De Milán a Teherán, un viaje por la ‘nueva normalidad’

13 febrero, 2021

Sola en medio de una calle donde nunca antes he estado, pero que bien podría ser Eje Central o la Belisario Domínguez, espero. Veo una de las tantas camionetas viejas que pasan y de repente escucho una grabación desde un megáfono que parece buscar “colchones, refrigeradores y fierro viejo que vendan”. Pero este es Teherán, el corazón de Irán

@cynthiaitalia

Kadil da vuelta por la vía Pasdarán. Acelera para que no le toque el alto y logra atravesar el cruce que nos llevará por las vías rápidas de la ciudad hasta el centro. La estructura de las calles, los ruidos, el tremendo tráfico, y a la vista un circuito interior y los segundos pisos en un periférico iraní, me confunden y me hacen sentir más cerca de México, aunque en realidad ya esté a más de trece mil kilómetros de distancia de mi patria.

Del norte de la ciudad hasta el centro hacemos unos 30 minutos. Encontrar estacionamiento en donde se aglutinan los comercios es, como en casi todo el mundo, una misión imposible. Kadil, que por fortuna habla inglés, me dice que me baje y lo espere mientras busca un lugar para el carro. 

Ahí, ya sola en medio de una calle donde nunca antes he estado, pero que bien podría ser Eje Central o la Belisario Domínguez, lo espero. Veo una de las tantas camionetas viejas que pasan y de repente escucho una grabación desde un megáfono que parece buscar “colchones, refrigeradores y fierro viejo que vendan”. Se me figura el mismo tono pero en un idioma completamente incomprensible para mí. 

Aún no es medio día y los gritos que salen de las avenidas junto a los cientos de personas arremolinándose a los puestos de comida callejera o queriendo ganar la carrera a los miles de carros y autobuses que circulan en un día cualquiera sin respetar señales ni límites de velocidad, vuelven a jugar con mis sentidos que siguen cansados después de un viaje que nos separó apenas hace unos días por de la ciudad en la que pasamos nuestros últimos diez años de vida.

Para llegar a Teherán fuimos despojándonos de emociones en los cuatro mil cuatrocientos kilómetros que ahora nos separan de Milán.

Los puestos de jugos de naranja y licuados por allí y por aquí, los gritos de los vendedores ambulantes con sus sábanas o tablas viejas ofreciendo un sin fin de productos que en farsi deben decir “¿qué buscas amigo?”, tampoco ayudan.

Apenas llega Kadil y me hace caminar por una calle donde sólo venden instrumentos musicales. Me imagino en la calle de Bolívar. 

Lo que me hace dudar de repente son los botes gigantes donde hierven montones de betabeles y hago un repaso en mi memoria para buscar en algún sitio si los betabeles cocidos se venden en el ‘fast food’ chilango. Veo a las mujeres cubiertas y ya no hay duda: estoy en Teherán, no en Ciudad de México…

Confinamiento, pandemia y migración

Desde que empezó la pandemia, la diferencia de cómo enfrentaron los gobiernos de los países donde vivía y donde nací, me parecían enormes. En Italia se ordenó uno de los más duros confinamientos de Occidente. Nadie podía salir de su casa a menos de que fuera estrictamente por razones de emergencia: buscar comida o medicinas o ir al hospital eran las causas permitidas, de lo contrario se arriesgaban multas, castigos y hasta cárcel en caso de que un contagiado saliera y pusiera en riesgo a la comunidad.

En México, sólo una parte de la población lo hizo o aún se queda en casa, porque podía o puede; pero porque en realidad, salir o no, siempre ha sido opcional, aunque se supiera o sospechara de contagio.

Hoy (14 de febrero) hace exactamente dos semanas llegué a Irán.  Aunque el verdadero viaje comenzó algunas semanas atrás cuando nos enteramos que cambiaríamos de ciudad, de país y de continente. Desde ese momento empecé a buscar lecturas, opiniones, algo que nos indicara algún camino.

