25 noviembre, 2020
Estas son las historias de cuatro mujeres que lograron salir de relaciones violentas y romper los círculos de la violencia de género. Historias de acompañamiento, empatía y esperanza, historias que comienzan a ser narradas en sus propios términos
Texto: Aranzazú Ayala Martínez
Foto: Pxfuel
PUEBLA.- Isabel había pensado dejar a su pareja varias veces, con quien tuvo una relación de 13 años y dos hijos. Pero la presión social, la falta de conocer y reconocer las violencias, así como vivir esperando a que las cosas cambiaran, hicieron que se quedara ahí muchos años.
Y es que caer en un círculo de violencia no es tan evidente; muchas veces sucede de manera tan paulatina que, cuando menos lo esperas, ya estás dentro. Así fue para Isabel, quien cuenta a LADO B cómo poco a poco fue dejando todo: su trabajo, sus gustos; dejándose a ella misma y quedándose sin herramientas para no sufrir violencia.
“[Pero incluso cuando] las mujeres [ya] sabemos que sufrimos en las relaciones, sabemos que queremos salir, nos quedamos en el marco de la puerta”, dice. Es como quedarse en el umbral y no animarse a cruzarlo, por miedo, por pena, por desconocimiento.
Ese marco de la puerta es un cúmulo de cargas, un costal con piedras que nos impide salir, al que se le suman culpas, prejuicios, la sensación de falla social, agrega.
Pero cuando decidió atravesar la puerta, no hubo marcha atrás. Y si bien fue difícil, dice, la prueba de que todo está bien es que ella sigue aquí.
Logró salir gracias a una amiga feminista, que le decía que así no debería ser una relación, que por ahí no iba el asunto. Por su mente rondaban todas las cosas que nos dicen a las mujeres: ¿A dónde más vas a ir? ¿Quién te va a querer con hijos? ¿Qué vas a hacer sola?
Pero al final Isabel se dio cuenta que atravesar el umbral era no sólo bueno para ella, sino también para sus hijos. “Me di cuenta que si yo me salvaba a mí, salvaba además a mis dos hijos. Yo siempre me quise quedar para salvarlos a ellos del supuesto trauma de la separación. Pero me dio una luz de conciencia de decir: salvas a más, eran 3×1”.
La violencia se da en diferentes formas, y llega de lugares distintos. Como le pasó a Teresita, quien también sufrió situaciones de violencia: una brutal, cuando un tipo que la pretendía le golpeó la cabeza con un martillo, dejándole una fractura de cráneo expuesta. La otra, de su pareja en ese entonces, con quien la violencia psicológica y económica se volvió parte de su día a día.
El intento de feminicidio al que sobrevivió trajo situaciones que trastocaron su vida diaria, desde el no poder salir sola hasta el desgaste del proceso de denuncia. Pero el problema se alargó con la persona que en ese momento era su pareja y transitó a otras formas de violencia.
“Al tener un mes de novios pasó todo esto, las declaraciones, el retiro de puntos, las visitas al hospital, la denuncia, los abogados. Se portó muy humano con mi situación de seguridad”, dice Tere.
Pero lo complicado fue cuando él empezó a culparla de los problemas que él tenía, incluso de haber subido de peso. Fue muy difícil reconocer que esa misma persona que la había apoyado y cuidado ahora la estaba culpando de todo lo malo en su vida.
Ella se dio cuenta de la situación que vivía de violencia con su novio, al llegar a la colectiva Reconstruyéndonos Como Mujeres (Recomu), luego de que su terapeuta la enviara a ella y a su novio a un proceso de terapia individual.
Al tomar el curso inicial, descubrió que la violencia que más le estaba afectando era la de su novio: la psicológica y económica, no la violencia física del tipo que la había intentado matar. Y el primer paso que necesito para poder salir fue justo reconocer que estaba viviendo esas violencias.
Lo mismo le pasó a Vanessa, quien estuvo nueve años y medio en una relación violenta. Un día escuchó un comercial en la radio que hablaba de violencia económica y dijo: “ay, eso lo vivo yo”. El que su novio le pidiera recibos de todo, cuentas de todo, era sólo una parte de la violencia que vivía, que llegó hasta el maltrato físico, ya siendo madre de un niño y una niña.
