26 noviembre, 2020
Hace un año y medio la temporada de incendios quemó parte del suelo de conservación del Ajusco. El fuego devastó los bosques que frenaban la mancha urbana. Hoy los terrenos están siendo lotificados y se perfilan para ser vendidos y continuar la urbanización desmedida
Texto: Arturo Contreras Camero
Fotos: Duilio Rodríguez
CIUDAD DE MÉXICO.- En la carretera Picacho Ajusco, detrás de un letrero que consigna el lugar como área natural protegida, un puñado de casitas hechas de materiales rescatados extienden la mancha urbana. Las casas se levantan dentro de pequeños terrenos, lotes delimitados con barditas de piedra. Sobre los lotes, banderolas de colores pareciera que anuncian su venta.
Habitantes de la zona y defensores del bosque alertaron, hace año y medio, el peligro que acechaba estos terrenos, después de una serie de incendios alrededor de Ciudad de México que arrasaron parte de los bosques del parque de la capital y de los ejidos San Nicolás Totolapan y San Andrés Totoltepec. El fuego abrió la puerta a una invasión que hoy se concreta.
“Viernes, sábado y domingo llegaban a lotificar y a delimitar con piedras el lugar. Iniciaron en marzo y no hubo ninguna autoridad presente”, cuenta la respecto un habitante de la zona, que pide guardar su identidad por motivos de seguridad. “Esas personas se inventaron un amparo y sobre eso empezaron. Fue al inicio de la pandemia que se metieron. Hicieron lotes de 250 metros, los están vendiendo y los dirigentes les cobraban 15 mil pesos”.
A mediados de mayo de 2019, después de los incendios, Pie de Página recorrió la zona y varios asentamientos irregulares que ya existían y que amenazaban los terrenos arrasados por el fuego. Un año y medio después. las veredas empiezan a dibujar calles. Sus habitantes labraron calles a pico y pala. También levantaron postes de luz por los que pasan cables eléctricos que enchufan, ilegalmente, al tendido eléctrico. Las pocas casas que habían parecen haberse duplicado en 18 meses.
“Todo lo que hay lo hemos hecho nosotros”, dice orgullosa Francisca Sandoval. La señora asegura vivir en estos predios desde hace más de 20 años, aunque no hay registro de sus casas hasta hace al menos dos años, cuando fue desalojada por vivir en estos terrenos. “Los representantes nos mencionan que luego iban a venir los del catastro y de la luz, por eso dijeron que había que abrir la calle hasta el fondo, que íbamos a tener servicios, luz y agua en pipas.
“Nosotros compramos de buena fe. Tenemos papeles y todo. A nosotros nos vendieron. Cuando vienen, piensan que somos paracaidistas, pero no. Ahora con las banderitas también vienen a preguntar que si vendemos, pero no, nada de esto está en venta”, dice mientras levanta la voz y endurece el gesto, como si se acordara del enojo. Después dice cortante: “La única forma en que a mí me van a sacar de aquí, es con los pies por delante. Si a balazos nos agarramos, pues nos agarramos”.
En este recodo de lo que solía ser bosque, las presiones de urbanización aumentan junto con la violencia. Tan solo en octubre, la Fiscalía General de Justicia local abrió siete carpetas de investigación por homicidio con arma de fuego. Al menos cuatro de ellos, recuerdan habitantes del lugar, se relacionan con conflictos territoriales y de predios.
“Ahora esto se va a convertir en un conflicto social”, advierte otro habitante del lugar. “Si quieren llegar a desalojar van a tener que mandar al extinto cuerpo de ganaderos. En la zona se corrió el rumor, y cada vez más llega y llega gente. Tienes un montón de gente que ya apartó, ya compró, ya cooperó para las calles. Es gente que no va a salirse por las buenas. Lo que tiene que haber es una acción coordinada para identificar a los líderes, a quienes sería muy fácil imputar delitos ambientales”.
Al sur, montaña arriba, en la colonia Héroes de 1910 sucedió lo mismo. Ahí la invasión de predios se dejó crecer junto con grupos armados que controlaban su compraventa. Pareciera que el único destino para esta zona es urbanizar el poco bosque que queda entre las colonias Zacatón, San Nicolás II y Solidaridad con la de Héroes de 1910. Desde 2013 líderes de esa colonia empezaron a comprar terrenos ejidales y a cambiar sus usos de suelo de manera ilegal con el fin de venderlo a desarrollos inmobiliarios de lujo.
Los restos de estos bosques son lo que queda del pedregal volcánico que baja desde el Xitle hasta San Ángel, al sur de la ciudad; una zona del Ajusco con una altísima capacidad de infiltración de agua de lluvia. La señora Francisca, lo confirma: “Aquí no se inunda. Ha llovido bien duro, pero como hay resumideros, sin que rasquemos hoyos el agua se cuela y no tenemos problema de eso”.
Vecinos de las colonias colindantes, ejidatarios de los terrenos cercanos y defensores de los bosques han levantado denuncias de un problema que se ha desarrollado desde 2013, sin embargo, no han hecho nada. Las demandas han llegado a Claudia Shienbaum, jefa de gobierno de la Ciudad y antigua delegada de Tlalpan, hasta a Columba López, titular de la Comisión de Recursos Naturales de la capital, pero la ausencia de las autoridades capitalinas impera.
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