En el Faro de Aragón mujeres activistas y de los ámbitos periodístico y artístico fueron convocadas a reflexionar sobre la jornada del 8 y 9 de marzo para pensar en la potencia del movimiento feminista
Texto y foto: Daniela Rea
Después de las jornadas del 8 y 9 de marzo, días de protesta y de paro de mujeres, en el marco del festival Tiempo de Mujeres, organizado por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, los académicos Emanuela Borzacchiello del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM y Rodrigo Parrini, de la UAM Xochimilco, convocaron a reflexionar sobre lo que llevó a miles de mujeres a las calles, lo que significó el paro y lo que se ha aprendido de ello. Éstas son algunas de las reflexiones que hubo:
La académica Emanuela Borzacchiello arrancó el diálogo planteando que las consignas de las movilizaciones en España y Argentina fueron el derecho al trabajo y al aborto seguro. ¿Se puede pensar en una consigna que haya unificado la marcha en México?
Elvira Liceaga, escritora y locutora: Me cuesta trabajo concluir cuál es el centro de gravedad de la marcha. Valdría la pena pensar si la consigna en México fue verbal o fue una representación de cuerpos.
Nadia Lartigue, bailarina: De las redes a las calles salió la consigna #YosíteCreo y fue una consigna contundente que escuché a lo largo de la marcha. También escuché una conversación de consignas: ante los vidrios rotos el “fuimos todas”, luego otras compañeras que respondían “no violencia” y otras que respondían “somos malas, podemos ser peores”.
Tamara Cubas, coreógrafa: La marcha tiene una dramaturgia, una narrativa en sí misma que se cuenta según los bloques, los contingentes, vemos a las hijas de las brujas, a las jóvenes de 18 años radicales, a las trans, a las constructoras… Me fascina ver cómo este movimiento es tan heterogéneo, es imposible unificar porque somos muchas y diversas.
Zahara Gómez: Siento que en México la consigna fue contra los feminicidios.
Nadia Lartigue: La manifestación se habló a sí misma. Más allá de la exigencia al presidente, nos hablábamos entre nosotras, ahí hay un desplazamiento de la figura del poder, del interactuar de la manifestación. Por eso lo importante fue lo que sentimos y nos dimos al interior.
Tamara Cubas: ¿Cómo cambiamos el sentido de la palabra poder por potencia? Pensar en la potencia de esta condición de mujeres. Poder hacer lo que una desea, poder seguir haciendo lo que una desea. Hay una idea de poder que se va desplazando por una potencia. Hay un desplazamiento del poder y de la representación.
Elvira Liceaga: Aunque nos convoca un duelo colectivo, la marcha tiene eso del acompañamiento. Desplaza el poder. La marcha podría ser un funeral y es para mí una de las cosas más transformadoras, sanadoras, en las que he estado. Hackear el duelo colectivo por acompañarnos, para conocernos, la marcha como un encuentro sanador y transformador…. Luego leo que durante la marcha y el paro 21 mujeres fueron asesinadas en México y eso me hace pensar que la marcha es más importante para nosotras que para cambiar la realidad, yo no quería dejar ir a la marcha. Entonces ¿qué hay que hacer? Cuidarnos. La realidad nos vuelve a alcanzar.
Emanuela Borzacchiello: Pasamos del lema “Ni una más, ni una menos” por “Vivas nos queremos”. Pasamos de la protesta y reivindicación del Estado a un poder que se crea desde nosotras y a una construcción que pone al centro el cuidado de la vida. Esto pensado así es pensar un sistema de organización, es pensar no sólo el feminicidio, sino en todas nuestras vidas cercas, plurales.
Nadia Lartigue: Veo una agenda juvenil tremenda. A diferencia de otras manifestaciones, en esta manifestación feminista todas son de igual protagonismo. Sólo están las mamás de las jóvenes asesinadas y desaparecidas en un primer protagonismo y después estamos todas nosotras.
Una mujer del público: Marchamos en el contingente de las mujeres con discapacidad, salieron por primera vez porque decían que antes no se sentían representadas por el feminismo, incluso cambiaron sus consignas: la mujer disca va a triunfar. Éramos los contingentes de mamás con hijos con discapacidad (el mio tiene autismo), el contingente de las mujeres sordas y de las mujeres en sillas de ruedas.
Emanuela Borzacchiello: La novedad es que logramos cruzar las violencias. Un cuerpo nunca sufre una sola violencia, lo sabemos y ahora eso se vio en la marcha muy claro, estamos siempre en muchas luchas.
Érika Lozano: periodista y documentalista: La novedad es que nos convoca el duelo, pero también cómo miramos de frente esta violencia y horror que nos ha pasado para transitarlo, transformarlo y transformarnos a nosotras mismas y cuidarnos. Eso es muy nuevo. Recuperamos la dignidad que a diario intentan arrebatarnos. Recuperamos el sentido de la vida. No nos miramos desde el sufrimiento, sino cambiando esa lógica, transformándonos.
También estuvieron presentes las colectivas Invisibles somos visibles y Restauradoras con Glitter, que presentaron su trabajo y defendieron la lucha de las mujeres por el espacio público.
Nayade Soledad, Carmen Villagómez y Dulce Vázquez, de Invisibles somos visibles, señalaron que los performances son procesos que permiten visibilizar las violencias que viven las mujeres en la periferia; que si bien el performance es un acto efímero, convoca a todo tipo de mujeres. “Ya no somos las feministas de siempre, somos mujeres con identidades políticas de género, somos abuelas, indígenas, discapacitadas, somos mujeres de la periferia. Persistir en estos contextos es muy difícil, pero aquí seguimos”, dijeron luego de mostrar videos y fotografías con los performances que han realizado en distintas partes del Estado de México y la Ciudad de México para nombrar las violencias que las atraviesan y la vida que emana de ellas.
Por su lado, la colectiva Restauradoras con Gliter señaló que las pintas en los monumentos habla de una historicidad de ellos, “las mujeres nos los apropiamos, las pintas son gritos de dolor de la sociedad civil, debemos exigirle al Estado que permanezcan esas pintas hasta que nuestras peticiones sean cumplidas”.
Reportera. Autora del libro “Nadie les pidió perdón”; y coautora del libro La Tropa. Por qué mata un soldado”. Dirigió el documental “No sucumbió la eternidad”. Escribe sobre el impacto social de la violencia y los cuidados. Quería ser marinera.
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