trabajadores extranjeros, ya que los nacionales sólo representaban 8,8 % de la población total en 2010.
Es así como se pusieron en marcha una serie de políticas para atraer empresas extranjeras. “Estas iniciativas ayudan a explicar el espectacular aumento del número de zonas urbanas que incluyen arterias viales detectadas en nuestro estudio, con la construcción de grandes autopistas y carreteras como Emirates Road, que tiene 68 kilómetros de longitud y se extiende de este a oeste del emirato”, explican los investigadores de la Universidad de Lancaster.
En 2002, se promulgó un decreto para permitir la propiedad extranjera de inmuebles, lo que provocó un boom inmobiliario, evidente en los mapas de superficie urbana realizados para el período 2003-2005, con una tasa de crecimiento anual máxima de 13,02 %.
Es así como, para 2011, las zonas urbanas cubrían 15 % de la superficie total del emirato, una proporción sustancialmente superior a 5-10 % de cobertura que se observa en países europeos. A esto se suma que el porcentaje de población que vive en estas zonas urbanas es muy alto (95-98 %), manteniéndose así desde la década de 1970.
El crecimiento demográfico y urbanístico incrementan la vulnerabilidad de Dubái al cambio climático. De allí que el gobierno de este emirato busque desvincular este crecimiento de las emisiones de GEI, centrándose principalmente en los sectores de energía, agua y residuos.
“Puede que los objetivos de reducción de dióxido de carbono de Dubái no sean tan ambiciosos como los de otras ciudades, pero constituyen un paso importante en la transición de los EAU hacia un desarrollo más sostenible y un cambio significativo respecto a su pasado”, indica la organización C40, la cual agrupa a 100 alcaldes de todo el mundo.
“Dubái es ya un destino empresarial mundial y muchas ciudades de la región la consideran una fuente de innovación. Su acción climática permitirá mostrar que el crecimiento ecológico y la reducción de la dependencia de los combustibles fósiles son económicamente viables y mejoran la calidad de vida de los ciudadanos”, agrega.
Este artículo es parte de la Comunidad Planeta, un proyecto periodístico latinoamericano liderado por Periodistas por el Planeta (PxP) y del que IPS forma parte. Se elaboró dentro de la iniciativa “Comunidad Planeta en la COP28”.
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