A México no vuelvo desde diciembre de 2019, cuando el coronavirus ni siquiera era noticia. Después, por obvias razones, ya no pude regresar, pues además de que viajar en estos momentos es cada vez más difícil y estresante (lo pude comprobar hace 15 días con pruebas anticovid obligatorias, certificados médicos, sellos del consulado o de la embajada, según lo pida la aerolínea en la que se viaja, además de pasaportes vigentes y visas correspondientes), tampoco quise poner en juego lo que en Italia las madres de familia logramos a base de protestas y manifestaciones de todo tipo: poder regresar a las escuelas. Algo que en México aún no tiene fecha.

Por eso cuando en mi familia me inisistían sobre hacer una ‘pausa mexicana’ antes de viajar a Irán, no quise arriesgar las clases en presencia de mis hijos. Lo mismo para cambiar de país: mi única condición siempre fue que en donde estuviéramos, las escuelas tenían que ser en presencia.

Por fortuna, aquí en Teherán, algunas escuelas (sobre todo preescolares y primarias) desde enero comenzaron a abrir. Para regresar, todos, maestros y alumnos, tuvieron que realizarse las pruebas respectivas para comprobar que no estaban contagiados de covid.  

La medición de la temperatura al entrar, sumada con un baño de desinfectante que se da cada estudiante apenas pasa un arco donde se activan chorros de alcohol , ha garantizado hasta ahora que las escuelas que ya han abierto puedan seguir adelante. Una inversión no menor para cada centro escolar, pero que es eso: una inversión para que los niños vuelvan a estudiar en presencia.

Sin embargo, en estos momentos, la autoridad no obliga a nadie a mandar a los hijos a las escuelas.

Neda, maestra de una primaria, me cuenta que hace unos meses también en Teherán vivieron un confinamiento. Los contagios y el índice de letalidad (la relación entre porcentaje de decesos y los casos de covid observados) hicieron que Irán llegara a ocupar el segundo lugar. En primer lugar se había colocado a México y en tercero, Italia.  En los índices de mortalidad (muertes por covid-19 cada 100 mil habitantes) México estaba en el lugar 6 e Italia enseguida en el lugar 7. Irán en el lugar 12.

Ella, como otras personas de la ciudad, dicen que de repente lo que extrañan de esos días de confinamiento es el silencio que hubo en Teherán, la ciudad de 12 millones de habitantes que hoy han vuelto a hervir por todos lados. Si no fuera por los cubrebocas que se ven sobre los rostros de todos sus habitantes y el gel desinfectante que cada uno lleva y lo usa con tanta frecuencia, no parecería que el virus aún está presente.

Al momento de escribir esto es jueves. El movimiento de la gente y el gran tráfico por las calles recuerda el viernes de cualquier lugar en occidente. Sin embargo aquí, el viernes es el primer día libre de la semana que en realidad comienza el domingo. El viernes es considerados por el Islam como el día más virtuoso e importante de la semana y es también cuando se realiza la oración más importante del Corán, por eso aquí el viernes es descanso obligatorio.

Aquí, casi como por arte de magia (pero porque mi internet es aún limitado y no conozco la lengua), he dejado de escuchar todo el tiempo las noticias que durante todo un año casi me llevaron a la depresión. 

Los últimos meses ni siquiera quería entrar a Facebook porque siempre que lo hacía me enteraba de la muerte de un amigo o de alguien muy querido para mi también muy querido en México. 

Los largos meses que conté la tragedia del Covid en Italia me tenían exhausta. Después, intentar seguir las noticias en México se convirtió en algo más profundo con lo que ya no quise lidiar, pues me di cuenta que las palabras comenzaron a sobrar. 

Tuve realmente miedo, pues hacía meses que había superado yo misma un contagio que por fortuna, tuve bajo control, pero pensar en la familia, en los amigos en un país y una ciudad donde siempre todo mundo hace lo que quiere, me causaba y me causa mucha más angustia.

Al momento de dejar Italia, el número de contagios en total superaban los 2 millones 600 mil casos y el número de muertos había llegado a los 92 mil, con un promedio diario entre los 350 y 400 casos.

