6 noviembre, 2023
Las causas por las que México se ubica entre quienes más contaminan la atmósfera con luz que no sirve para nada, pero que sí hace mucho daño, son que de los diez millones de luminarias que hay en el país muchísimas están mal diseñadas, brillan demasiado o apuntan en la dirección equivocada
Por Eugenio Fernández Vázquez X: @eugeniofv
La luz artificial que los seres humanos echamos al entorno nos impide ver las estrellas, nos deja sin dormir y, por tanto, con daños a la salud, además de que lastima a la vida silvestre, ya de por sí maltratada por el cambio climático, los pesticidas, la caza ilegal y otro montón de amenazas. México, según investigaciones recientes, está entre los países que más contamina sus cielos y más desperdicia energía, además de que al hacerlo pierde más de cuatro mil millones de pesos. A pesar de todo esto, y aunque la ley obliga a las autoridades a emitir una norma oficial mexicana para imponer una mejor regulación en la materia, los responsables en la Secretaría de Energía y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales han preferido la ilegalidad a la acción que tanto urge.
Según el investigador Héctor Lozano Lamphar, de Centro Geo, las causas por las que México se ubica entre quienes más contaminan la atmósfera con luz que no sirve para nada, pero que sí hace mucho daño, son que de los diez millones de luminarias que hay en el país muchísimas están “mal diseñadas, brillan demasiado o apuntan en la dirección equivocada”. Esto es, que las farolas de nuestras calles iluminan nuestro camino, pero también el cielo; lo hacen con mucha más intensidad de la necesaria, y en muchas ocasiones están mal colocadas, de forma que al final no sirven de gran cosa.
Según Lozano Lamphar, además, de los 8 400 gigawatts que México emplea en iluminar sus exteriores casi tres mil gigawatts se desperdician en la forma de contaminación lumínica —una tercera parte de toda la energía invertida en la materia—. Multiplicando eso por el costo por gigawatt generado en México, el investigador llegó a la conclusión de que México tira a la basura —o, mejor dicho, a los cielos— cuatro mil 154 millones 220 mil pesos, que equivalen, por ejemplo, aproximadamente a todo el presupuesto anual de la Comisión Nacional Forestal, más el de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas y la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente.
Buscando corregir esta situación, académicos y activistas impulsaron hace varios años diversas reformas legales y tuvieron algunas victorias. Una de ellas, muy significativa, fue que se incluyera el tema en la Ley general del equilibrio ecológico y la protección al ambiente, además de un transitorio que obligaba a la Secretaría de Economía, en coordinación con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, a emitir una norma oficial mexicana con las estipulaciones técnicas para impedir que la infraestructura pública contribuya a este despropósito. La norma, sin embargo, debía de haberse publicado hace año y medio y sigue congelada. No sólo eso: no se la incluyó en el Programa Nacional de Infraestructura de la Calidad para 2023 —en él se presenta un listado de las normas que se pretende elaborar cada año— y no se la tiene contemplada en el de 2024.
Recuperar los cielos que nos quitan las luminarias mal colocadas, los edificios sobreiluminados y el parque vehicular nos cuesta carísimo lo mismo en dinero que en calidad de vida y en daños a la naturaleza. Urge que se tomen medidas al respecto, no solamente porque lo manda la ley, sino porque lo necesitamos todos.
Frenar esta espiral de luz desperdiciada está en manos de Semarnat y de Economía. Ojalá se hagan responsables.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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