6 mayo, 2022
Un pequeño muro en la Candelaria fue el lienzo en donde artistas chicanas plasmaron su obra para tender puentes entre dos culturas que, aunque separadas por kilómetros, las une la misma raíz: un país que existe más allá de sus fronteras
Texto: Alejandro Ruiz
Fotos: Isabel Briseño
CIUDAD DE MÉXICO.- Yvette Roman conversa un par de minutos con los vecinos del barrio de la Candelaria, en Coyoacán. Su semblante luce calmado, aunque un par de sonrisas se dejan entrever en su rostro.
Ella vive en San Diego, California; en el barrio de Logan Heights, un lugar que aglutinó desde la década de los años setenta, a trabajadores mexicanos y chicanos; en ese entonces sus habitantes sufrieron discriminación, marginación y violencia, Sin embargo, el barrio (o varrio, como muchos lo escriben en EU) también se ha convertido en epicentro de la cultura chicana en todos los Estados Unidos. Hoy, Yvette está en México, el país donde nacieron sus padres. Ella vino a pintar un mural.
“Venimos a la Candelaria por medio de una invitación, para hablar de nuestra experiencia migrante en Estados Unidos, nuestra experiencia chicana”, dice, mientras canciones del grupo Malo suenan al fondo.
La forma en que inicia el diálogo es a través del arte. Concretamente con un mural.
Yvette se reconoce como chicana; es decir, hija de inmigrantes latinos que, pese a no haber nacido en la tierra de sus padres, ha crecido con el idioma, cultura y tradiciones de ellos.
Los padres de Yvette nacieron en México, en Sinaloa y Zacatecas. Migraron en su juventud hacia Tijuana, con la esperanza de cruzar hacia los Estados Unidos. Lo lograron, y vivieron un tiempo en Los Ángeles, California. Ahí nació Yvette.
Tras la muerte de su padre, Yvette y su mamá migraron a San Diego, California. Ahí, llegaron a vivir a Logan Heights; conocido como el barrio Logan, un lugar donde cientos de migrantes y chicanos han vivido por décadas.
Así, e influenciada por el legado de su padre, Yvette decide estudiar artes; primero fotografía y luego una especialidad en pintura.
Desde niña, narra Yvette, ella estuvo vinculada al arte. De niña, cuenta con una sonrisa, hacía dibujos y los vendía en una mesita con dulces a sus compañeros de la escuela.
“Como artista una pinta lo que vive, una pinta su historia; y una pinta las memorias y todo lo que nos enseñaron los abuelos. Mi arte está basado en eso, en todas las experiencias que nos cuentan mi mamá, mis tías, cuando están cocinando”.
Yvette
Para ella, su trabajo está enfocado en conservar y difundir su cultura a las nuevas generaciones; para que no se pierda, para sentir orgullo; orgullo chicano.
Para ella, ser chicana es una búsqueda por reencontrarse con su cultura, “es entender cosas que son nuevas, que no son familiares, que nos son diferentes. Es tratar de buscar la forma de crear esa cultura en un país distinto; ser chicano es una experiencia de unidad, una experiencia de familia, una experiencia de apoyo entre quienes vivimos en un país diferente”.
Para ella, la migración conlleva, a su vez, olvido. Muchas personas que habitan en los Estados Unidos, afirma, son migrantes; “solo que muchas veces pasan muchas generaciones y se olvidan de dónde son. Un americano pudo haber venido de Inglaterra, pero ya han pasado tantos años que pudo haber olvidado eso”.
Aunado a esto, la realidad que viven los migrantes y sus hijos en los Estados Unidos es otro punto expresado en sus trazos.
“Vivir en la frontera, vivir como migrante, sobre todo cuando eres primera generación, es muy difícil, porque ser primera generación significa que tus papás no tienen papeles y los pueden deportar. Eso es un riesgo, un estrés; yo conozco muchas familias que les pasó eso (…) las leyes de migración son creadas por gente racista”.
Esta realidad, sumada a su ser mujer y la forma en que creció, hacen que en la obra de Yvette los personajes femeninos, en búsqueda de algo, expresen emociones y situaciones que, además de relacionarse con su cultura, se centran en el cuerpo.
Detrás de Yvette está una pintura de la diosa Mayahuel. A sus pies rostros de personas parecen desencajados, tristes. “En realidad son pensativos, pero siempre queremos ver a personas sonriendo, es raro”, explica.
Ella no duda en decirlo, “yo soy feminista, cien por ciento”. Su historia de vida, y la de su madre, la llevaron a reconocerse así.
“Que mi papá haya fallecido creo que creó un sistema en nuestra casa donde la mujer saca todo adelante y no hay razón para no poder salir adelante. Eso es algo que yo vi antes de decirme feminista; lo vi con mis tías que han salido adelante; con mis primas, que las adoro, y que ellos, como viven en Tijuana, no tienen las mismas oportunidades que nossotrros y han salido adelante. Esta es mi historia”, explica.
Como Yvette, decenas de artistas chicanos comparten un sinfín de historias de lucha, adaptación y miedos. En Logan Heights, donde ella vive, decenas de artistas han formado una comunidad cultural basada en la solidaridad, el respeto y el apoyo comunitario.
Algunos se agrupan en un colectivo llamado The new chicanos; quienes comparten un mismo territorio: El chicano Park en Barrio Logan.
