Esta es la historia de Lucila, quien comenzó arbitrando partidos llaneros en los campos de Jalisco, y ahora pitará en los Juegos Olímpicos, todo, aunque padece de enfermedades en su corazón
Texto: Adriana Navarro Martínez / Zonadocs
Ilustración: Diana Vega
JALISCO. – Lucila Venegas Montes vive alejada de la vanidad, y su talento sale a borbotones. Ha arbitrado más de 600 partidos de fútbol. Empezó en canchas de tierra, y llegó hasta los Juegos Olímpicos de Río y Tokio.
Obtuvo la Medalla al Mérito Deportivo. Árbitra del año 2017 y 2018 CONCACAF. Mujer Jalisciense Destacada. Premio Nacional al Deporte 2021 y estrella en el Salón de la Fama, por mencionar algunas distinciones.
Nació en abril de 1981 en Guadalajara. Es Aries. Le gusta el cine, tocar guitarra, probar comida rara, estar con su hija, aprender francés y apoyar a otras atletas. A pesar de que nació con un soplo en el corazón, practicó desde niña atletismo, gimnasia, natación, ballet, disciplinas que no le gustaban, pero que los hacía a petición de su hermana.
“Cuando llegué al arbitraje, lo agradecí, porque el deporte me proporcionó habilidades físicas, coordinación, disciplina y el tesón de decir: sí puedo”.
En la preparatoria eligió jugar futbol. “Comencé en canchas de tierra como carrilera, me divertía mucho y terminaba empanizada”. Luego estudió Cultura Física y Deporte donde también era parte del equipo universitario, sin embargo, no iba a los partidos dominicales porque trabajaba vendiendo refacciones en un tianguis.
Una amiga la invitó a trabajar como árbitra para que cambiara de empleo y tuviera tiempo de jugar:
“Leí el libro de reglas, pero no sabía interpretarlas. Ni silbato tenía. Los primeros arbitrajes fueron de terror. Incluso, en una liga de maestros, marqué una falta, y un tipo me golpeó en la cara. Se armó la campal. Duré meses sin querer arbitrar. Finalmente, hay gente que te ayuda. En el amateur estuve de 1999 a 2003, mi aprendizaje fue en el llano”.
Luego de graduarse, dio clases de educación física y se inscribió a un curso de árbitros profesionales, fue la única mujer que terminó; y en ese momento comenzó su carrera profesional. Tiempo después, la invitaron a un campamento femenil en la Ciudad de México para hacer pruebas y lograr su acreditación en la FIFA.
“Salí del campo con mi gafete de FIFA y así estuve 2 años pagando derecho de piso, arbitrando en tercera división, además estudié inglés por si alguna vez me invitaban a otros países”. Y así fue: primero Costa Rica, luego China, Vancouver, Estados Unidos, Guatemala, Portugal, Qatar, Francia, Nicaragua, Brasil y Japón, lugares donde Lucila mostró su humildad, disciplina y capacidad.
“Lo más maravilloso fue ir a los Juegos Olímpicos porque cuando entré al arbitraje yo quería estar ahí, y he estado en dos: Río y Tokio”.
Lo difícil, es la constancia, entrenar día a día, levantarse temprano, estar a dieta, enfrentarse al machismo, y romper estereotipos. “A veces, a las mujeres se nos cataloga como una imagen, no por nuestro buen desempeño, y en el fútbol hay menos oportunidades, aunque ha ido cambiando poco a poco”.
Para Lucila, lo más importante en el arbitraje es el control y respeto de sí misma para tener control y respeto a los demás.
“A la gente no le gusta que le grites, la gente te recuerda como la haces sentir, por eso se necesita respeto, astucia y ser humilde para poder recuperarte de un error”.
Lucila que es instructora y asesora en Concacaf, se siente orgullosa de haber logrado sus sueños, de pisar canchas emblemáticas, de mantenerse en sus convicciones, de representar a México, y ser inspiración para algunas personas. “No importa de donde vengas, ni cuál es tu condición física, social o económica sólo se necesita estar preparada para los retos”.
Esta nota fue publicada originalmente en ZONA DOCS, que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes ver la publicación original.
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