“Controlar la movilidad humana es también controlar la movilidad de capital” 

19 julio, 2022

¿Desde cuándo existen las fronteras? ¿A quién le favorecen? Son preguntas que se realiza Erik De la Reguera en su nuevo libro Desafiando Fronteras: La migración global y los muros del nacionalismo, un reportaje/ensayo que conceptualiza la migración desde una perspectiva histórica y social

Texto: Alejandro Ruiz

Fotos: Estrella de la Reguera y Cortesía Erik de la Reguera

CIUDAD DE MÉXICO. – En 2015, el cuerpo de Aylan Kurdi apareció flotando sobre las costas de Turquía. Aylan era originario de Syria. Murió cuando el bote donde viajaban él y sus padres se hundió mientras escapaban del Estado islámico. Aylan solo tenía tres años. 

La imagen dio vueltas por todo el mundo y, de nuevo, el debate sobre las migraciones copaba las pantallas y diarios del planeta. 

Titulares como “crisis humanitaria” “catástrofe” “indignación” circularon a montones. Pese a ello, muy pocos espacios ahondaron en la raíz sistémica y estructural del fenómeno. 

¿Cuándo el derecho a migrar implicó arriesgar la vida? ¿Cuándo el derecho a migrar es motivo de persecución? ¿Cuándo se normalizó la idea de frontera? 

Para Erik de la Reguera –periodista sueco especializado en migraciones– la respuesta está en los muros erigidos por los nacionalismos. La respuesta es, sencillamente, cuando aparecieron las fronteras. 

En entrevista con Pie de Página, De la Reguera ahonda en uno de sus últimos trabajos periodísticos Desafiando fronteras: La migración global y los muros del nacionalismo, un libro que recoge distintos reportajes de su autoría para encontrar una explicación y sistematización teórica entorno a la migración contemporánea. 

En un formato de reportaje/ensayo, Erik narra la historia de tres migrantes que, aunque separados por kilómetros, atraviesan dificultades similares. También cuenta sus reflexiones entorno a la migración. 

“Cuando empecé a documentar esto se volvió necesario, para mí mismo, comprender por qué estaba pasando. Comprender por qué hay esas situaciones tan dramáticas en estas rutas. Por qué hay tanta gente que viaja de esta forma y por qué es prohibido y hay una represión tan fuerte hacia las personas que solo quieren viajar de un país a otro y no tienen visa”. 

Son tres rutas las que explora el libro: México-Estados Unidos; Afganistán – Europa; y Costa de Marfil – Francia. Historias desde la frontera. Historias de tres personas que, sin visa, salieron de sus territorios para buscar mejores condiciones de vida. 

Las fronteras del ultranacionalismo

Norma, Jamal y Abou abandonaron sus hogares hacia el norte. Un norte que, más allá de geografías, también es una relación global. Un norte que se distingue de la periferia. Un norte como imperio, potencia, desarrollo. 

Sus historias, que ponen a relieve los riegos y sentires que en el camino enfrentan, son la punta de lanza para reflexionar las migraciones. ¿Por qué quienes migran tienen que padecer todas estas situaciones? Erik responde: “por el nacionalismo”. 

“Los nacionalismos que vemos hoy aquí en Europa y Estados Unidos, son movimientos políticos que surgen, en parte, de una ideología que no es para nada nueva”, dice Erik, sosteniendo que, a finales del siglo XIX, el nacionalismo europeo se entremezclo con el racismo. 

“En su época [el nacionalismo] era una ideología bastante progresista que llevó a la revolución francesa. Pero es en el siglo XIX cuando esta ideología se encuentra con otra, que es el racismo, cuando algo pasa. En ese momento se empiezan a trazar líneas alrededor de la nación, fronteras muy claras, y se trata de aclarar a quién pertenece y a quién no pertenece esta nación. Y cuando se mezcla con ideas racistas de la época se empieza a pensar en términos de la pureza de la raza, de la pureza de la nación, y esto lleva a la idea de la competencia entre naciones para volverse la nación más fuerte y más exitosa”. 