A Vanessa, una amiga suya le pasó el contacto de Recomu, cuando le contó que su entonces pareja le había roto el celular en una discusión. Al ir al grupo y contarles todo lo que estaba pasando, le dijeron que eso era violencia. “Eso me hizo decidir dejar la relación”.
Maricela se formó en el primer grupo de facilitadoras en Recomu, convirtiéndose en acompañante de otras mujeres. Tiempo después, terminó en una relación violenta en la cual su entonces pareja abusó sexualmente de ella. Fue muy difícil darse cuenta de que estaba viviendo lo que había visto que atravesaban otras amigas y conocidas, sobre todo porque ella también trabajaba en ese momento en el Ministerio Público de delitos sexuales.
Cuando regresó a la terapia de Recomu, fue muy simbólico y también sanador, porque ella había sido en su momento facilitadora de varias de las compañeras, conocía sus historias, sus luchas y procesos, y las veía ahora empoderadas, y sanadas.
“Si llegaron como me siento ahora, y ahora están así, quiero recuperarme”, se dijo.
Una constante en Isabel, Teresa, Vanessa y Maricela, las cuatro mujeres que compartieron sus historias, fue que tomaron terapia para salir del círculo de violencia.
Para Isabel, por ejemplo, atravesar la puerta para salir de la violencia fue menos difícil gracias a la terapia. Después de dos intentos encontró una terapeuta confiable, con la que se sentía cómoda, quien además tenía una perspectiva de género.
“Ella me preguntó que qué me gustaba hacer, y no pude contestarle. Como mujer una se pierde en esas relaciones, se deja, se abandona, se te olvida quién eres, y te adaptas al otro. Eso es parte del círculo violento: si te tengo, chiquita, no te puedes ir; eso es parte de ese círculo violento”.
El consejo que Isabel le da a todas las mujeres que atraviesan estas situaciones es que, como ella, vayan a terapia. Primero, que busquen una terapeuta, de preferencia mujer, y que tejan redes de apoyo, que encuentren sus espacios seguros. “Descubrí que las mujeres somos espacios seguros para otras, y podemos serlo porque ya lo atravesamos, ya fuimos”.
Para Tere también el tomar terapia –lo cual aconseja– fue fundamental para reconocer que no estaba sola. Cuando tocó fondo, y no vio otra salida, inició la terapia y poco a poco se fue empoderando, así logró terminar con su pareja. El mensaje más importante que esto le dio es que siempre hay alguien dispuesta a escuchar, y a acompañar.
Muchas veces al atravesar por una relación violenta da pena decir lo que pasa, porque nos sentimos culpables, dice Tere. Entonces la gente cree que todo está bien, y no se acercan a preguntar si algo nos pasa. “Pero si tú dices que te pasa algo, siempre hay alguien que ayuda, siempre se puede abrir una puerta”.
“Al no saber cómo en realidad se teje una relación afectiva, una transita en muchas formas de violencia de las que, incluso yo, no me daba cuenta, hasta que en algún momento una amiga me tendió la mano… bien dicen que es la amiga feminista de confianza. Ella me insistía que fuera, y yo dije: sí, quiero parar de sufrir, y le tomé la mano”. Isabel comparte que una parte esencial para salir de la violencia fueron otras mujeres. Su amiga, la terapeuta, y después las redes que empezó a crear.
Ahora ha aprendido que el camino, cuando otra mujer está en una situación de violencia, es acompañarla. No juzgar, no aleccionar, no llenarlas de consejos, ni de reglas, ni decirles qué es lo que tienen que hacer, porque casi nunca pueden darse cuenta de la situación en la que viven por estar inmersas en la violencia.
Lo que siempre dice a otras compañeras es: mírenme, no me morí. “Les digo: sé lo que estás pasando, lo que sientes, te siento y te acompaño. Pero el spoiler de la película es que cuando sales de una relación violenta, sobrevives. Va a pasar un rato malo pero es de ajuste. Es como el vuelo de avión cuando sientes turbulencia, es un momento de reacomodo y luego retomar el vuelo. Eso va a pasar, vas a volver a sonreír”.
