A raíz del #MeTooMx: ¿Qué pasa en la mente y sentimientos de quien tiene relación con un hombre denunciado en las cuentas de redes sociales? En esta entrega buscamos compartir la reflexiones de quienes han vivido de cerca este proceso
Texto: Daniela Rea y Lydiette Carrión
Foto: Ximena Natera
Cecilia Santillán Barrera y Alejandra Lomelí son mujeres cuyos amigos o parejas fueron acusados de cometer violencia de género en el #MeTooMx. Cecilia y Alejandra buscaron a Pie de Página para expresar sus sentimientos como amigas o parejas de personas señaladas. Desde ese lugar reflexionan sobre lo que implica un señalamiento a un hombre cercano y lo que consideran debe suceder con la denuncia en redes sociales.
El #MeTooMx, dice, le hizo replantear su postura como feminista, sobre todo a partir del ejercicio de la denuncia pública. Cuestionarse, por ejemplo, «si éstas prácticas (la denuncia pública) llegan a debilitar realmente la estructura patriarcal o se quedan en la superficie».
Otro punto a reflexionar, plantea Cecilia, es pensar «cómo el ejercicio de denuncia puede permear y favorecer a sectores mucho más vulnerables», fuera de los espacios de difusión de redes sociales. Por último, su reflexión se torna hacia la denuncias falsas: «la tendencia a asumir que todas las denuncias son incuestionables», «me parece un terrible error».
La bandera del movimiento feminista «Yo te creo”, dice Cecilia, «obedece a la necesidad de visibilizar la violencia de género que, por siglos, ha sido sepultada principalmente por instancias de impartición de justicia, pero eso no quiere decir que podamos elevarla a dogma», pues un porcentaje de ellas puede ser poco certeras. Desde ese lugar, Cecilia considera que «analizar y decidir no apoyar la denuncia de una compañera por considerarla falsa o poco objetiva», «no nos convierte automáticamente en aliadas del patriarcado, sino de la justicia».
Cecilia dice que a partir del apoyo a un hombre, amigo, que fue acusado en el #MeTooMx se le ha tachado de ser “mala feminista” y por lo tanto los espacios feministas ya no le hacen sentir segura.
“Se me ha echado en cara que defiendo a los hombres y sí, sí lo hago, porque ellos no son enemigos, como sí lo es, en todo caso, el sistema patriarcal. Últimamente, en estos espacios me siento señalada, juzgada, infantilizada y reducida, como hacía años no me sentía”.
El que compañeros cercanos hayan sido señalados en denuncias públicas le genera miedo de que un cierto feminismo se imponga, que no se escuche a quienes piensan que la denuncia pública no servirá a la causa y le también le genera coraje no poder defender a su amigo o compañero acusado gravemente. Cecilia también habla del enojo por ver a mujeres como “buenas víctimas”.
“Me da una tristeza infinita ver hombres destruidos y sin posibilidad de redención, sean culpables o no, pues veo que reproducimos los mismos mandatos que tratamos de tirar. Pero sobre todo, eso muestra que no sabemos distinguir entre persona y acto. Los ‘castigos’ muchas veces nada tienen que ver con el ‘delito’, cerrar espacios a los hombres no nos hace revolucionarias, nos hace patriarcales. La rabia nos hace defendernos, pero no tiene porqué destruirnos”, opina Cecilia.
En este contexto del #MeTooMx en que ella se sintió agraviada como amiga de un hombre acusado de violencia de género, Cecilia se sentiría segura si pudiera ser escuchada sin prejuicios. “Me gustaría que activáramos el autocuidado para dejar de ser víctimas, pero también el cuidado del otro, para no seguir con la misma dinámica de violencia”.
Cecilia dice que se siente triste y enojada por ver el sufrimiento de su amigo que fue difamado.
“Me parece que la dimensión de sus errores no es proporcional con el castigo; y me duele también la segregación de la cual una se vuelve objeto por ir a contracorriente, pero de ninguna manera me considero una víctima. Es doloroso, pero asumo mi responsabilidad en aras de no traicionarme a mí misma”.
Cecilia considera que se deben asumir los costos políticos de la denuncia pública, incluída la disculpa pública a los hombres que fueron difamados.
Alejandra Lomelí, de 31 años, trabaja como editora en Tomatazos, medio de comunicación especializado en cine. Un compañero de trabajo y la pareja de Alejandra fueron señalado en el #MeToo. Los señalamientos la desconcertaron pues tanto su compañero de trabajo (ella es la jefa) como su pareja son personas que ella percibe como alguien “en quien se puede confiar, atento y responsable”.
“El punto aquí es que la denuncia también nos afecta a las personas que estamos a su alrededor, a mí me afectó emocionalmente, pero lo que debo destacar es el apoyo que he tenido de mis amigos”.
La denuncia, dice Alejandra, modificó la relación “a raíz del efecto emocional que hemos experimentado”. Como jefa del joven señalado, Alejandra no consideró el despido como opción, “sino respetar su presunción de inocencia, de esta forma, la comunicación ha crecido y he estado al tanto del desarrollo de su caso”. En el caso de su pareja “’es algo complicado debido a nuestra relación sentimental, la cual ha cambiado por el efecto emocional que tuvo en él, por el momento he decidido acompañarlo en este proceso haciéndole saber que estoy presente y que cuenta con mi apoyo”.
Desde su posición como amiga y pareja de dos personas acusadas en el #MeToo, Alejandra considera que “se necesita una reflexión más amplia del problema de la violencia sexual”.
“Aunque la forma es cuestionable, visibilizó la violencia sexual en nuestro país de una forma en la que ya no puede ser ignorada. Lo que se requiere ahora es abrir el diálogo, sin duda, apoyar a las víctimas, pero al mismo tiempo, respetar la presunción de inocencia de los señalados y buscar la forma de resarcir el daño en cualquiera de los dos casos. Como mujeres, crear una verdadera sororidad, construir redes de apoyo y no tomar las posturas feministas como una vara para golpear a otras mujeres, porque si bien se visibilizó el problema, también se reveló la radicalización de las mujeres que simpatizan con este movimiento contra aquellas que no. Sin duda, ampliar el panorama a la violencia de género, la desigualdad laboral y salarial, así como una revisión personal de la forma en la que hemos interiorizado el patriarcado, es decir, ir a la raíz del problema”.
Alejandra considera que se debe evitar el “linchamiento público”, que si bien las redes sociales son una plataforma efectiva para visibilizar problemas sociales, no lo son para hacer justicia.
“Por desgracia, y sin una intención de menospreciar los testimonios, leí muchos donde se podía sentir un profundo odio hacia los señalados, una postura que llamaba a la radicalización en vez del debate, de hecho, percibí que para muchas de las denunciantes su única justicia radicaba en que el hombre perdiera su empleo. Creo que no va por ahí, creo que se debe apostar por debatir las posturas y construir un movimiento sólido que construya en escala sociopolítica y que busque formas justas de resarcir el daño”.
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