#DebateTrenMaya, ¿Ecologismo o mito del buen salvaje?

6 marzo, 2021

Ni transformación emancipadora ni transformación depredadora. Un tren no es por sí mismo un proyecto revolucionario de ningún tipo, aunque en todos los países del mundo se asocia con una opción ecológica al reducir de manera drástica la emisión de gases a la atmósfera

Por Katu Arkonada* / @katuarconada

Acepté iniciar un intercambio y debate sobre el Tren Maya en Pie de Página con la idea de romper con un diálogo de sordos donde al discurso oficialista solo se le contraponen críticas de personas progres que nunca han pisado el territorio y los ejidos por donde va a pasar el Tren Maya.

De un lado, Noé Mendoza, un académico de la Ciudad de México que estudia su doctorado en ciencias ambientales y de desarrollo en Noruego, pero que vive hace ocho años en Calakmul. Del otro, un vasco nacionalizado boliviano que ha participado de varios procesos de consulta a comunidades indígenas en Bolivia y Ecuador, y que acaba de rodar un documental en Calakmul. Ciertamente no somos las voces legitimadas de las comunidades indígenas y campesinas del sureste, pero vamos a intentar generar a lo largo de varios intercambios epistolares, un diálogo honesto sobre el Tren Maya y sus implicaciones políticas, económicas, sociales y culturales en los territorios por los que pasa.

Este texto intenta por tanto dialogar, también polemizar, con el texto publicado el 27 de febrero en Pie de Página: ¿Transformación emancipadora o depredadora?

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Comienzo negando la mayor: ni transformación emancipadora ni transformación depredadora. Un tren no es por sí mismo un proyecto revolucionario de ningún tipo, aunque en todos los países del mundo se asocia con una opción ecológica al reducir de manera drástica la emisión de gases a la atmósfera, facilitando un transporte mucho más limpio y seguro con su entorno, desde luego mucho más que una carretera llena de tráileres como son las carreteras del sureste. Pero tampoco un tren es una opción depredadora y mucho menos extractivista como se describe desde algunos círculos de la Ciudad de México.

Al inicio del texto, Noé plantea su conclusión final: El Tren Maya es un proyecto que va a acelerar y profundizar los procesos de deterioro ambiental y social propios de la crisis civilizatoria por la que atraviesa la humanidad en el siglo XXI. Y a continuación pasa a sustentar su tesis en cuatro elementos, origen, legitimidad, objetivos e impactos, para terminar con las alternativas.

Pasemos a analizar uno por uno los elementos que sustentan la tesis de Noé Mendoza.

Origen

Al hacer un recorrido por un proyecto que ha pasado por diferentes épocas y concepciones, desde Porfirio Díaz a Peña Nieto, lo único que se sustenta en el texto es que por primera vez un Presidente cumple lo que prometió en su programa electoral y proyecto de nación. Ante un sureste abandonado por el Estado, con una tasa de pobreza y extrema pobreza superior al 60 por ciento, con comunidades que viven (y no por deseo propio es necesario subrayar antes de que repliquemos el Buen Salvaje de Rousseau) en el siglo IXX, en cabañas de madera sin baño, comunidades enteras sin alcantarillado o señal de celular, siendo despojadas social y económicamente por coyotes que vienen de las ciudades a comprar a precios irrisorios sus productos, por primera vez llega un Presidente a escucharles y darles una oportunidad de desarrollo económico, de vertebrar territorialmente un territorio en manos de una mafia de transporte privado, donde la única esperanza de un futuro mejor es migrar a Cancún a trabajar sin derechos laborales o a Estados Unidos como espaldas mojadas.

Legitimidad

En el texto de Noé se reconoce que la mayoría de la gente en la Península de Yucatán está a favor del tren; pero critica como se ha construido el consenso, sobre todo a partir del proceso de consulta en las comunidades.

Sin embargo, el convenio 169 de la OIT sobre pueblos indígenas establece que el proceso de consulta debe ser previo, libre e informado, y no se ha vulnerado ninguno de los 3 principios (tampoco el de culturalmente apropiado). La consulta fue previa, antes de comenzar la obra física; fue libre, sin chantajes ni personas acarreadas; y quizás el único punto posible de discusión sería si se podía haber facilitado mayor información sobre el proyecto. Observación en cualquier caso subsanable en la medida en que el proceso de consulta no es estático, sino dinámico, y se siguen realizando asambleas de seguimiento a los acuerdos de la consulta entre e Estado y las comunidades. Consulta además que está sustentada en las actas de las asambleas de todos los ejidos por donde pasa el trazado del Tren Maya aprobando el proyecto (lo cual es una forma de democracia participativa y comunitaria que amplía el propio esquema de la consulta).

Si miramos más allá de unos ejidos que viven en condiciones de pobreza y despojo social extremos, en una ciudad anti lopezobradorista como es Mérida, el conocimiento del proyecto es del 93 por ciento, el apoyo a la construcción de una estación es del 80 por ciento y la opinión positiva sobre el proyecto en general es del 78 por ciento frente a un 11 por cienot que tienen una opinión negativa del proyecto. Todo ello según la última encuesta de Buendía. Por mi experiencia en el terreno, la aprobación en Calakmul es ampliamente superior al 78 por ciento de Mérida, y el rechazo significativamente menor al 11 por ciento.

