La empresa avícola Crío, propiedad de la familia Fernández montó una mega granja de pollos muy cerca de Kinchil pese a no tener todos los permisos pertinentes; usan la selva cercana para descargar a diario toneladas de excremento de pollo
Texto y fotos: Patricio Eleisegui
YUCATÁN. – El olor nauseabundo pega en el rostro, incluso mucho antes de dar con el acceso que, desde la carretera que une a Mérida con Celestún, lleva hasta las naves montadas por la empresa. A los lados del camino, la selva, la poca que aún queda en pie en ese tramo, hace las veces de muro para invisibilizar otro foco de contaminación ambiental que se agiganta. Al ritmo de convoyes de camiones que van y vienen, la avícola Crío ha hecho del monte cercano a la comunidad maya de Kinchil un auténtico depósito de excrementos de pollos.
Apenas 7 kilómetros separan a los habitantes de ese municipio de una sucesión de terrenos que a cada hora y durante toda la semana reciben el vertido de toneladas de residuos generados por una mega granja que funciona fuera de toda legalidad: la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) estableció la clausura definitiva de esas instalaciones en junio de este año.
La medida lejos estuvo de frenar las acciones de Crío, que pese a recibir una suspensión inicial en octubre de 2023, siguió adelante con su plan de radicación de una factoría que hoy totaliza 6 mega galpones construidos y presenta al menos dos predios más deforestados para el desarrollo de futuras nuevas naves.
La instalación se completa con un puesto de ingreso que a raíz de la decisión judicial también debería estar desocupado, pero que en la actualidad opera como base para los empleados que cumplen funciones en los galpones y el personal ejecutivo de la compañía.
“Aunque tiene una clausura establecida, la mega granja lleva 4 meses funcionando sin parar. Hasta cuenta con un servicio de transporte para sus empleados. Muchos de ellos son jóvenes de Kinchil”, cuentan vecinos de esa comunidad.
Las hectáreas ya ocupadas con construcciones son linderas a los espacios que la misma Crío utiliza para esparcir el excremento de pollo. La pestilencia generada por las descargas se percibe a lo largo de kilómetros.
Y llega a confundirse con el hedor que genera la mega factoría de cerdos que la monopólica Kekén explota, también, a escasa distancia de Kinchil. Son tiempos de presión ambiental y ecocidio multiplicado para esa comunidad maya.
La afectación que Crío lleva a cabo en la selva cercana a, justamente, Kinchil fue denunciada por primera vez ante la Profepa en noviembre de 2021.
La acción fue promovida por el colectivo de organizaciones apícolas mayas de la Península de Yucatán Kabnáalo’on, que además de dar cuenta de la deforestación efectuada por Crío, reveló que el proyecto carece de permisos de cambio de uso de suelo y estudios de impacto ambiental, además de desarrollarse sin ningún tipo de consulta previa a la comunidad maya.
La representación y asesoría legal del colectivo expuso, también, que la destrucción de amplias superficies arbóreas perpetrada por Crío afecta de un modo letal a la población de abejas y otros polinizadores en esa área del estado en tanto “propicia la pérdida de zonas de alimentación”.
En simultáneo, se indicó que la avícola utiliza plaguicidas para combatir la inmensa plaga de moscas que generan los desechos de los pollos, por lo que la operatividad de la mega granja pone en riesgo la supervivencia económica de las y los apicultores de Kinchil.
El resultado de aquella denuncia fue la intervención de Profepa y una serie de inspecciones que derivaron en la clausura total de la factoría y la aplicación de una multa a la empresa propietaria.
Pero nada de lo dispuesto ha sido cumplido y una muestra de ello está tanto en el testimonio de las y los vecinos afectados por el cementerio de excrementos que promueve Crío, como en las imágenes que prueban el tenor de ese atentado ambiental y la continuidad de las operaciones en la mega granja más allá de lo dispuesto por el organismo federal.
“La denuncia inicial y el proceso que siguió se basa en que la empresa no cuenta con los permisos correspondientes. De hecho, la primera denuncia fue puesta previa a toda construcción. En 2021 ya se tenían indicios de que Crío instalaría una mega granja en el predio que ocupa actualmente. La empresa siguió adelante con la deforestación y el desarrollo del proyecto aun sin tener habilitado el cambio de uso de suelo y sin el aval de impacto ambiental”, comentan a Pie de Página los abogados del colectivo.
Si bien los predios donde la firma descarga sus camiones pertenecen a un vecino de Kinchil, los asesores legales del colectivo Kabnáalo’on sostienen que ese status de propiedad privada no habilita prácticas contaminantes u otros potenciales atentados a la salud pública.
“Es falso que el propietario de un terreno puede hacer a su antojo. Hay criterios de impacto ambiental que deben respetarse. Una actividad así afecta al suelo kárstico de la zona y esa contaminación va a parar al agua. Profepa debe intensificar su control”, argumentan.
Respecto de los pasos a seguir ante el incumplimiento de la clausura definitiva por parte de Crío, los asesores legales anticiparon que insistirán ante la Profepa para que se respete lo dictaminado y, en paralelo, exigirán la restauración del área deforestada.
“La violación a la clausura definitiva que Crío está llevando a cabo habilitaría la presentación de una querella por delitos de contaminación ambiental”, concluyeron.
Propiedad de la familia Fernández, Crío es una empresa yucateca que funciona desde principios de los años 60. Según una investigación reciente de la organización Brighter Green, la firma opera en Tabasco, Veracruz y Chiapas, además de Yucatán.
Con protagonismo clave en su segmento comercial, Crío reconoce 13 mega granjas propias de crianza de pollos y producción de huevos, una planta procesadora de carne, otra de alimentos y al menos 14 centros de distribución.
Junto con Bachoco, la compañía controla el 60 por ciento del mercado mexicano de comercialización de pollos. Combinadas, señala Brighter Green, ambas empresas han colocado al estado en el cuarto lugar en cuanto a generación de carne de pollo en México y en el quinto en términos de producción de huevos, según los datos más recientes de la Asociación de Avicultores de Yucatán.
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