Cría algas… ¿y destruirán los mares?

17 agosto, 2019

Plataformas marítimas de Petróleos Mexicanos se aprecian desde las costas de las playas en el balneario Varadero, en Tabasco. Foto: Marco Polo Guzmán Hernández / Cuartoscuro

La Geoingeniería se propone entre las naciones más ricas y las empresas petroleras como un método artificial para controlar el cambio climático. Su aplicación está detenida por la ONU, pues se desconocen sus efectos a largo plazo; sin embargo, en el mundo ya se experimenta con ella

Texto: Arturo Contreras Camero
Fotos: Cuartoscuro / Marco Polo Guzmán, Elizaberth Ruiz, Margarito Pérez Retana

CIUDAD DE MÉXICO.- En 2012, el empresario Russ George, convenció al consejo tribal de la nación indígena Haida, en el archipiélago Haida Gwaii, en Canadá, de llevar a cabo un experimento de fertilización oceánica en los mares circundantes a sus tierras.

La promesa era que la creación de nuevas algas, atraería una inmensa concentración de salmón. Además, gracias a la captura de gases de carbono que llevarían a cabo las algas, la comunidad indígena se podría beneficiar con la venta de bonos de carbono.

La pesca es una de las principales actividades económicas de la tribu Haida. George cambió el nombre de su empresa de Planktos a Haida Salmon Restoration Corporation. Pero el proyecto provocó un gran escándalo mediático que hizo que la agencia ambiental de Canadá lo suspendiera.

Las algas, como la mayoría de las plantas en la tierra, capturan carbono en su proceso de crecimiento. La idea del empresario era vincular su cultivo a instalaciones industriales de generación de energía para que las emisiones de gases alimenten directamente a las algas, las cuales a su vez se procesarían en biocombustible y otros productos

Sin embargo, la escala de la producción de algas que se requeriría para influir en calentamiento global es tal que resulta improbable que se logre. El proceso necesita una gran cantidad de nutrientes y dióxido de carbono, además de un control especial de las condiciones de luz y temperatura. Eso sin contar que el cultivo podría ser afectado por plagas, patógenos y por el clima mismo. 

La opción para evitar estos problemas que han propuesto algunos de los países más ricos y empresarios de la industria extractiva, es modificar genéticamente a las algas para que crezcan más fácilmente. Pero no es tan sencillo: las algas son la base de la cadena alimenticia en el mar y su modificación genética podría crear algas tóxicas y causar una catástrofe.

El experimento en las tierras indígenas de Haida, por ejemplo, estuvo a punto de verter 100 toneladas de sulfato de hierro en el océano Pacífico, lo que hubiera sido el mayor vertimiento para fertilización oceánica hasta el momento.

Muchas de las personas involucradas en el fallido proyecto Haida reaparecieron bajo el nombre de la fundación Oceáneos de Investigación Marina con sede en Vancouver. Ahora intentan realizar sus experimentos en el litoral chileno bajo el disfraz de una organización sin fines de lucro dedicada a la siembra oceánica y pregonan que a partir del cultivo de plancton pueden repoblar la vida marina. 

Silvia Ribeiro, directora del ETC Group para América Latina y una de las voces más reconocidas en el tema, asegura que este tipo de técnicas pueden llenar el mar de plancton muerto que no se queda en el fondo del mar, sino que viaja por las corrientes marinas y crea mareas muertas o crisis como la del sargazo, que tiene en jaque a las costas del caribe mexicano. 

Previo a la temporada vacacional de 2019, trabajadores y voluntarios retiran a marchas forzadas el sargazo que llegó a la playa Gaviota Azul, una de las más afectadas por dichas algas en Cancún. Foto: Elizabeth Ruiz / Cuartoscuro

El negocio de la geoingeniería

La geoingeniería ha ganado popularidad en entre los grupos más poderosos del mundo como un método para controlar el cambio climático. Se trata de acciones a escala global, usando la tecnología para contener los efectos de los gases de efecto invernadero. Sus técnicas son tan descabelladas como tapar el sol con nubes volcánicas.

Este tipo de técnicas están bajo una prohibición temporal, por parte del Convenio de Diversidad Biológica de la ONU desde 2008, debido a que se desconoce el alcance de sus efectos. 

Sin embargo, alrededor del mundo ha habido experimentos con estas técnicas que no solo desafían la lógica, sino que presentan una amenaza para los ecosistemas y el medio ambiente. Entre sus impactos directos, dicen los ambientalistas, están la desertificación, problemas para el suministro alimentario y hasta migraciones

Estos riesgos se explican en el libro Geoingeniería. El gran fraude climático, producto de una una investigación de la fundación Heinrich Boll, y del ETC Group, una organización internacional que vigila los efectos de nuevas tecnologías en el medio ambiente. 

La geoingeniería es una ocurrencia de ingenieros, no de científicos del clima, ecólogos o sociólogos. Las propuestas de la geoingeniería dejan de lado las grandes complejidades de los sistemas vivos”, acusa el estudio. 

Silvia Ribeiro sostiene que la Geoingeniería no busca cambiar el modelo económico que emite toda esa contaminación. La razón es muy sencilla: está diseñada por las empresas más grandes del mundo y es respaldad por los países que más contaminantes emiten. No es negocio para ellos.

Acelerar el ciclo del carbono 

Uno de los métodos más famosos de geoingeniería mezcla dos técnicas diferentes para generar fuentes de energía: la producción de Bioenergía y la Captura y Almacenamiento de Carbono. Según sus promotores, esta técnica es tan maravillosa que no solo no genera emisiones, sino que las reduce. 