Objetivos

Probablemente la principal crítica al proyecto de desarrollo del Tren Maya se resume en lo que plantea Noé Mendoza en su texto y se sintetiza en una crítica al modelo Cancún que ha impulsado Fonatur desde hace décadas.

Tienen toda la razón quienes hacen estas críticas. Nadie quiere repetir el modelo Cancún, una ciudad escaparate para el turismo, pero con unos índices de suicidio altísimos y una clase trabajadora que llegó a trabajar masivamente a la ciudad creada hace 50 años de forma artificial, y que 30 años después van a comenzar a jubilarse sin tener garantizada una pensión fruto de su esfuerzo y trabajo.

Tampoco sería aconsejable que el modelo de financiamiento sea el de las FIBRAS, introduciendo capitales en el mercado financiero-especulativo.

Un candado importante para evitar todo eso es el de la propiedad de la tierra, que el proyecto, construido sobre derecho de vía y terrenos federales en un 95 por ciento, garantiza no será privatizado. Lo mismo sucede con las tierras ejidales, aunque queda claro que será necesaria la entrada de inversión privada en los polos de desarrollo junto a las comunidades. Eso, o una reforma fiscal que permita al Estado músculo económico para además de construir físicamente el tren, y sembrar el territorio de programas sociales, poder acometer 

Impactos

En esta parte del texto se subraya que el que existan Derechos de Vía no implica que se estén cumpliendo las normas ambientales. Mi pregunta sería donde estaban los opositores al Tren Maya cuando en Quintana Roo se depredaba el ambiente mediante la especulación y la construcción de carreteras al mismo tiempo que se privatizaban y loteaban de manera masiva ejidos como el de Bacalar. 

Estamos de acuerdo en que no queremos ni repetir el modelo Cancún, ni que se generen más impactos ambientales no controlados ni mitigados. Por eso mismo habrá que elevar la regulación y el control sobre un tren que va a permitir no solo vertebrar territorialmente el sureste y sus comunidades, sino salir del despojo social y económico al que son sometidas en la actualidad.

Mientras tanto, me quedo con la reducción del 50 por ciento de emisiones a la atmósfera que implica cualquier tren respecto de los automóviles, más aún si es un tren eléctrico o mixto.

Las alternativas

Finalmente, el texto de Noé Mendoza cierra así:  El problema es que la dimensión ecológica ya es impostergable y tenemos la obligación de pensar en nuevas formas de promover una vida digna sin disponer de la naturaleza. Un cambio de rumbo verdadero implicaría apostar a la innovación tecnológica y social desde abajo, con metas de crecimiento graduales y un diálogo franco entre la conciencia popular, la ciencia y la política pública.

Y esto me permite hacer una crítica fraternal a su texto y en general a todo el discurso académico progre. Sus diagnósticos suelen ser acertados en muchos casos, como cuando se critica el modelo económico y de desarrollo extractivista. El problema es su gran incapacidad para generar propuestas y alternativas reales. Como si la división internacional del trabajo no existiera. Como si 500 años de dominación colonial sobre los pueblos del sur no hubieran dejado a nuestras sociedades con una desigualdad obscena. Como si 35 años de neoliberalismo no hubieran arrasado con el rol que le corresponde al estado de velar por el bienestar de sus ciudadanos.

Es urgente que entre la izquierda, obradorista y no obradorista, demos de manera urgente un debate honesto sobre qué modelo de desarrollo queremos, lejos de cualquier mirada conservacionista como la que quiere imponer el norte queriendo que el sur se convierta en su guardabosques, peor aún sin responsabilidades diferencias y sin transferencia de tecnología.

Hago mías las palabras de Pepe Zúñiga, director de la reserva ecológica y natural de Calakmul, al plantear el concepto de “selva humanizada”, o el recogido en la Ley de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para Vivir Bien de Bolivia. La naturaleza y la Madre Tierra son la fauna y la flora, por supuesto, pero también las comunidades, con necesidades productivas, que en ella habitan.

Y sobre todo, más allá de dar nuestra opinión, demos la palabra a las comunidades que habitan en el sureste, las comunidades afectadas por el trazado. Solo ellas tienen la palabra y sobre todo, la decisión, sobre el proyecto estatal de desarrollo llamado Tren Maya.

*Oriundo del país Vasco y de nacionalidad boliviana, reside en la Ciudad de México. Su último cargo en Bolivia fue Jefe de Gabinete y Asesor de Despacho de la Ministra de Comunicación. Tiene estudios en Ciencias Políticas y Económicas, y varios posgrados, en Políticas Públicas; Geopolítica y Defensa Latinoamericana con el Doctor Atilio Borón; y en Comunicación Política e Institucional por la Universidad Católica de la Argentina (UCA). Es columnista del periódico mexicano La Jornada y forma parte de la secretaria ejecutiva de la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad.

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