A esta fusión entre nacionalismo y racismo Erik la define como “ultranacionalismo”; un fenómeno que se sigue expresando en la actualidad. 

“Es una ideología que hoy en día está aquí. Por ejemplo, si hablas con nacionalistas aquí en Europa te van a decir ‘no, no, no, nosotros ya no creemos en esto de la competencia, creemos en la armonía entre las naciones. En que toda nación tiene derecho a la autodeterminación, y que vamos a vivir en armonía y paz’; el problema, sobre todo aquí en Europa –si ves su historia–, es que no funciona. El ejemplo más reciente es la guerra de Rusia en Ucrania, donde Vladimir Putin trata de redefinir las fronteras a partir de lo que él ve como la nación rusa. Quiere redefinir lo que es el estado nación, las fronteras del Estado Nación”.

No obstante, agrega Erik, estas ideas ultranacionalistas no han sido siempre. “Para entender eso tuve que regresar, básicamente, a dos mil años atrás”.

 “Es fácil pensar que el sistema de visado que tenemos en nuestros días es algo que siempre ha existido, pero en realidad solo tiene como unos cien años; viene de la primera guerra mundial, más o menos. Antes de eso era básicamente libre viajar a Europa o Estados Unidos, pero también a otras partes del mundo”, agrega. 

Los muros del capital

El recorrido histórico que hace Erik empieza desde la naturaleza nómada de nuestra especie. Para él, esta cualidad humana nos ha permitido sobrevivir y habitar en todo el mundo. Sin embargo, añade, esto comenzó a cambiar a partir del sedentarismo. 

“Cuando empezamos a producir un poco más de lo que consumimos. Cuando comenzamos a construir gobiernos, estados, reinos, ya de pronto se vuelve importante controlar esta migración”. 

Erik pone de ejemplo la expansión del imperio persa, quienes al darse cuenta de las rutas comerciales entre China y Europa, comienzan a cobrar impuestos por el tránsito de viajeros y mercaderes por su territorio.

“Lo hacen de una forma inteligente, porque no solo están robando en el camino, sino que ofrecen seguridad y hospedaje a esas personas. A cambio, esos comerciantes con gusto pagaban un poco de su ganancia”, explica. 

Este momento, resalta Erik, es un primer momento en donde se comienza a vincular el control de la movilidad humana para favorecer negocios y aumentar riquezas. 

“Es ahí cuando el Estado se da cuenta que controlar la movilidad humana, es también controlar el capital. Eso fue importante por siglos después, los califatos, los musulmanes, los mongoles… retomaron esta idea, donde tenías que tener una especie de pasaporte para viajar dentro de los propios reinos”. 

En la Europa medieval, narra Erik, la frontera comienza a tomar una forma geográfica y política. “Al menos la frontera como la entendemos hoy. Una línea ahí en el campo”. 

“En 1494, cuando España y Portugal dividen entre sí las américas, trazaron una línea vertical donde dijeron que España se queda con todo al Oeste, y Portugal con todo al Este. Negando totalmente a todos los pueblos originarios que existían en esa época, y todos los reinos y estados que existían ahí también”. 

La frontera, explica De la Reguera, tuvo la función de evitar guerra entre las potencias europeas. En este momento de la historia, la producción de armas en Europa iba en ascenso. Las guerras, por ende, estaban a la orden del día. 

De igual forma, el desarrollo del capitalismo obligaba a los Estado-Nación europeos a replantear sus propias concepciones de gobierno. Definir autoridades que permitieran que el intercambio de mercancías fuera de manera más libre. 

“Poco a poco se empieza a pacificar el campo. Se toma el control del campo. Luego, alrededor de 1700 en Europa, comienzan a tenerse fronteras más claras. Pero no es hasta 1815, con Napoleón, que realmente se usan en los tratados de paz esas fronteras más claras”, explica Erik. 

Este recorrido histórico, puntualiza De la Reguera, tiene la intención de desmontar la idea de que los estados con fronteras abstractas y claras en un mapa son algo que siempre ha existido. “En realidad, esos estados nacen a finales de 1700 y principios de 1800”, añade, y puntualiza que el motivo era “controlar los ejércitos, no los migrantes. Se hicieron para controlar las máquinas de guerras”.