El primer paso es la generación de energía a través de la quema biocombustibles, que se consigue mediante la fermentación y destilación de cosechas enteras de caña, maíz u otros monocultivos. El problema es que este tipo de energía necesita de enormes cantidades de tierras de cultivo que esterilizan la tierra y disminuyen la biodiversidad. Es decir, producir energía a través de bioenergéticos, como el biodiesel podría lograr que la mayor parte de cosechas en el mundo no sirvieran para el consumo humano o ganadero, sino para la generación de electricidad o para llenar los tanques de cientos de miles de motores en el mundo. 

La segunda parte del proceso es la recolección del dióxido de carbono que genera la quema de bioenergía. Estos gases se se comprimen hasta que quedan hechos un líquido viscoso y se inyectan en en pozos de petróleo o depósitos de agua salada en el subsuelo, a veces, debajo de las plantaciones mismas de maíz o caña de donde se producen los biocombustibles. 

Esta técnica se usa desde hace años para extraer las reservas más profundas de los yacimientos petroleros.

Desde principio de siglo, por ejemplo, la empresa Cenovus Energy comenzó a inyectar dióxido de carbono en el campo petrolero Weyburn en Saskatchewan, Canadá. Los residentes de la zona comenzaron a preocuparse después de la inexplicable muerte de varios animales de granja y porque observaron un burbujeo y una película grasosa en estanques de agua. 

Además, estos nuevos depósitos de carbono son famosos por sus fugas, como la que se registró en el depósito de Sleipner, en el Mar del Norte, en Noruega. O como las que se dieron en el proyecto In Salah, en Argelia, que es desarrollado por una alianza estratégica entre British Petroleum, Statoil y Sonatrach. 

La Bioenergía con Captura y Almacenamiento de Carbono es reconocido por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático, una de las máximas autoridades en internacinales en el tema, como una técnica que tiene emisiones negativas de carbono. La idea es quese pueden generar nuevos depósitos de carbono, que nutrirán los nuevos plantíos que se usarán para generar más bioenergía. Estos plantíos, mientras crecen, absorberán aún más dióxido de carbono del aire. 

Sin embargo, la falta de datos confiables dificulta evaluar con precisión la seguridad de estos nuevos depósitos, cuyas fugas tendrían que ser revisadas durante décadas o siglos. 

El Panel Intergubernamental de Cambio Climático aseguró, en un estudio de 2014, que este tipo de técnicas serán necesarias para controlar las emisiones de carbono hacia mitad de siglo; sin embargo, también alertó que podrían no ser viables, por los riesgos que implica. 

Las nubes más blancas de California

Las técnicas de geoingeniería se pueden dividir en dos grandes ramas, la de la absorción y almacenamiento de dióxido de carbono, como en los dos casos anteriores, y en las de bloqueo de los rayos de sol en la atmósfera terrestre. 

Los primeros rayos del sol iluminan de color rosado una fumarola de tamaño grande emitida por el volcán Popocatépetl. Foto: Margarito Pérez Retana / Cuartoscuro

La idea es sencilla. Si se tapa el sol, entonces la tierra se calienta menos. Entre estas técnicas hay ideas tan extrañas como crear nubes volcánicas, colocar rociadores en la atmósfera que esparzan micropartículas que impidan la entrada de la luz, o incluso, hacer desarrollos de espejos espaciales que orbiten la tierra. 

El principal problema de estas técnicas, así como con las anteriores es que, en efecto, podrían reducir la temperatura de la atmósfera y de los océanos pero no reduciría la emisión de los gases de efecto invernadero, la base del problema. 

El proyecto de Blanqueamiento Nubes Marinas, una de las técnicas de este tipo que se creen más inocuas, se planea desarrollar en la bahía de Moss Landing, en Monterey California El plan es llenar de atomizadores de agua la costa, que lanzarán partículas de agua de mar a las bubes que entran del mar a tierra para blanquearlas y que reflejen más la luz del sol. En tierra firme habrá una serie de sensores que medirán si nubes blanqueada conducen a la disminución de la radiación solar. 

El experimento es liderado por Armand Neukerman, el inventor de las primeras impresoras de inyección de tinta, quien solía trabajar para Hewlett Packard y Xerox. Su objetivo es crear un atomizador que lance partículas de agua lo suficientemente pequeñas (entre 0.2 y 0.3 micrómetros) para que se queden suspendidas en el aire y se pueda adherir a las nubes en formación. 

Originalmente el primer gran experimento con estos aspersores estuvo planeado para 2010, y pretendía cubrir una superficie de 10 mil kilómetros cuadrados en el océano. Los aspersores estarían en barcos en mar abierto y no en la costa. Antes de que se llevara a cabo, medios de información alertaron del proyecto y todo rastro del mismo desapareció.

El experimento en tierra, en las costas de Monterey  estaba programado para el verano de 2017 pero no se ha llevado a cabo por falta de financiamiento.

Actualmente existen proyectos parecidos en Australia que supuestamente podrían salvar la gran Barrera de Coral del proceso de blanqueamiento que el incremento en la temperatura del mar está provocando. También se piensa que lanzar nubes blanqueadas hacia el Ártico podría protegerlo de su derretimiento. Sin embargo ninguno de estos experimentos está avanzando. 

De acuerdo con Silvia Ribeiro, quien contribuyó a la investigación del libro, colocar una nube en el Ártico podría afectar a 2 mil millones de personas que podrían dejar de tener agua, pues el cambio de temperatura podría afectaría corrientes oceánicas, encargadas de llevar lluvias a vastos terrenos en el mundo, lejos del Ártico.

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Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.