Ante la inminente crisis global del sistema de salud, se hace cada vez más evidente que somos las mujeres quienes estamos asumiendo gran parte de los cuidados. Volveremos al espacio privado como un refugio, un sitio donde podemos resguardarnos mientras afuera sucede lo inesperado. O así debería ser
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Incertidumbre. El diccionario la define así: Falta de seguridad, de confianza o de certeza sobre algo, especialmente cuando crea inquietud.
Como el panorama es complejo, volver a lo básico siempre es esclarecedor: lo único certero es la incertidumbre. Aunque, paradójicamente, lo único cierto es que el mundo, como solía ser, cambiará. Estamos en un punto de no retorno.
La desigualdad se incrementa ante este escenario y nos plantea varias interrogantes:
¿Todas las comunidades tenemos capacidad económica, social, tecnológica, infraestructura y posibilidades de guardar cuarentena?
¿Qué implica lavarnos las manos varias veces al día?
¿Qué pasará con las personas que no puedan parar, o aquellas a las que hacerlo les signifique quedarse sin ingreso?
¿Por qué se dice que el desafío es mayor para los países pobres y en especial para las mujeres?
Acá algunos datos de contexto para ilustrar la narrativa de la desigualdad: somos 7 mil 700 millones de personas en todo el planeta, y cerca de la mitad, no tiene agua para lavarse las manos. Esto representa el 40 por ciento de la población mundial.
En muchas partes del mundo -incluido México- no hay acceso a instalaciones básicas para lavarse las manos. Hay en el planeta 3,000 mil millones de personas sin agua para lavarse las manos.
Un informe publicado por UNICEF revela que el 47 por ciento de las escuelas en el mundo no cuentan con instalaciones para lavarse las manos con agua y jabón. Lo cual afecta a 900 millones de niñas y niños en edad escolar.
Otro de los efectos de esta pandemia es el enorme desafío que representa para las mujeres cuidar a niñas, niños, adultos mayores, personas con discapacidad, mascotas y un largo etcétera.
El incremento de la violencia al interior de los hogares, precariedad y los efectos en la salud emocional son algunos de los temas urgentes.
Mujeres de todo el mundo reclamamos una política pública con perspectiva de género para hacer frente a esta crisis global.
¡Si la dispersión es comunitaria, que los cuidados también lo sean!
Ante la inminente crisis global del sistema de salud, se hace cada vez más evidente que somos las mujeres quienes estamos asumiendo gran parte de los cuidados.
Ya lo dijo ONU Mujeres, pero también lo decimos nosotras. Somos quienes diariamente tenemos que pensar en cómo solventar el trabajo de oficina o vender algún producto o servicio y al mismo tiempo, arreglárnosla para llenar el refri en los días y semanas venideros, cuidar de los abuelos, e ingeniárnosla para resolver la escasez de agua en nuestro barrio.
Ante contextos de encierro y crisis, suele agudizarse la rispidez en las interacciones sociales, familiares y de pareja…
¿Qué medidas están tomando los gobiernos del mundo ante los millones de mujeres que ahora mismo se hacen cargo de sus familias?
¿Y nuestras emociones? ¿Qué pasará con los efectos del asilamiento social?
Es un momento difícil para todos, pero aún más complicado para quienes por alguna circunstancia ya viven condiciones de vulnerabilidad.
Personas migrantes…
Personas en situación de calle…
Mujeres trabajadoras jefas de familia…
Adultas y adultos mayores…
Y seres humanos que, día a día libran batallas contra el cáncer, enfermedades crónico degenerativas o depresión…
Y qué decir del personal médico que día a día salva vidas en medio de esta crisis global.
Urge hablar de la relevancia de los cuidados como una labor que aún no es reconocida en toda su dimensión, una actividad que sostiene, reconforta, cuida y procura el bienestar.
Volveremos al espacio privado como un refugio, un lugar seguro, un sitio donde podemos resguardarnos mientras afuera sucede lo inesperado. O así debería ser.
Este microcosmos se transforma en el lugar más relevante en estas semanas por venir.
Y nuevamente, las fronteras entre lo público y lo privado se trastocan, se diluyen.
Serán momentos en los que comer, dormir, lavarnos, cuidar unos de otros, se conviertan en el acto más relevante y, también, pondrá nuevamente sobre la mesa la importancia de compartir la responsabilidad de proteger, alimentar, reconfortar, esperar… abrazar.
¡¿Quién se atrevería a decir que esto no es profundamente político?!
Justo cuando la estrategia global consiste en regresar a casa para protegernos, es tiempo de dimensionar la importancia económica, política, social y cultural de los cuidados.
Esto también nos invitará a reconectarnos con el desafío de los lazos comunitarios y sociales. Es nuestra oportunidad de renovar las reglas de convivencia, de solidaridad y de apoyo.
En este mundo interconectado, expertos han señalado la importancia de cuidar y cuidarnos en el contexto del COVID-19.
Y para que la melancolía no invada nuestros corazones en esta larga travesía que nos depara el virus y sus efectos macroeconómicos, van algunas recomendaciones para nuestra vida cotidiana:
Cómo proteger nuestra salud mental en tiempos de coronavirus
Cómo hablar con tu hija/o sobre COVID19
Frena la curva: Guía de iniciativas ciudadanas frente al coronavirus, innovación social y resiliencia cívica en tiempos de pandemia.
Consejos Psicológicos para Jornada Nacional de Sana Distancia:
Saldremos de esta: Guía de salud mental para personas en entorno de crisis:
Guionista, reportera, radialista. Cubre temas culturales, sexualidad, salud, género y memoria histórica. En sus ratos libres explora el mundo gastronómico y literario. Cofundadora de Periodistas de a Pie.
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