En más de un año de emergencia sanitaria, Irán ha alcanzado casi millón y medio de habitantes con Covid y 58 mil 686 muertos, con 7 mil 585 contagiados por día y aún 61 muertos, según las cifras del pasado jueves 11 de febrero.

Italia, como toda Europa están sufriendo por las diversas variantes del virus y zonas que antes no habían sido afectadas, hoy son consideradas zonas rojas.

La buena noticia es que apenas el jueves 11 de febrero la aplicación de las vacunas para los maestros allá ya comenzaron. Al menos eso no se ha detenido por la crisis y el cambio de gobierno que vive Italia.

Ese mismo día, Irán comenzó apenas su campaña de vacunación contra el covid. Las autoridades gubernamentales han denunciado desde hace ya tiempo que el retraso se debe también a las sanciones norteamericanas que se impusieron desde el gobierno de Donald Trump y que aún con el cambio de gobierno no se han levantado.

Las primeras dosis se suministraron en un hospital de Teherán, donde también la televisión de Estado transmitió el evento.

Dos millones de la vacuna rusa Sputnik V y otros 4,2 millones de Astra Zeneca son las que se esperan se suministren en las próximas semanas.

***

Hace un año, se reunía por primera vez el Comité Técnico Científico para echar a andar el plan de emergencia sanitaria contra el Covid-19 que ya había desembarcado en Italia.

La cancelación de los principales eventos en un país donde el turismo significa de las más importantes entradas a la economía comenzaba a dar el pulso de lo que vendría.

Durante los primeros siete días, desde aquel 8 de febrero del 2020, la cantidad de muertos no alarmaba a nadie. No en un país donde la cifra de feminicidios, por ejemplo, en un día puede alcanzar hasta tres o cuatro casos. El coronavirus, en cambio, había cobrado uno por día. 

Para el 15 de febrero los periódicos ya llevaban la cuenta: “Siete días, siete muertos”. 

Nada para alarmar suficiente a la población que se preparaba para la celebración de la cuaresma y con ello del inicio de los carnavales en todo el país y demás eventos programados antes de la primavera.

Lo increíble llegó y el primer gran evento en cancelarse fue el tradicional Carnaval de Venecia, que  se celebra desde finales del Siglo XII y que, a lo largo de toda su historia sólo se había interrumpido por motivos políticos. 

Le siguieron la Semana de la Moda y la Feria del Mueble, ambos eventos importantísimos en Milán,  que cada año atraen a millones de turistas y empresarios. Después, todo tipo de eventos, ferias, congresos que, de un día para otro, se cancelaron.

El 21 de febrero en el norte de Italia se cerraron todas las escuelas y quienes tenemos hijos comenzamos un viaje de incertezas e incertidumbres por algo aún desconocido.

Los supermercados vacíos, los hospitales que poco a poco comenzaron a llenarse de gente enferma por el covid-19 y el lenguaje de la guerra fue un golpe al optimismo que apenas estaba despertando del largo invierno europeo.

Quienes esparábamos con ansia la primavera, nunca imaginamos que la estación del renacimiento la pasaríamos encerrados cantando los primeros días desde la ventana, pensando, como dibujaban los niños, que pronto todo estaría bien.

La historia ya la conocemos pero parece increíble que hoy a trece mil kilómetros de distancia de México y cuatro mil quinientos de Milán, haya lugares donde, al menos por un momento, pueda olvidarme de la pandemia.

Cynthia Rodríguez

Periodista mexicana radicada en Italia, donde ha sido corresponsal para varios medios. Autora del libro Contacto en Italia. El pacto entre Los Zetas y la 'Ndrangheta, sobre los lazos entre uno de los grupos criminales más antiguos del mundo y uno de los cárteles emergentes más temidos de toda la historia en México. Tiene una maestría en Migración por la Universidad de la Sapienza y otra sobre Combate a la criminalidad organizada y la Corrupción por la Universidad de Pisa.