A partir de mediados del siglo diecinueve y el invento del telégrafo (y más tarde el internet), el capital viaja por medios electrónicos. Así que el control de la movilidad humana ya no equivale al control del capital.

Aún así, narra, “los nacionalismos usan esas fronteras para definir la nación, a el pueblo. Estipulan que las fronteras de la nación deben corresponder a las fronteras del Estado. Esa es la idea que después lleva a muchos problemas, muchas guerras”.

Los resultados de esta combinación han pasado a la historia como causas de la primera guerra mundial, del fascismo, de la expansión imperial. 

“Desgraciadamente ahora estamos en otra época donde esa misma ideología está ahí, y otra vez tenemos esas ideas. Se está definiendo el Estado con las armas, o lo que uno tiene en mente en ello”, agrega. 

“La frontera es una invención geográfica y política”

Cuando Erik comenzó a conocer las historias de Norma, Jamal y Abo, reconoció, junto a ellos, los muros fronterizos. 

“Si tú vas con los migrantes ves que (la frontera) es algo muy concreto. Es un muro. Es una reja. Son guardias. Son perros. Son carros. Es gente que te para. Eso es algo muy concreto que ves cuando vas con los migrantes. Así que no es una idea teórica, esa frontera ahí está”. 

La frontera, también, es un espacio de desigualdades. 

“En el mundo de hoy, con el sistema de visado que tenemos, alguien que tiene un pasaporte de Estados Unidos, o de Francia, o de Suecia, puede viajar a unos 180 países sin tener que pedir una visa. Mientras alguien que es de Afganistán, tiene acceso de esa forma a unos 20 países”. 

Esta es una realidad global. Las fronteras son racistas. Excluyentes. Exclusivas.

“Esto es algo que ha surgido porque se empezó a crear un sistema de visados, en medio de todo ese auge nacionalista, donde se crean esas reglas a partir de ideas racistas”, añade De la Reguera. 

Y agrega que “eso no significa que hoy en día que cada que se pide una visa sea racista, pero el hecho de que tenemos un sistema de visados que se creo en una época donde gran parte del mundo tenía ideas así, es problemático. Hay que hablar de eso. Se está restringiendo la movilidad a millones de personas, el ejemplo más claro es ‘la bestia’, cuando la gente tiene que arriesgar sus vidas”.

 Para el autor de Desafiando fronteras: La migración global y los muros del nacionalismo, el sistema de visados genera un “efecto perverso en contra de las personas que más necesidad tienen de viajar”, es decir, desplazados, perseguidos, personas que huyen de guerras o que buscan mejores condiciones económicas y de calidad de vida. “Son los que menos posibilidad tienen de viajar. Mientras que las personas que vienen de países ricos, o que están relativamente bien, tienen la capacidad de viajar a otro lado”. 

Erik concluye recordando a Zygmunt Bauman, cuando al hablar de migraciones hace referencia a un sistema de “turistas y vagabundos. Donde los turistas viajan por el gusto de viajar, mientras los vagabundos viajan porque tienen que viajar, pero no tienen permiso. Tienen que viajar en todos esos lugares del mundo donde la gente viaja sin permiso.”

Y reflexiona poniendo un planteamiento crucial: 

“A mí me gustaría que pudiéramos empezar a discutir estos asuntos en una forma más constructiva. Buscando construir un nuevo sistema donde realmente más personas puedan viajar libremente, sin correr esos riesgos horribles. Muchos dicen que eso es ingenuo, o eso es imposible, pero es interesante que cuando se habla de comercio, y movimiento de capital, ahí nadie tiene problemas para decir que el capital debe viajar libremente”. 

Desafiando fronteras: La migración global y los muros del nacionalismo fue originalmente publicado en sueco bajo el nombre de Gränsbrytarn, fue traducido por Estrella De la Reguera, directora de la editorial Vagabunda. Puedes pedir una copia en el siguiente enlace

Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.