“In the year 1970. In the city of San Diego;
under the Coronado bridge lied a piece of land.
A little piece of land that the chicano community of Logan Heights wanted to make into a park.
A park where all the chavalitos could come and play in;
so they wouldn’t have to play in the street and get run over by a car”
Fragmento de la canción Chicano Park de Los Alacranes
Junto a Ivette está Xóchitl Flores, mejor conocida como Visión tolteca. Ella también es pintora; se dedica al muralismo, ambas son parte de The new chicanos.
Ambas artistas, junto a Vanessa López, Betty Bangs, Cindy Rocha y Sad Girl, vinieron a la Ciudad de México con un propósito: expandir la cultura chicana.
En uno de los muros de La Candelaria, sus manos crearon un mural: Un guerrero mexica con un águila en la cabeza, formando un corazón; rodeado de flores, colores y semillas.
Cada elemento de esta obra colectiva tiene su significado. Xóchitl explica que el diseño del mural “viene de una colaboración entre los que son de aquí, y son de allá (…) la mayoría de quienes venimos de Estados Unidos venimos de Chicano Park”.
A un lado de un ramillete, que simboliza la elaboración de alfombras en el barrio de La Candelaria cuando son sus fiestas, unas baldosas de colores parecen contrastar con los elementos propios de la cultura mexicana.
“Estos colores significan de Chicano Park”, puntualiza Xóchiitl
Chicano Park es un espacio autogestionado por la comunidad chicana de Logan Heights. Fue tomado en la década de los 70 ‘s, cuando el gobierno de San Diego comenzaba a implementar una serie de medidas que afectaban a la población, quienes de tiempo atrás demandaban por un parque público.
“Este barrio, año tras año había pedido por un parque, pero por cuestiones del gobierno, estaban desplazando a la gente de la comunidad. Decidieron tirar casas para tirar basura ahí, luego hicieron un puente para uno de los condados más ricos de San Diego. Nomás nos maltratan para beneficiar a gente acomodada”, narra Xóchitl.
El racismo, sumado a la segregación institucionalizada que vivían, hizo que la comunidad chicana se organizara para construir su propio parque; el cual, hasta la fecha, sigue siendo gestionado por ellos mismos.
“Si no nos dan un parque nosotros lo vamos a hacer. Y así se juntaron niños, abuelitas (…) la policía los quería echar, pero la gente se organizó y dijo que de ahí no nos vamos a ir”, precisa.
En ese parque las y los jóvenes han conformado una comunidad cultural para reivindicar la cultura chicana. De ahí vienen las artistas que hoy caminan La Candelaria. Por eso, el mural, su mural, no podía apartarse de esta historia.
Ahora, Chicano Park es un distrito histórico, un parque nacional reconocido por el gobierno, y el museo al aire libre más grande de los Estados Unidos; sin embargo, denuncia Xóchitl, “no dan dinero”.
Ahí ondea la bandera del nuevo chicano, la cual comparte los colores de la bandera mexicana.
En Logan Heights habitan en su mayoría personas mexicano-americanas; pero también hay migrantes provenientes de otros lugares de Latinoamérica. Un ejemplo es Xóchiitl, quien es hija de un migrante salvadoreño y una mujer de Zacatecas.
Pese a esto, es la primera vez que Xóchitl, y muchas de sus compañeras, vienen a la Ciudad de México. Se conocieron pintando en Chicano Park. Ahí, junto a otros artistas, llenaron los muros de rostros y luchas de mujeres, indígenas, migrantes, que, como ellas, resisten a ser olvidadas o discriminadas.
“Nosotros estamos trayendo un pedacito de Chicano Park aquí. Nosotros de corazón estamos dando una parte de nosotros”, dice.
¿Cómo llegan los trazos de Logan Heights al barrio de La Candelaria? ¿Por qué ahí? La respuesta: el colectivo chicanismo sin fronteras.
Alfonso y Alejandro son dos promotores que integran este colectivo, que surge ante la necesidad de reflexionar sobre la cultura chicana y sus diversas manifestaciones en la ciudad; esto, para concientizar a la población capitalina sobre la migración.
Es así, que sus conexiones con el movimiento chicano de los estados unidos posibilitan un intercambio que, a base de entrevistas, documentales, charlas y exposiciones artísticas, han permitido romper la idea de frontera que, en la capital del país, parece tan lejana.
En el barrio de la Candelaria, explicó Alejandro Luna, las puertas se les abrieron debido a que varios de sus habitantes tienen familiares en los Estados Unidos.
Asimismo, el espacio cultural Jamadi permitió que el mural se realizara en sus paredes. Jamadi es un espacio donde también se vende mezcal elaborado por productores de Oaxaca, Guerrero y Michoacán; de igual forma se impulsan proyectos culturales independientes.
“Es un espacio de encuentro, para promover y visibilizar la cultura chicana, de la cual también somos parte y nos resulta lejana”, expresó Alejandro.
La exposición es permanente; y se puede observar en la calle Santa Cruz #144 en el barrio de la Candelaria, mientras se acompaña la caminata con un buen mezcal.
Xóchitl Flores concluye que:
“Dentro del arte vamos a encontrar un poder que ha sido opacado por años de opresión. El arte, cuando nomás nace de ti, y es un pedazo de ti, de tu vida, eso es rebelión. Nosotros con el arte queremos decir que se puede hacer algo bien”.
Xóchitl Flores
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