Si no se atraviesa el proceso con toda su tristeza, enojo, como te sientas, no va a poder venir la reconstrucción, dice Isabel. Y aquí es donde apoyarse de mujeres que han pasado por esos procesos es fundamental.
Maricela comparte este sentir de Isabel. Y agrega que algo esencial es la compasión hacia una misma. Pues de esa compasión, de esa paciencia y ese amor, se puede extender la mano a quien esté pasando por lo mismo.
“[Compartir] mi historia no era un tema que generara lástima, o dolor; con ellas [las chicas que la acompañaban] fue un tema de reconocer mi persona: ‘Te escucho, te respeto mucho, reconozco este dolor que sientes, admiro cómo este dolor te está permitiendo compartir tu historia y esto nos permita sanar a otras’”.
En este proceso, casi todas las entrevistadas comparten un acercamiento al feminismo. Sólo Tere no se asume feminista, pero para Isabel, Maricela y Vanessa el feminismo fue esencial en la recuperación y en retomar una vida sin violencia.
Vanessa repite que todo lo que logró cambiar y replantear es un regalo del feminismo. “Creo que mi vida ahorita sin el feminismo y separada de mi pareja sería distinta, yo creo que ya habría entrado en otra relación, a lo mejor igual, violenta, o en una relación de dependencia. Para mí, el feminismo es algo muy importante porque nos invita a la autocrítica desde el amor, pero también a la crítica del sistema. Y a cuestionarlo todo, resignificarlo; hacer todo distinto. Y eso es algo muy bonito porque, como te digo, estamos en un sistema patriarcal… es fácil entrar de una relación a otra”.
En palabras de Vanessa, el cuestionarse todo fue esencial para empezar a tener libertad, y empezar a construir un lugar en el mundo donde ella pudiera caber.
El sistema patriarcal, dice, construye moldes en los que las mujeres tendríamos que encajar. Pero es a través del feminismo que se logra romper ese molde. Y si no hay uno para ti, lo puedes construir, donde cabes como una mujer única; entonces empiezas a aceptarte a ti misma.
En el caso de Isabel, dentro de la Escuelita Feminista que organiza El Taller AC, empezó a reconocer los círculos de manipulación de los que estaba formando parte. Darse cuenta de esto fue como meter un peso a una maleta y devolverlo. “Me hiciste creer que era mío, pero no, te lo regreso. No soy lo que tú dices, no estoy loca”.
Maricela insiste en que es normal sentir culpa y dolor, y que la violencia está tan normalizada que estos ciclos se repiten. Pero siempre habrá espacios como Recomu, espacios de amigas, redes de apoyo, que van a estar ahí, que no van a juzgar y van a ayudarnos a salir.
Finalmente es el tejido de las mujeres el que sirve como una cuerda para salir del foso, es el abrazo de una red de apoyo que ayuda a quienes comparten sus testimonios a quererse, aceptarse y salir de los círculos de agresiones… a cruzar el umbral.
Porque una vida sin violencia y con nuevas maneras de relacionarse, es posible.
Si necesitas ayuda, orientación y/ o acompañamiento, puedes acercarte a El Taller AC; teléfono de contacto en Puebla: 222 503 6352. Así como a Recomu; correo electrónico: recomupuebla@gmail.com. Igualmente, la Secretaría de Igualdad Sustantiva y de Género da atención jurídica y psicológica en los teléfonos: 222 240 1707 y 222 167 8495.
Este trabajo fue publicado originalmente en LADO B que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.
Periodista en constante formación, interesada en cobertura de Derechos Humanos y movimientos sociales. Reportera de día, raver de noche. Segundo lugar en categoría Crónica. Premio Cuauhtémoc Moctezuma al Periodismo Puebla 2014. Tercer lugar en el concurso “Género y Justicia” de SCJN, ONU Mujeres y Periodistas de a Pie. Octubre 2014
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