15 mayo, 2021
Los impactos del intenso tráfico marítimo son diversos y van desde colisiones que pueden resultar en la muerte del animal, perturbaciones que impiden a las ballenas alimentarse correctamente y contaminación acústica con consecuencias sobre su salud
Texto: Mongabay Latam
Foto: Luis Turi, Centro de Conservación Cetacea, Rodrigo Hucke-Gaete y Nicolás Muñoz
CHILE.- La Patagonia norte chilena es la zona de alimentación más importante de la ballena azul del Pacífico Sur Oriental, una especie considerada en peligro de extinción. Pero también es un área con un intenso tráfico marítimo por lo que un grupo de científicos del Centro Ballena Azul se dio a la tarea de investigar si esto último estaba impactando a estos animales.
Para hacerlo, instalaron en 14 ballenas transmisores satelitales para registrar sus movimientos. Con esa información más otros datos reunidos en distintas expediciones, los científicos lograron construir un mapa que indica dónde están las mayores probabilidades de encontrar ballenas.
Luego, los investigadores superpusieron a ese mapa un segundo, pero esta vez con las trayectorias de los barcos de la flota pesquera industrial, artesanal, acuícola y de transporte. El objetivo de superponer ambos mapas era “realmente ver con lo que tiene que lidiar el animal más grande del mundo”, dice Rodrigo Hucke, presidente del Centro Ballena Azul y coautor del estudio.
Los resultados publicados en la revista Science Report fueron sorprendentes. Por primera vez, una visualización mostraba el asedio al que están expuestas las ballenas azules mientras intentan alimentarse en el golfo de Ancud. Las consecuencias de ellos son variadas. Estas son las cinco cosas que debes saber: en estas áreas, precisa el estudio, “se necesitan con urgencia acciones de gestión”, debido a los distintos impactos que las embarcaciones podrían estar teniendo sobre las ballenas, que van desde colisiones hasta contaminación acústica.
Una ballena (punto azul) esquiva cientos de embarcaciones en la Patagonia Norte de Chile mientras intenta alimentarse. Animación: Dr. Luis Bedriñana-Romano, Centro Ballena Azul – Universidad Austral de Chile.
Lo que pudieron comprobar los investigadores fue que de las cuatro flotas analizadas la acuícola es la que tiene mayor presencia en el mar. Según precisa el estudio, el número de embarcaciones activas por día fue de entre 602 y 729 para la flota acuícola seguida de la flota pesquera artesanal con un rango de entre 37 y 76 embarcaciones activas por día. Luego, en menor medida, las embarcaciones de transporte mostraron un rango de entre 6 y 57 y las pesqueras industriales de 6 a 57.
Hucke precisa que aunque los datos no están separados por tipo de acuicultura, “sin duda la salmonicultura es la industria más grande en la zona”, dice, por lo que mayoría de esas embarcaciones acuícolas corresponderían a esta industria.
Lo que indicó el mapa de movimientos de ballenas es que los animales se reúnen principalmente en cuatro lugares para alimentarse: el golfo de Ancud, la costa occidental de la isla de Chiloé, el norte del canal de Moraleda y bahía Adventure. Por lo mismo, estas cuatro áreas son zonas prioritarias para resguardar la alimentación de los animales. Sin embargo, en los tres primeros lugares las ballenas deben lidiar constantemente con la presencia de una gran cantidad de embarcaciones acuícolas.
Según Rodrigo Hucke, “existe evidencia de diferentes embarcaciones que han chocado con ballenas azules y las han matado”. Sin embargo, precisa que es difícil estimar la cantidad de accidentes que ocurren por colisión. Ello debido a que no siempre se declaran, pero también a que muchas veces las ballenas que mueren en el choque se pierden mar adentro, o se hunden, o no mueren instantáneamente sino que días después.
“El 99 por ciento de los casos no es registrado”, dice Hucke. “En muy pocas ocasiones llega el buque que no sabe por qué ya no puede andar a la velocidad que iba normalmente y se da cuenta al final, cuando llega a puerto, que tenía una ballena en la proa”, explica el científico y agrega que “otras veces (los barcos) chocan con algo, no se dan cuenta y ese animal muy posiblemente muera. En definitiva, si (la ballena) no llega a la costa nunca se registra”, dice.
Además, tal como señala el estudio, aunque se han realizado algunos estudios empíricos sobre el tema en el hemisferio norte, son pocos los esfuerzos de investigación que se han realizado en América del Sur.
Lo grave de este impacto, es que según cálculos realizados por Luis Bedriñana, autor principal de la investigación, si muere una sola de estas ballenas cada dos años por alguna causa antropogénica la población tendrá problemas para recuperarse.
Una reciente investigación científica publicada en la revista Science, explica que “el sonido es la señal sensorial que viaja más lejos a través del océano y se usa por animales marinos, desde invertebrados a las grandes ballenas, para interpretar y explorar el ambiente marino e interactuar dentro y entre especies”.
El ruido que producen las embarcaciones puede interferir con esas señales y por lo tanto “interrumpir los viajes, la búsqueda de comida, la socialización, la comunicación, el descanso y otros comportamientos en mamíferos marinos”, señala el estudio.
Bedriñana explica que la misión de estos animales cuando llegan a la Patagonia Norte “es consumir grandes cantidades de energía para poder emigrar a Galápagos”. Si el espacio y el momento en que se alimentan es perturabado, ello podría tener consecuencias en la conservación de la especie. ¿De qué manera?
El ruido y la molestia de tener que estar esquivando embarcaciones todo el día es un gasto energético y también evita que el animal se alimente, explica el experto. Eso puede llevar a que la ballena no adquiera la suficiente energía que necesita para realizar el viaje hacia su lugar de reproducción y “eso tiene un impacto directo sobre la población que se está recuperando”, dice Bedriñana.
Lo primero, señala el estudio, es priorizar las cuatro áreas que fueron identificadas como de mayor importancia para las ballenas. “Por ahora, la forma más eficaz de reducir el riesgo de colisión es mantener a las ballenas y los barcos separados, ya sea en el espacio o en el tiempo, y donde / cuando esto no sea posible, se pueden buscar y aplicar otras medidas (como la regulación de la velocidad)”, dice la investigación.
“Nadie quiere impedir que nadie más navegue. No se trata de eso, sino de hacerlo bien”, dice Hucke y para ello es necesario “establecer rutas, bajar velocidades, en ciertas zonas tener más precaución, desviar ciertas rutas establecida con el objeto de que no se sobrepongan tanto con los lugares más importantes para las ballena y si hay ballenas correrse”, dice el científico.
Además, agrega el científico, es necesario establecer medidas dependiendo del momento del día ya que “durante la noche es precisamente cuando las ballenas están más en superficie porque su alimento está más en superficie y la ballena cuando come, se olvida del mundo. Lo único que quiere es comer”, dice el científico.
Por ahora, los científicos esperan que los importantes resultados de esta investigación impulsen un trabajo mancomunado entre científicos y tomadores de decisión para evitar que las ballenas sigan sufriendo las consecuencias del tráfico marítimo.
Este trabajo se publicó originalmente en Mongabay Latam. Aquí puedes consultar la publicación original.
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